Capitulo VI
Los días de Mayo
CAPITULO VI
LOS DIAS DE MAYO
Antes de la Revolución
La historia de las ideas no ha sido encarada en San
Luis. Poca es la documentación con que se cuenta para
arriesgarse en terreno tan difícil, generalmente orillado mediante generalizaciones cómodas y poco peligrosas. De ahí
que no resulte superfluo tratar de allegar algunas referencias que acaso sirvan alguna vez de punto de arranque para
tan interesantes estudios.
Hemos mencionado el sentido de independencia y la
propensión al gobierno propio que revelan muchas actitudes
viriles del pueblo puntano. Señalamos también la defensa
del patrimonio común, tanto de las depredaciones de los
indios rebeldes como de los avances de vecinos resueltos a
llevar adelante sus negocios. A todo ello añadimos no divulgadas
noticias sobre un abortado motín con tintes comuneros. Veamos ahora
otras huellas de rebeldía, que si no entroncan con la Revolución,
ayudan a comprender el
alma de los tiempos.
Sobremonte, en la recomendación hecha al Cabildo el
26 de abril de 1785, asentó aquellas palabras que es preciso repetir:
"Bien sé que en otros tiempos del engaño y de la preocupación, que
merecen borrarse de la memoria de los hombres, hubo algunos en esta
jurisdiccion que no dieron buenas pruebas de la ciega
obediencia que todos debemos rendir a nuestros
superiores, pero tampoco ignoro que éstos fueron
muy pocos, tal vez arrastrados del influjo de algún
mal intencionado."
En un oficio dirigido al marqués de Loreto, el gobernador intendente ilumina algo más el cuadro, al describir
así a los puntanos:
"El carácter de estos habitantes es sencillo,
pero la falta de instrucción y buena educación, y
sobre todo el que no había experimentado castigos,
les ha hecho pasar con razón en el concepto de poco
subordinados; sin embargo, el suceso de la prisión
de don José Quiroga y don Juan José Gatica que
practiqué en consecuencia de un despacho de V.E.,
me acreditó no sólo la utilidad de este ejemplar tan
oportunamente resuelto, sino que habiendo conocido por él el peso de la
autoridad superior, aprendieron que los delitos de inobediencia no
quedan
impunes ni aún en los más poderosos del pueblo, y
dieron señales de respeto y veneración a las providencias superiores".
La Villa de la Carolina fue también escenario de intranquilizadores
sucesos, según lo ha hecho conocer el P. Grenón en una muy valiosa
relación documental, referida a las actividades del mineralogista don
José María Caballero. A fines de junio de 1793, Sobremonte escribía a
Lafinur manifestándole haberse enterado de que el tal Caballero "ha
producido en ese mineral, en las concurrencias,
especies muy perjudiciales a la quietud y subordinación,
apoyando en ellas los procedimientos de la Asamblea de
Francia y esparciendo que el hombre nació libre; que, como
tal, debe obrar, que en todo, debe serlo; que los franceses
han abierto los ojos a las demás naciones en los goces de
la libertad".
Por todo ello, Sobremonte ordenaba hacer "una información reservadísima de testigos idóneos", pues "convenía
muchísimo tales especies no se viertan y que se escarmiente, como corresponde, al que las produce".
Al referirse a esas expresiones, uno de los testigos declara que "no
las tiene presente porque ha parado poco
la consideración en ellas, conceptuando que el que las vertía
pensaba hacerse expectable por aquel raro término de producir especies
que fuesen extrañas a los sentimientos comunes de los oyentes". Otro de
los testigos, el cirujano
Francisco Javier Garay, es más memorioso: recuerda que
"cuando venían noticias de las cosas de Francia", Caballero
decía:
"Que aquella nación había abierto los ojos a
las demás; que antes eran esclavos y ahora gozaban de su libertad, y
también lo son en el gobierno de España los españoles, y debían ser
libres para
todo".
El comandante don Mariano de Larrazábal fue también contundente:
"En cuanto a las producciones contra el Gobierno le dijo al que declara
que no se quitará las barbas hasta que su causa fuese juzgada "por el
Tribunal de Méjico o Lima, pues no quería ser juzgado por gobierno de
zapateros".
