Historia 15 de febrero del 2011

Capitulo X

La Guerra Civil

 

CAPITULO X

LA GUERRA CIVIL


Estado de la provincia en 1828 Las generaciones actuales olvidan, con frecuencia, las vicisitudes que padecieron los antepasados y hasta se avanzan a enjuiciarlos sin haber ahondado en sus trabajos y en sus aspiraciones. La empresa de aproximarse a esas vidas, poco menos que ignoradas, no sólo es ardua sino que reclama, principalmente, honradez de intención e insobornable amor a la verdad. Por nuestra parte, creemos útil continuar brindando materiales nobles a quienes trabajan con dignidad en la reconstrucción del pasado puntano. De ahí que nos detengamos en algunos aspectos del gobierno de don José Santos Ortiz, convencidos de que ellos ayudarán a comprender los duros años que siguieron a su nada tersa administración.
El sistema sanmartiniano de los donativos y contribuciones patrióticas continuaba siendo de común aplicación a mediados de 1828, en que los vecinos de la ciudad y de la campaña entregaban -más de una vez con reticencia - ganado vacuno y caballar, cuando no dinero que supliese su valor. Comisionados por la Sala de Representantes, algunos individuos activos y prácticos recorrían los diversos partidos de la jurisdicción, para exigir el aporte destinado a atender la defensa de la provincia. Ocultamientos, denuncias y atropellos se entrelazaban con el auténtico patriotismo, fructificando en resentimientos y enconos proclives al desorden y al retroceso.
El ministro de Hacienda don Rafael de la Peña ponía de relieve, con fecha 17 de octubre, el poco afecto que había producido el requerimiento oficial hecho a los deudores del ramo de diezmos de años anteriores, cuyo importe ascendía a cinco mil quinientos trece pesos, siete y medio reales.
En el referido oficio, agregaba de la Peña:
"Esta falta se hace demasiado sensible en las circunstancias presentes, pues que el Ministro se halla careciendo de todo arbitrio para cumplir las órdenes superiores que tanto cuanto son necesarias deben ser ejecutivas, pues hace algún tiempo que las Fronteras de la provincia se hallan invadidas por los bárbaros, y por lo mismo en la necesidad de contenerlos y cuidar con las milicias aquellos puntos como tan necesarios; y cuando se está entendiendo en reparos tan urgentes, se halla esta Caja sin tener absolutamente con qué subvenir a los gastos. Y por esto debo representar a V.E. que estos deudores deben ser compelidos de un modo imponente, ya que se desentienden a las reconvenciones políticas que les hace el Ministro, no solamente de palabra si no también por oficio." ¿Y quiénes eran esos deudores? Por cierto que todos vecinos de pro y a los cuales el amanuense no escatima el Don: Blas de Videla, Tomás Gatica, José Nicasio Becerra, la testamentaria del finado Isidro Suasti, Casimiro Novillo, Gerónimo Ortiz, Justino V élez, Luis de Videla, Anastasio Calderón, Miguel Guiñazú, Tomás Sosa, Calixto González, Marcos Guiñazú, José Lino Basconselos, José Rodríguez, Liborio Guiñazú y José Leandro Cortés. Prolija enumeración que acaso sirva para comprender la inutilidad de aquella distinción entre "ángeles" y "demonios" tan del agrado de enardecidos narradores.
Por ley sancionada el 15 de octubre de 1827, la Representación de la Provincia dispuso establecer una Junta de Representantes permanente, con el principal objeto de que el Gobierno pudiera expedirse con su conocimiento en los asuntos arduos que ocurriesen, ya con motivo de la guerra con el Brasil, ya por el de instalar una autoridad nacional que representase la República. Sin embargo, dicha Junta no se constituyó en los primeros meses de 1828 pues varios representantes electos solicitaron prórroga "por los perjuicios que se les arrogaba".
