Historia 15 de febrero del 2011

Capitulo VI

Los días de Mayo

 

CAPITULO VI

LOS DIAS DE MAYO


Antes de la Revolución
La historia de las ideas no ha sido encarada en San Luis. Poca es la documentación con que se cuenta para arriesgarse en terreno tan difícil, generalmente orillado mediante generalizaciones cómodas y poco peligrosas. De ahí que no resulte superfluo tratar de allegar algunas referencias que acaso sirvan alguna vez de punto de arranque para tan interesantes estudios.
Hemos mencionado el sentido de independencia y la propensión al gobierno propio que revelan muchas actitudes viriles del pueblo puntano. Señalamos también la defensa del patrimonio común, tanto de las depredaciones de los indios rebeldes como de los avances de vecinos resueltos a llevar adelante sus negocios. A todo ello añadimos no divulgadas noticias sobre un abortado motín con tintes comuneros. Veamos ahora otras huellas de rebeldía, que si no entroncan con la Revolución, ayudan a comprender el alma de los tiempos.
Sobremonte, en la recomendación hecha al Cabildo el 26 de abril de 1785, asentó aquellas palabras que es preciso repetir:
"Bien sé que en otros tiempos del engaño y de la preocupación, que merecen borrarse de la memoria de los hombres, hubo algunos en esta jurisdiccion que no dieron buenas pruebas de la ciega obediencia que todos debemos rendir a nuestros superiores, pero tampoco ignoro que éstos fueron muy pocos, tal vez arrastrados del influjo de algún mal intencionado."
En un oficio dirigido al marqués de Loreto, el gobernador intendente ilumina algo más el cuadro, al describir así a los puntanos:
"El carácter de estos habitantes es sencillo, pero la falta de instrucción y buena educación, y sobre todo el que no había experimentado castigos, les ha hecho pasar con razón en el concepto de poco subordinados; sin embargo, el suceso de la prisión de don José Quiroga y don Juan José Gatica que practiqué en consecuencia de un despacho de V.E., me acreditó no sólo la utilidad de este ejemplar tan oportunamente resuelto, sino que habiendo conocido por él el peso de la autoridad superior, aprendieron que los delitos de inobediencia no quedan impunes ni aún en los más poderosos del pueblo, y dieron señales de respeto y veneración a las providencias superiores".
La Villa de la Carolina fue también escenario de intranquilizadores sucesos, según lo ha hecho conocer el P. Grenón en una muy valiosa relación documental, referida a las actividades del mineralogista don José María Caballero. A fines de junio de 1793, Sobremonte escribía a Lafinur manifestándole haberse enterado de que el tal Caballero "ha producido en ese mineral, en las concurrencias, especies muy perjudiciales a la quietud y subordinación, apoyando en ellas los procedimientos de la Asamblea de Francia y esparciendo que el hombre nació libre; que, como tal, debe obrar, que en todo, debe serlo; que los franceses han abierto los ojos a las demás naciones en los goces de la libertad".
Por todo ello, Sobremonte ordenaba hacer "una información reservadísima de testigos idóneos", pues "convenía muchísimo tales especies no se viertan y que se escarmiente, como corresponde, al que las produce".
Al referirse a esas expresiones, uno de los testigos declara que "no las tiene presente porque ha parado poco la consideración en ellas, conceptuando que el que las vertía pensaba hacerse expectable por aquel raro término de producir especies que fuesen extrañas a los sentimientos comunes de los oyentes". Otro de los testigos, el cirujano Francisco Javier Garay, es más memorioso: recuerda que "cuando venían noticias de las cosas de Francia", Caballero decía:
"Que aquella nación había abierto los ojos a las demás; que antes eran esclavos y ahora gozaban de su libertad, y también lo son en el gobierno de España los españoles, y debían ser libres para todo".