Cuando en 1806 se citaron las milicias para marchar
a la reconquista de Buenos Aires, el partido de la Falda
-o sea los alrededores de Merlo.- se conmovió por culpa
del teniente de milicias urbanas don Manuel Vieyra, quien
reunió a los vecinos "valiéndose de los medios más extraños
y reprobables conductos". Don Pedro Ignacio Rovere, el
militar que denunció estos hechos, aseguró que Vieyra empleó "un estilo tan extravagante y tan soez, que no sólo
ha hollado los respetos de la sagrada persona de nuestro
Soberano, violado las leyes del reglamento que ha dado a
nuestros cuerpos y atropellado los respetos de la Coman
dancia de armas, sino también ha querido expulsar los soldados de mi compañía".
La acusación no pudo ser probada plenamente. Pero la
relación de Rovere vale mucho más que hondas y sapientes
inferencias:
"Sí, señor Comandante: de este modo, luego que
el citado Vieyra juntó la gente de su compañía urbana y los individuos
de la mía en el paraje de
los Molles, los puso en formación en ala y dijo
estas palabras: Señores soldados, ya no hay regimientos voluntarios; ya
pueden sacarse las cucardas, y cagarse en ellas; y los hijos de viudas,
y
otros que tuviesen boleto del Comandante, metanselos en el culo, que
nada les sirve."
La revolución en San Luis
Afirma Hudson que el portador de los despachos de la
Junta Gubernativa para los Cabildos de Mendoza, San Juan
y San Luis fue el Oficial Manuel Corvalán, natural de la
Ciudad nombrada en primer término, y de quien dice una
copla popular: "Allá viene Corvalán / de posta en posta /
matando sarracenos / como langostas." Estudios realiza-
dos con posterioridad a la publicación de los "Recuerdos
históricos" permitieron establecer que Corvalán llegó a Mendoza el 13 de Junio "al ocultarse el Sol".
Schmidtmeyer, que cruzó esta comarca en 1820, dice
que un viajero a caballo, sin más equipaje que una muda
de ropa en una pequeña petaca, puede hacer con comodidad,
treinta, y con fatiga, cuarenta leguas por día, desde la salida a la
puesta del Sol, haciendo una breve siesta. Como
la distancia que separaba a la ciudad de la Punta de Mendoza era, por
esos tiempos, de ochenta y cuatro leguas, puede inferirse que el
mensajero hizo el viaje en dos jornadas.
Por consiguiente, es posible que arribara a San Luis antes
del anochecer del día 11 de junio.
Lo indudable es que el martes 12 de junio de 1810 los
capitulares puntanos se reunieron para considerar los oficios
entregados por Corvalán: una nota de la Junta, fechada el 27 de mayo, y
otra del Cabildo de Buenos Aires, datada el 29. Agregados a la primera
venían algunos impresos: tal vez la Proclama del 26 y la Circular del
27.
En cuanto al oficio del Cabildo porteño -cuya lectura,
como con tanto acierto lo destacara el doctor Sosa Páez,
"aún hoy es incienso cívico que sahúma nuestro espíritu,
aromándolo con religioso perfume de Patria"- también in
cluía la Proclama y los Bandos que hiciera publicar el
Ayuntamiento de Buenos Aires, los cuales fueron enviados
unos impresos y otros en copia manuscrita. Ni esta correspondencia ni
la del Cabildo puntano menciona la Circular
impresa del Virrey Cisneros, de fecha 26 de mayo, y autenticada con su
rúbrica pero, como todavía existe en los archivos mendocinos,
seguramente fue también remitida a San Luis.
Los capitulares de la ciudad de la Punta -repetimos-
deliberaron el día 12 de junio, con esos documentos a la vista. Como
los textos han sido ampliamente difundidos, no
nos esmeraremos en repetirlos. Cabría, sin embargo, hacer
una excepción con la nota de la Junta de Fecha 27 de
mayo, por cuanto de ella sólo se conserva el facsímil que
Gez publicó en su "Historia". Por otra parte, no está de
más recordarla, porque ella basta. para demostrar cuán lejos estaban
los hombres de Mayo, en esos momenclamar la emancipación del secular
poder español
escribe Pastor. He aquí el oficio:
"La junta Provisional Gubernativa de las
provincias del Río de la Plata, a nombre del Señor
don Fernando VII, acompaña ana los adjuntos
impresos que manifiestan los motivos y fines de su instalación
Después de haber sido solemne
reconocida por todas las corporaciones y jefes
de esa capital, no duda que el celo y patriotismo de vuestra merced
allanarán cualesquier embarazo que pudiera
entorpecer la uniformidad de operaciones en el distrito de su mando,
pues no pudiendo ya sostenerse
la unidad constitucional sino por medio de una representación que
concentre los votos de los Pueblos
por medio de representantes elegidos por ellos mismos, atentaría contra
el Estado cualesquiera que
resistiese este medio, producido por la triste situación de la
Península y único para proveer legítimamente una autoridad que ejerza
la representación del señor Don Fernando VII y vele sobre la guarda de
sus augustos derechos, por una nueva inauguración que salve las
incertidumbres en que se
halla envuelta la verdadera representación de la Soberanía.