El 3 de julio, Ortiz convocó a los diputados, pues ya había pasado "el tiempo en que pudiera por sus faenas serles funesta su concurrencia" a la ciudad. En la reunión, que debía realizarse el 16, se determinaría "el modo de suavizar una pensión indispensable para conservar nuestros derechos y nuestra libertad". Poco o nada se adelanta entonces, pues el 29 de noviembre de 1828 la Sala de Representantes -presidida por Cornelio Lucero y en la que actuaba como secretario Justino Vélez- tras considerar "la urgente necesidad de que sea relevada por la Junta permanente" y "habiendo transcurrido más tiempo del que debía para su instalación", decretó que "la Sala permanente deberá instalarse precisamente el 15 de diciembre próximo" y recomendó al Poder Ejecutivo dictar "todas las providencias que sean necesarias a fin de no dejar ilusoria una ley que con la más detenida meditación dictó la Sala". Con fecha 5 de diciembre el presidente de la junta electoral don Cornelio Lucero comunicó al gobernador que, habiendo practicado las elecciones de empleos concejiles, habían resultado electos para alcalde de primer voto el comandante Prudencio Vidal Guiñazú, de segundo voto Juan Alejandro Sosa, para alguacil mayor y fiel ejecutor Eufrasio Videla y para procurador de ciudad, defensor de menores y pobres Justino Vélez, todos los cuales desempeñarían sus funciones en el año entrante. También informaba Lucero:
"El cuerpo electoral tomó la providencia de concentrar los empleos en la forma referida en razón de no pensionar vecinos en circunstancias de necesitarse expeditos los brazos para la defensa de la provincia en la guerra con los bárbaros, y también para ponerse al nivel de los demás pueblos en esta parte."
Este paso no resultó suficiente y pocos días después la Sala de Representantes designó una comisión integrada por Juan Lamas, José Leandro Cortés y Tomás Barroso para que dictaminase "el modo de simplificar por ahora la Representación de la provincia, a causa de la diseminación de sus habitantes, motivo por el cual no podrá subsistir la Sala permanente". La tarea de esta comisión no dejó de tener dificultades, pues el asunto "se le ha presentado bajo un aspecto de grave trascendencia" y "cada idea o pensamiento relativo al objeto indicado es al momento combatido por un tropel de inconvenientes tan necesarios como insuperables". Por eso en su dictamen decía la comisión:
"Ello es evidente que, adoptado como está entre nosotros el sistema representativo, Sala de Representantes debe haber en San Luis porque sin ella San Luis aparecería en el mundo de un modo singular, enteramente separado del común de todos los pueblos de la unión; pero también lo es que, para establecerse ésta tal cual su carácter y dignidad lo exige, es indispensable oseer un lleno de elementos de que carece nuestro país, y he aquí una dificultad que desbarata esta idea. Escaso de hombres, de luces y otros recursos fáciles de adoptar, no es practicable sin enormes perjuicios de los vecinos; nada era esto si la esperanza de un resultado feliz fuese digno de la Soberanía que representa y correspondería un tanto al empeño principal en que consisten los intereses de la República. Si la provincia de San Luis continúa representándose como hasta aquí, esto es, que sólo se reúna por Representantes cuando la necesidad de los casos o negocios lo pida, retirándose luego cada uno a sus hogares; sobre ser esta práctica igualmente singular y tocar los escollos de una molestia que al paso que se repita es más gravosa, nada se avanza por los mismos inconvenientes que ofrece la escasez ya citada, pudiéndose agregar otro que resulta de la crítica al menor de los díscolos, y que no poco llega a influir en los hombres sencillos, incautos, vulgares y poco pensadores.
Una Sala de Representantes permanente es de necesidad tenga señalados sus límites y designadas sus atribuciones, para evitar choques y competencias con el Poder Ejecutivo. Y, señores, ¿quién podrá con tino, sabiduría o tal prudencia trazar este deslinde tan delicado, que a la vez no toque en los escándalos y pésimas consecuencias que una triste experiencia nos enseña han causado las disputas de esta clase? Sin olvidar el abuso que se puede hacer de las facultades conferidas, de aquéllas nacen siempre las facciones, de éstas las revoluciones, de éstas el desorden, las guerras civiles y domésticas, en una palabra el acabamiento de unos con otros. Una Comisión provisoria por meses es más propia para asuntos particulares que para representación provincial; y a más de esto o nos faltarían hombres para rolar o vendríamos a parar en gravar repetidas ocasiones a unos mismos. Delegar todas las facultades en uno solo o en el Poder Ejecutivo, ya incidimos en el despotismo a que está expuesto este método ya anticuado entre las repúblicas ilustradas."