El comandante don Mariano de Larrazábal fue también contundente:
"En cuanto a las producciones contra el Gobierno le dijo al que declara que no se quitará las barbas hasta que su causa fuese juzgada "por el Tribunal de Méjico o Lima, pues no quería ser juzgado por gobierno de zapateros".
Cuando en 1806 se citaron las milicias para marchar a la reconquista de Buenos Aires, el partido de la Falda -o sea los alrededores de Merlo.- se conmovió por culpa del teniente de milicias urbanas don Manuel Vieyra, quien reunió a los vecinos "valiéndose de los medios más extraños y reprobables conductos". Don Pedro Ignacio Rovere, el militar que denunció estos hechos, aseguró que Vieyra empleó "un estilo tan extravagante y tan soez, que no sólo ha hollado los respetos de la sagrada persona de nuestro Soberano, violado las leyes del reglamento que ha dado a nuestros cuerpos y atropellado los respetos de la Coman dancia de armas, sino también ha querido expulsar los soldados de mi compañía".
La acusación no pudo ser probada plenamente. Pero la relación de Rovere vale mucho más que hondas y sapientes inferencias:
"Sí, señor Comandante: de este modo, luego que el citado Vieyra juntó la gente de su compañía urbana y los individuos de la mía en el paraje de los Molles, los puso en formación en ala y dijo estas palabras: Señores soldados, ya no hay regimientos voluntarios; ya pueden sacarse las cucardas, y cagarse en ellas; y los hijos de viudas, y otros que tuviesen boleto del Comandante, metanselos en el culo, que nada les sirve."