Vuesamerced conoce muy bien los males con
siguientes a una desunión que, abriendo la puerta
a consideraciones dirigidas por el interés momentáneo de cada pueblo,
produzca al fin una recíproca debilidad que haga inevitable la ruina de
todos; y
ésta debería esperarse muy de cerca, si la potencia
vecina que nos acecha pudiese calcular sobre la
disolución de la unidad de estas provincias. Los derechos del Rey se
sostendrán si, firmes los Pueblos en el arbitrio de la general
convocación que se
propone, entran de acuerdo en una discusión pacífica bajo la mira
fundamental de fidelidad y constante adhesión a nuestro augusto
Monarca, y la
Junta se lisonjea que de este modo se consolidará
la suerte de estas provincias, presentando una barrera a las ambiciosas
empresas de sus enemigos y un teatro estable a la vigilancia y celo de
sus antiguos magistrados."
Agreguemos a esto, para comprender mejor la actitud
de los capitulares puntanos, que la Junta, en su primera
proclama, afirmaba que "Los grandes objetos de sus conatos" eran los mismos sentimientos del pueblo, es decir, "un
deseo eficaz, un celo activo y una contracción viva y asidua
a proveer por todos los medios posibles la conservación de
nuestra Religión Santa, la observancia de las Leyes que
nos rigen, la común prosperidad y el sostén de estas posesiones en la más constante fidelidad y adhesión a nuestro
muy amado Rey y Señor Don Fernando VII y sus legítimos
sucesores en la corona de España.
El día 12 de junio -lo repetimos una vez más, porque
.la fecha constituye un auténtico fasto puntano- los capitulares asientan por acuerdo en su libro de obedecimiento
a las órdenes que se les imparte desde Buenos Aires. No
hay, pues, flaquezas ni vacilaciones en su proceder. Muy
por el contrario, debe destacarse- como en buena hora lo
hiciera el doctor Juan Carlos Saá- que "cabe a San Luis
la Gloria de ser la primer Provincia argentina que se adhirió a la Revolución".
Al día siguiente del acuerdo, el Cabildo redacta la respuesta a la Junta, en la que dice textualmente:
"Ha recibido este Ayuntamiento el oficio de
V.E. que con fecha 27 de mayo le dirigió, acompañado de los impresos
relativos a la nueva creación de V.E., representante de los augustos
derechos de
nuestro amado Rey el Señor don Fernando VII. No
hay para este congreso cosa más adaptable que las
disposiciones de V.E. en esta parte; y dándose por
ello incesantes parabienes, repite en obsequio de
ellas la más sumisa y ciega obediencia con que, desde luego, acudirá
gustoso a ejecutar los preceptos que se digne imponerle.
Con respecto a hallarse varios vecinos de los
principales en la jurisdicción de esta Ciudad, se ha
suspendido la elección de diputado, convocándolos
para el 28 del corriente, graduando la distancia y
dificultades que pueden ocurrirles para presentarse
antes a dicha elección.
Verificada que sea en el citado día, que se ha
dispuesto concluir con luminaria general y misa
solemne en acción de gracias por nuestra reunión,
de su resultado se dará parte a V.E. en el correo
más próximo."
La nota dirigida al Ayuntamiento de Buenos Aires es
similar; pero al afirmar que veneran sus determinaciones,
los cabildantes puntanos protestan "en un todo sacrificar
hasta el último aliento en obsequio de nuestro amado soberano, el señor don Fernando VII, principal objeto, haciendo
entender a sus súbditos esta precisa obligación de cuya
pronta unión no duda para seguir las huellas que le demarca la sabia dirección de V.E. en la defensa de sus derechos".
Escritas ambas notas, ocurre lo inesperado: ese mismo
miércoles 13 llega a la Ciudad de San Luis un propio conduciendo un oficio del gobernador intendente de Córdoba