Y a renglón seguido asentaban los comisionados:
"En este estado de conflictos y de tropiezos, la comisión nombrada ha balanceado mucho sobre la elección de un medio que, sin dejar de ser permanente, llene los deseos de la Honorable Sala, haga menos gravoso el trabajo, economice hombres, evite competencias, consulte la armonía entre las autoridades, consolide la administración, auxilie al Poder Ejecutivo, ponga un freno a los turbadores del orden y dé un ejemplo de unión a todos nuestros comprovincianos. Para expedirse, pues, en este asunto ha proyectado lo siguiente:
Artículo 1º -La provincia de San Luis será permanentemente representada por tres individuos con el nombre de Presidente, Vocal decano y Secretario con voto. Su denominación oficial será Honorable Representación de la Provincia de San Luis. 2º -Los dos primeros serán permanentemente los dos alcaldes o jueces de primera instancia, que siendo de necesidad que bajen a ejercer su magistratura, nada implica desempeñen las funciones de Representantes, pues se suponen hombres que han merecido la confianza popular, quedando sólo electivo el tercero, que puede serlo de la ciudad o de la campaña que tenga más proporciones y menos embarazos. 3º -La elección de estos tres individuos será la misma que se haga de alcaldes, añadiéndose la del tercero por la actual Honorable Sala en esta vez, y en seguida por los electores de toda la provincia, que anualmente deben convocarse para la elección de cargos concejiles.
4º -Supuesto el método anterior, se deja ver que la duración de esta Representación será de un año, turnando los oficios de Presidente, Vocal decano y Secretario cada cuatro meses.
5º -Para los casos de muerte, enfermedad notoria o ausencia justa ocupará el lugar vacante aquel vecino honrado del pueblo (es decir, de la ciudad) que la suerte por cédulas designase, extraída ésta por un joven repentinamente llamado al efecto. Presenciarán este acto los dos vocales existentes y el Poder Ejecutivo.
6º -Estos tres individuos que forman la Representación, resolverán absolutamente y universalmente en todos los negocios ocurrentes dentro y fuera de la provincia, sin restricción alguna; pero bajo la precisa condición de que en los casos arduos, difíciles y de trascendencia se asocien con el Poder Ejecutivo para recibir de él todos los conocimientos necesarios, la ilustración conveniente, y si es del caso, también su dirección.
7º -El Poder Ejecutivo estará obligado a prestarsus conocimientos y luces, pero sin voto.
8º -Se prescinde por ahora del deslinde de poderes, atribuciones y reglamento, quedando enteramente encargado se guarde armonía entre la Representación y el Poder Ejecutivo.
9º -La Representación dicha dará anualmente cuenta a la general de la provincia, para recibir de ésta su aprobación o la reforma de aquellas deliberaciones que la admitan, y entonces recién recibirán el carácter de ley provincial o municipal.
10º -Que de fondos de Propios se extraiga lo preciso para escribiente y demás gastos ordinarios, que a juicio de la Comisión podrán alcanzar hasta cuarenta pesos por el presupuesto o cálculo que se ha hecho.
11 º -Este proyecto, si se acepta, puede durar hasta que el país se constituya enteramente, quedando por lo mismo derogadas y de ningún valor ni fuerza cualesquiera otras resoluciones que anteriormente se hayan tomado en el particular."
En su sesión del 23 de diciembre, la Sala de Representantes aprobó el proyecto por pluralidad de sufragios y procedió al nombramiento del Representante que debía integrar la Representación con los dos alcaldes ordinarios, recayendo la elección en el capitán de Cívicos don José Felipe Ortiz. No está de más recordar los nombres de los componentes de la Sala que asumió la responsabilidad de este cambio. Eran ellos Vicente Servando Varela (presidente), Manuel Antonio Salazar, José Leandro Cortés, Esteban Adaro, Juan Francisco Oyola {todavía no firmaba Loyola), el presbítero doctor Joaquín Pérez, Juan Lamas y Tomás Barroso (secretario).
Integraron, pues, la primera Honorable Representación de la Provincia de San Luis el comandante Prudencio Vidal Guiñazú, don Juan Alejandro Sosa y el capitán .José Felipe Ortiz, quiénes comenzaron a desempeñar su difícil cometido cuando el país era sacudido por la revolución de los "decembristas" porteños encabezados por Lavalle.
En cuanto a la antigua Sala, antes de disolverse aprobó los gastos hechos por el gobernador Ortiz en la reedificación de la iglesia matriz de esta ciudad, dándole también las gracias "por su asiduo trabajo en su obra que refluye en beneficio público y es tan interesante al culto de nuestra sagrada religión".
Así era el hombre, que, un lustro antes, había dispuesto a extinción del Convento de Predicadores.