La revolución en San Luis
Afirma Hudson que el portador de los despachos de la Junta Gubernativa para los Cabildos de Mendoza, San Juan y San Luis fue el Oficial Manuel Corvalán, natural de la Ciudad nombrada en primer término, y de quien dice una copla popular: "Allá viene Corvalán / de posta en posta / matando sarracenos / como langostas." Estudios realiza- dos con posterioridad a la publicación de los "Recuerdos históricos" permitieron establecer que Corvalán llegó a Mendoza el 13 de Junio "al ocultarse el Sol".
Schmidtmeyer, que cruzó esta comarca en 1820, dice que un viajero a caballo, sin más equipaje que una muda de ropa en una pequeña petaca, puede hacer con comodidad, treinta, y con fatiga, cuarenta leguas por día, desde la salida a la puesta del Sol, haciendo una breve siesta. Como la distancia que separaba a la ciudad de la Punta de Mendoza era, por esos tiempos, de ochenta y cuatro leguas, puede inferirse que el mensajero hizo el viaje en dos jornadas.
Por consiguiente, es posible que arribara a San Luis antes del anochecer del día 11 de junio.
Lo indudable es que el martes 12 de junio de 1810 los capitulares puntanos se reunieron para considerar los oficios entregados por Corvalán: una nota de la Junta, fechada el 27 de mayo, y otra del Cabildo de Buenos Aires, datada el 29. Agregados a la primera venían algunos impresos: tal vez la Proclama del 26 y la Circular del 27.
En cuanto al oficio del Cabildo porteño -cuya lectura, como con tanto acierto lo destacara el doctor Sosa Páez, "aún hoy es incienso cívico que sahúma nuestro espíritu, aromándolo con religioso perfume de Patria"- también in cluía la Proclama y los Bandos que hiciera publicar el Ayuntamiento de Buenos Aires, los cuales fueron enviados unos impresos y otros en copia manuscrita. Ni esta correspondencia ni la del Cabildo puntano menciona la Circular impresa del Virrey Cisneros, de fecha 26 de mayo, y autenticada con su rúbrica pero, como todavía existe en los archivos mendocinos, seguramente fue también remitida a San Luis.
Los capitulares de la ciudad de la Punta -repetimos- deliberaron el día 12 de junio, con esos documentos a la vista. Como los textos han sido ampliamente difundidos, no nos esmeraremos en repetirlos. Cabría, sin embargo, hacer una excepción con la nota de la Junta de Fecha 27 de mayo, por cuanto de ella sólo se conserva el facsímil que Gez publicó en su "Historia". Por otra parte, no está de más recordarla, porque ella basta. para demostrar cuán lejos estaban los hombres de Mayo, en esos momenclamar la emancipación del secular poder español escribe Pastor. He aquí el oficio:
"La junta Provisional Gubernativa de las provincias del Río de la Plata, a nombre del Señor don Fernando VII, acompaña ana los adjuntos impresos que manifiestan los motivos y fines de su instalación Después de haber sido solemne reconocida por todas las corporaciones y jefes de esa capital, no duda que el celo y patriotismo de vuestra merced allanarán cualesquier embarazo que pudiera entorpecer la uniformidad de operaciones en el distrito de su mando, pues no pudiendo ya sostenerse la unidad constitucional sino por medio de una representación que concentre los votos de los Pueblos por medio de representantes elegidos por ellos mismos, atentaría contra el Estado cualesquiera que resistiese este medio, producido por la triste situación de la Península y único para proveer legítimamente una autoridad que ejerza la representación del señor Don Fernando VII y vele sobre la guarda de sus augustos derechos, por una nueva inauguración que salve las incertidumbres en que se halla envuelta la verdadera representación de la Soberanía.
Vuesamerced conoce muy bien los males con siguientes a una desunión que, abriendo la puerta a consideraciones dirigidas por el interés momentáneo de cada pueblo, produzca al fin una recíproca debilidad que haga inevitable la ruina de todos; y ésta debería esperarse muy de cerca, si la potencia vecina que nos acecha pudiese calcular sobre la disolución de la unidad de estas provincias. Los derechos del Rey se sostendrán si, firmes los Pueblos en el arbitrio de la general convocación que se propone, entran de acuerdo en una discusión pacífica bajo la mira fundamental de fidelidad y constante adhesión a nuestro augusto Monarca, y la Junta se lisonjea que de este modo se consolidará la suerte de estas provincias, presentando una barrera a las ambiciosas empresas de sus enemigos y un teatro estable a la vigilancia y celo de sus antiguos magistrados."
Agreguemos a esto, para comprender mejor la actitud de los capitulares puntanos, que la Junta, en su primera proclama, afirmaba que "Los grandes objetos de sus conatos" eran los mismos sentimientos del pueblo, es decir, "un deseo eficaz, un celo activo y una contracción viva y asidua a proveer por todos los medios posibles la conservación de nuestra Religión Santa, la observancia de las Leyes que nos rigen, la común prosperidad y el sostén de estas posesiones en la más constante fidelidad y adhesión a nuestro muy amado Rey y Señor Don Fernando VII y sus legítimos sucesores en la corona de España.
El día 12 de junio -lo repetimos una vez más, porque .la fecha constituye un auténtico fasto puntano- los capitulares asientan por acuerdo en su libro de obedecimiento a las órdenes que se les imparte desde Buenos Aires. No hay, pues, flaquezas ni vacilaciones en su proceder. Muy por el contrario, debe destacarse- como en buena hora lo hiciera el doctor Juan Carlos Saá- que "cabe a San Luis la Gloria de ser la primer Provincia argentina que se adhirió a la Revolución". Al día siguiente del acuerdo, el Cabildo redacta la respuesta a la Junta, en la que dice textualmente:
"Ha recibido este Ayuntamiento el oficio de V.E. que con fecha 27 de mayo le dirigió, acompañado de los impresos relativos a la nueva creación de V.E., representante de los augustos derechos de nuestro amado Rey el Señor don Fernando VII. No hay para este congreso cosa más adaptable que las disposiciones de V.E. en esta parte; y dándose por ello incesantes parabienes, repite en obsequio de ellas la más sumisa y ciega obediencia con que, desde luego, acudirá gustoso a ejecutar los preceptos que se digne imponerle.
Con respecto a hallarse varios vecinos de los principales en la jurisdicción de esta Ciudad, se ha suspendido la elección de diputado, convocándolos para el 28 del corriente, graduando la distancia y dificultades que pueden ocurrirles para presentarse antes a dicha elección.
Verificada que sea en el citado día, que se ha dispuesto concluir con luminaria general y misa solemne en acción de gracias por nuestra reunión, de su resultado se dará parte a V.E. en el correo más próximo."
La nota dirigida al Ayuntamiento de Buenos Aires es similar; pero al afirmar que veneran sus determinaciones, los cabildantes puntanos protestan "en un todo sacrificar hasta el último aliento en obsequio de nuestro amado soberano, el señor don Fernando VII, principal objeto, haciendo entender a sus súbditos esta precisa obligación de cuya pronta unión no duda para seguir las huellas que le demarca la sabia dirección de V.E. en la defensa de sus derechos".
Escritas ambas notas, ocurre lo inesperado: ese mismo miércoles 13 llega a la Ciudad de San Luis un propio conduciendo un oficio del gobernador intendente de Córdoba