JOSÉ SANTOS ORTIZ

Hijo de don Pedro Ortiz y de doña Candelaria Freites, nació en Renca el 1º de noviembre de 1784 y estudió en Córdoba, aunque no alcanzó a doctorarse en Teología. El 30 de junio de 1810 formó parte del cabildo abierto reunido en la ciudad de San Luis para ratificar su adhesión a la Junta y elegir el diputado que representaría a la jurisdicción puntana. Casado con doña Inés Vélez Sársfield, en su villa natal ejerció el empleo de comandante y se dedicó a la ganadería.
Capitán de milicias en 1815, en 1819 el Cabildo lo eligió para entablar negociaciones con los caudillos del Litoral, propósito al que se opuso Pueyrredón. Luego del derrocamiento de Dupuy --empresa a la que contribuyó firmemente- fue nombrado alcalde de primer voto y el 23 de marzo de 1820 se le encomendó también el despacho de Gobierno. Inició entonces un elevado quehacer, interrumpido por la invasión del caudillo chileno José Miguel Carrera. Esta circunstancia, dolorosa para la Provincia, le permitió, sin embargo, anudar una leal amistad con Juan Facundo Quiroga y es muy posible que sus ideas de unión y concordia encontrasen eco en las preocupaciones del jefe riojano. Como gobernador, Ortiz dio innumerables pruebas de prudencia, de generosidad y de buena fe.
Detrás de su labor administrativa, hay huellas de diversas manifestaciones culturales -particularmente en lo relativo a representación de obras de teatro- que hacen olvidar sus , afanes mercantiles. El ilícito y escandaloso comercio con los indios le dio argumento para proponer al gobierno de Buenos Aires, en 1823, una campaña contra ellos. Y el tratado de Guanacache revela sus sentimientos católicos, puestos en duda por quienes lo suponen calco rivadaviano. También Mendoza conoció su tesón y su prudencia, pues en 1831 y 1832 actuó como ministro de Guerra y Relaciones Exteriores de esa provincia. General y doctor -como gustaba titularlo Zinny - murió junto a Facundo Quiroga el 16 de febrero de 1835, en Barranca Yaco. Y es lamentable que la pobre imaginación de algunos literatos haya deformado su personalidad de altos quilates, convirtiendo en pusilánime a quien tenía muy otro temple.

Gobierno de Prudencia Vidal Guiñazú

La sangre derramada en los campos de Navarro salpicó también la provincia de San Luis, donde la intranquilidad creció con el alejamiento de don José Santos Ortiz.
El comandante don Prudencio Vidal Guiñazú, en quien aquél delegó el gobierno a fines de febrero de 1829, intentó evitar la propagación del desorden haciendo encarcelar a notorios cabecillas rebeldes como don Blas de Videla y procurando reunir elementos para la guerra. Por entonces estaba pendiente de recepción un armamento comprado en Chile y el que debía ser pagado con ganado que se vendería en Mendoza.
Desde esa Ciudad, don Rafael de la Peña -que había cesado en sus tareas de ministro de Hacienda puntano el 31 de marzo manifestaba en una carta particular su beneplácito por "la colocación e ingreso al gobierno" de Guiñazú. Y añadía:
"Esta disposición es tan cuanto agradable para los amigos de este sujeto, en general benéfica y lisonjera para todo hombre que piensa con juicio y en favor de esa provincia; yo tal lo concibo y estoy en que no me engaño, pues es la persona más a propósito que podíamos desear para que no solamente pueda serenarse la borrasca que ha corrido la provincia, sino también para su conservación en adelante; y así es que este vecindario, dando principio por el Jefe y siguiendo por toda persona bien intencionada, todos en general muestran complacencia en la elección que se ha hecho y esperan que esa provincia con ésta seguirán siempre cumpliendo con los tratados de asociación que tienen hechos, y debemos convenir que es cuanto se debe desear en las circunstancias presentes. Lo que acabo de decir lo comprueba muy bien la aceptación que se ha hecho del manifiesto que vino de ésa y ya se ha, impreso, el cual ha hecho bastante honor a los autores, pues, demuestra claramente la imparcialidad con que allí se habla, detallando sólo la justicia y descubriendo, al mismo tiempo, lo que se llama embrolla."
El 3 de abril el gobierno de San Luis suscribió con el de Córdoba un convenio cuyas principales disposiciones "tendían a mantener, entre las provincias contratantes, la más cordial amistad y a prestarse mutua ayuda en defensa del sistema federal, por el cual se habían pronunciado casi todos los pueblos de la República". Para sostener sus derechos "contra esa facción que quería cimentar el sistema de la unidad con las bayonetas", San Luis reforzaría el ejército de Córdoba con 150 hombres de caballería "y todos cuantos caballos pueda proporcionar para sostener la guerra", agravada por la hostilidad de los indios.
Como lo expresa Gez, este tratado fue ratificado por Guiñazú el 9 de abril, "en circunstancias que el general Paz penetraba en la ciudad de Córdoba, al frente de su división".
De nuevo San Luis se desangraba.
Eficazmente secundado por su ministro y comandante don Antonio Navarro, Guiñazú promovió la compra de caballos para cumplir con lo pactado, al mismo tiempo que destacaba fuerzas en ayuda del gobierno cordobés. Pero, ante los progresos del general Paz, los efectivos puntanos marcharon por el camino de la costa de la sierra hacia el norte, al mando del "godo" Antonio Navarro y del capitán Celestino Romero. Es preciso señalar que a las fuerzas de San Luis reunidas por don José Elías Rodríguez en el Morro y la Punilla se sumaron dragones cordobeses y -en mala hora- un medio centenar de indios titulados amigos. Mientras aguardaban noticias del general Facundo Quiroga, estas fuerzas hostilizaron a los efectivos de Lamadrid y de Pringles, destacados por Paz para contener el avance de los federales, sobre quienes cargaron también los soldados de Pedernera. Merlo, Santa Rosa, Punta del Agua y Renca soportaron depredaciones de uno y otro bando, en tanto que la muerte, la desolación y el odio ensombrecían las riberas del Conlara. Los indios del sur -que habían recorrido la comarca como aliados- no tardaron en aprovechar el conocimiento adquirido y orientaron sus malones hacia las estancias puntanas, favoreciendo de paso las intenciones de los unitarios.
A fines de junio, desde el Saladillo, don Nicolás Quiroga informaba a Guiñazú sobre la imposibilidad de reunir la contribución ordenada, pues "con las novedades y la amenaza del enemigo bárbaro, todos se han disparado".
Tras delegar el mando en don Calixto María González, el gobernador salió a la campaña perturbada por las malas noticias provenientes de San Juan, donde los sublevados intentaban crear un nuevo frente de lucha, contando con la colaboración de activos cabecillas puntanos como el coronel don Luis de Videla, a quien se acusaba de haber escondido una parga de sables del Estado.
La alarma cundía por todos los rumbos. El 3 de agosto, el gobierno demandó nuevos sacrificios mediante una circular en la que expresaba:
"La provincia de San Luis se ve en la dura necesidad de hacer uso de los mismos derechos que le concedió la Naturaleza, esto es defenderse de sus enemigos. La guerra civil que han promovido los jefes de las tropas nacionales no tienen otro objeto que hacer esclavos a los pueblos, para ejercer con ellos un despotismo sin límites. Los bárbaros del Sud parece que hubieran jurado acabar con nosotros. Se han recibido noticias ciertas de que en Marivil están reunidos para invadir toda la provincia en esta luna. Al Gobierno Al vecindario entero no se le puede ocultar los grandes males que nos causarán si no nos preparamos a escarmentar para siempre un enemigo bárbaro e infiel. Con este objeto el Gobierno tiene acuartelados más de trescientos hombres que, unidos a las tropas auxiliares de la benemérita provincia de Mendoza, no podemos dudar del triunfo de todos nuestros enemigos. Para los gastos que demande la permanencia de nuestras tropas acuarteladas, no hay en los fondos públicos cómo socorrerlas en las necesidades más precisas del hombre. En la alternativa, pues, de defender el país o dejarlo perecer, el Gobierno se ha decidido por lo primero. La tropa no puede existir sin socorro, y no teniendo medio, para hacerlo ocurre como siempre al acendrado patriotismo de los hijos de la provincia de San Luis.
Por esto es que ha resuelto un empréstito en numerando los partidos de Quines y Santa Bárbara". El parte respectivo añadía:
"Que se logró hacer morder el polvo a muchos de ellos con la brillante carga que al frente de cincuenta colorados verificó el intrépido sargento mayor don Pablo Videla, quedando también en el campo quince mal heridos; a más, algunos caballos bien aperados, una corneta flamante y algunos sables y tercerolas, trofeos dignos del coraje de nuestros bravos."
Don Luis de Videla informaba ello de julio, desde el Balde de los Arce, "Que los límites de las cuatro provincias -San Luis, Córdoba, La Rioja y San Juan- han quedado purgados de todo germen anárquico, pues como un fruto digno de sus empeños se ha logrado hacer caer a muchas de las cabezas que promovían nuevas insurrecciones, poniendo en pavorosa fuga a los que no han caído en sus manos".
Las fuerzas puntanas -unos doscientos cuarenta hombres- regresaron a Renca el 20 de julio de 1830 y desde allí su jefe -don Hermenegildo Alba- recomendó a la consideración del gobierno "al señor coronel mayor don Luis de Videla y al señor comandante don Eufrasio Videla, pues estos señores son dignos del mayor premio, tanto por su actividad cuanto por sus esfuerzos de valor y patriotismo." No resulta superfluo ahora ampliar las noticias de Gez y explicar cómo los unitarios ponían orden en el interior de los departamento8 del norte y cómo fue tranquilizada la campaña.
Luego de hacerse cargo del gobierno, el 15 de marzo de 1830, el coronel Luis de Videla envió a los alcaldes de hermandad el bando que había hecho publicar en la ciudad, para que lo hicieran conocer en sus respectivas jurisdicciones y le informasen "a la mayor brevedad del efecto que hubiese producido". En sus instrucciones, agregaba Videla:
"Hágales usted entender a esos vecinos que si en el término que se previene no se presentan y entregan las armas, se procederá con todo el rigor que merecen sus tenacidades, así como se les perdona a todos los que cumpliendo con lo dispuesto en el referido bando hiciesen la entrega indicada. Previniéndoles también que nada tienen que esperar del bandido Facundo Quiroga, que todo su ejército ha sido concluido en la Laguna Larga; y, últimamente, que el plan que me he propuesto como verdadero Puntano, no es otro que hacer la felicidad de nuestra provincia, apartando de ella la guerra civil que tantos males nos ha acarreado."
Cuando Luis de Videla marchó al norte, delegó el gobierno en su hermano Ignacio, también coronel, a quien secundó como secretario don Vicente Servando Varelay como ministro de Hacienda don Lucas Adaro. No le faltó la colaboración de una comisión creada "para esclarecer los hechos de los reos de estado que se hallan presos en este cuartel". Uno de esos presos era don Prudencio Vidal Guiñazú; en cuanto a la comisión -que confesaba "sus ningunos conocimientos en la materia"- estaba integrada por José Antonio Becerra, Jacinto de San Martín, Pedro Berdeja, Manuel de Herrera, José Manuel Morales, Lorenzo Riveros y José Manuel Riveros.
El 20 de abril llegó al Rincón del Carmen don Joaquín Figueroa, a quien don Ignacio Videla había dado una "comisión reservada". Por la prolija información de don Epifanio Quiroga sabemos cuáles eran "dichos encargados", pues en una carta dirigida al gobernador delegado le dice:
"En el acto mismo acordamos la captura de todos los individuos enemigos y sujetos que juzgamos, tanto por sus hechos públicos como privados, ser enemigos de la quietud y la tranquilidad pública. El primero que se tomó y aseguró fue don Alberto Ontiveros, don Francisco Polanco, don José María Gutiérrez, don Pablo Céliz, don Juan de Dios Nieva, don Claudio Mora, Pablo Oviedo, Inocencio Cortés, Manuel Pallero, Fructuoso Sosa, José María Miranda, Juan Pérez. Los seis primeros han ejercido (a excepción de Gutiérrez) funciones civiles y militares en el tiempo en que el anarquismo fundó su autoridad en la provincia, y por lo mismo como jefes subalternos han animado el espíritu de desorden en la multitud, lo mismo que en la nómina de los que se siguen de éstos."
La carta de Epifanio Quiroga --escrita el 3 de mayo - explica todo lo que hay detrás de aquello que Gez denomina "personas honorables y adictas a la nueva situación".
"El dos del corriente se han pasado por las armas a Félix Rosas y Matías Maldonado. La sentencia que se acompaña instruirá a V.E. de sus causas y motivos, Mañana se va a fusilar a Inocencio Cortés, oficial que ha servido a las órdenes de edro Regalado Pereyra (alias coronel) quien ha cometido los hechos más escandalosos, y el que dije a V.E. que después de presentado se sublevó nuevamente con un número considerable de hombres, el cual remitiré su sentencia luego de ejecutada su muerte. Pablo Oviedo -compañero de éste y de los Ique se habían sublevado con dicho Cortés y los dos que indiqué anteriormente se habían fusilado --estaba destinado a recibir pena de muerte junto con Cortés; pero se le ha conmutado ésta con la de doscientos palos y luego entregarlo al servicio de las armas, el que será remitido en tiempo posible."
Mucho interesante podríamos transcribir. Sin embargo, creemos que basta con estas finales noticias y esperanzas de don Epifanio:
"Mi departamento o partidos de mi mando se encuentran ya tocando cuasi el último grado de quietud y tranquilidad. La captura de los reos indicados y la pérdida de vidas en los reos denunciados, han sido causas bastantes para imponer toda la obediencia y respeto que se merece la autoridad.
Podré anunciar a V.E. que en breve será noticiado de la quietud total y el resultado último de algunos pocos malvados que aún se quedan persiguiendo."
Quien se detenga a leer las cartas de don Joaquín Figueroa advertirá con qué leve cera suelen estar pegadas las plumas de los ángeles que discurren por ciertas adicionales -y adocenadas- historias. Pero apartándonos de quien clamaba "¡ Líbreme Dios de hombres rudos y aspirantes !" de quien consideraba el "perseguir vándalos" un "trabajo tan preciso como el vestido para el cuerpo desnudo", valoremos otras inquietudes del gobernador delegado, coronel don Ignacio Videla.
El 4 de mayo, don Tomás Ignacio Sosa le escribía desde Renca:
"Este vecindario se halla bastante escaso de todo artículo, y se podrán vender con alguna estimación cuanto se traiga; por esto es que digo a usted que podemos poner una casa con algún surtimento, según usted me dijo en días pasados cuando estuve en ésa; pero es preciso que lo hagamos lo más breve que se pueda, antes que otro entre y logre la mejor venta. Si usted siempre está en este proyecto, es preciso que en el momento que le llegue la carga que me dijo que esperaba de Mendoza, me avise para ir a traer el surtido que se ha de poner, o de no me lo mande a ésta, incluyendo la minuta de ello y al mismo tiempo los efectos que se deben comprar. Cuando usted me propuso que entablaríamos en ésta algún negocio, no acordamos el modo que sería nuestro contrato; y es preciso que en caso mande el negocio me avise también si se debe girar a medias esto o cuál es la parte en que me interesa."
Desde Mendoza, el coronel Luis de Videla -jefe de las fuerzas puntanas que actuaban en auxilio de aquella provincia- avisaba oficialmente el 16 de mayo que, para socorrer a sus soldados y ante "las urgencias imperiosas de auxiliar a las familias emigradas para que puedan pronto restituirse a sus hogares, y proveerse de armamento y demás útiles de guerra", había negociado "una suma de dinero capaz de llenar por ahora estas necesidades". Agregaba que, para satisfacer esa deuda, era indispensable que el gobierno mandase "embargar de cuenta del Estado todos los cueros, cerda y crin que hallen en la provincia de propiedad de don José, Femández o en compañía con él, como igualmente los de otros individuos que por sus opiniones políticas sean contrarios a la causa del orden".
Don Hermenegildo Alba, amigo y compañero de los Videla, comprendió que el horizonte se oscurecía. Y así le escribió a don Ignacio:
No puedo mirra sin dolor la mazamorra que ustedes están haciendo en la campaña, pues soy de sentir que no se hace otra cosa que hacer callar déspotas y criar otros, y abrirle cada día más y más las puertas a una anarquía más feroz que la que acabamos de hacer callar. En fin, compañero mío: ustedes sabrán lo que se hacen; yo les prometo acompañarlos muy poco, ustedes deben creer que yo en otras partes tengo mejores destinos, que si yo he vuelto a San Luis no es por ambición como lo están diciendo, sino por ser buen puntano. Usted y Adaro se están dejando sorprender con imposturas que me hacen muy poco honor, pues usted y Adaro crean que soy de los que no sufro caronas duras."
A mediados de junio fueron remitidos a Mendoza los reos don Vidal Guiñazú, don Tomás Sepúlveda y don Francisco Oyola", para que de allí pasasen a Chile. El gobernador provisorio de aquella provincia don José Videla, al avisar el 22 que los tenía en seguridad, agregaba ” Aunque a la sazón se halla cerrada la cordillera, se tratarán todos los medios que sean posibles para que pasen a pie, único modo en que es practicable aquella operación". Sin embargo, por orden del gobierno de San Luis, un mes después Oyola -Loyola- fue puesto en libertad, aunque intimándole la obligación de permanecer en la provincia (de Mendoza) hasta segunda orden, debiendo presentarse semanalmente al Jefe de Policía".
Luego de mencionar estos antecedentes poco recordados al reseñar la acción unitaria en San Luis, debemos detenemos en la consideración de otros aspectos interesantes del gobierno de los Videla.
El 5 de julio de 1830 las provincias de Córdoba, Catamarca, San Luis, Mendoza y La Rioja ajustaron un tratado de alianza, por el que sus gobiernos se comprometían a cultivar "paz, amistad y toda armonía", a la vez que miraban "desde hoy, como causa común, la constitución del Estado y organización de República". Las partes contratantes, asimismo, declaraban formalmente "no ligarse a sistemas políticos" y se obligaban "a recibir la Constitución que diere el Congreso Nacional, siguiendo en todo la voluntad general y el sistema que prevalezca en el Congreso de las provincias que se reúnan".
Al día siguiente -6 de julio-- los mismos gobiernos, "convencidos de los males que causa el comercio clandestino a la moral pública, a los intereses del Estado y de los comerciantes honrados", convinieron un tratado de seis artículos que propendía a trabar "un abuso demasiado generalizado por la dislocación en que se han encontrado los pueblos de la República". Este convenio, como el anterior, fue susbcripto por don José María Bedoya en representación de San Luis, quien el 31 de agosto firmó también el tratado que establecía un supremo poder militar provisorio entre las provincias contratantes y designaba al general don José María Paz para ejercerlo. En la convención de Guanacache, celebrada el 1º de abril de 1827, los gobiernos -cuyanos se comprometieron "a sostener en sus respectivas provincias, como única verdadera, la religión Católica, Apostólica Romana, con exclusión de todo otro culto público, procurando el mayor esplendor a la disciplina de la Iglesia". Y por cierto que los Videla no se apartaron de este compromiso, según lo demuestran diversos documentos de los archivos puntanos.
Desde Córdoba, el 22 de mayo de 1830, el vicario capitular doctor Pedro Ignacio de Castro Barros se refería a la carta que don Ignacio Videla le enviara ello expresaba entonces Castro Barros:
"La dicha su carta ha excitado sobremanera mi sensibilidad y mi celo en favor de esa provincia digna de mejor suerte. Ojalá que V.E. se encargara en propiedad de ese gobierno, para que realizara todos sus beneficios designios. Le protesto que me ha edificado su comportación, y ella sin duda debe hacer infundido las mejores ideas en esos habitantes."
Añadía después estas notables cosas:
"La reposición del convento dominico en ésa en los términos que V.E. me expresa, es no sólo conveniente sino necesaria, pues no advierto otro medio más eficaz para el fin propuesto. Al efecto le remito una norma del memorial que debe presentarse o dirigirse por es gobierno como una nota al R.P. Vicario Provincial de Cuyo Fray Benito Lucero. Este ejemplarísimo religioso ha de activar la empresa con toda eficacia, cual es propia de su celo y amor a la religión y a su patria natal. Creo que se vendrá él mismo, y podrá destinar allí de conventuales al Padre Palma, ayudante actual en San Juan, y al Padre Pedernera, que son hijos de esa provincia. Entonces irá también el Padre Penna, y serán cuatro patricios los que asistan a ese convento."
El 15 de octubre, la Honorable Representación de la provincia decretó lo siguiente:
"1º -Queda derogada la disposición por la que se mandó suprimir el Convento de Santo Domingo de esta Ciudad.
2º -Se autoriza al Poder Ejecutivo para que pueda reinstalar el enunciado Convento de Santo Domingo.
3º -Queda igualmente autorizado para devolver todos los bienes y enseres que han sido de la propiedad del expresado Convento y que no se hubiesen enajenado; para proveer a la manutención de los religiosos y atender a los demás gastos consiguientes al sostén del Convento. 4º -Los valores de los bienes que se hubiera enajenados y que existan impuestos a censo o depositados en poder de particulares, será también del resorte del Gobierno el hacerlos devolver al mismo objeto." Todo lo cual fue mandado cumplir por el coronel don Luis de Videla el 28 de octubre de 1830. Pocos días antes -el 25 y desde Mendoza- don Ignacio escribía reservadamente al gobernador, su hermano:
"Un asunto hay que tratar de suma importancia y de alta conveniencia para esa provincia, y es el siguiente: el reconocimiento del Obispo destinado para las provincias de Cuyo. Sería de grande interés si se realiza lo que piensa este gobierno, y es que haciendo un concordato por los gobiernos de Cuyo con dicho Obispo bajo las condiciones de que la renta sería satisfecha por los tres pueblos a que viene destinado; es decir que con mil doscientos pesos se podría pagar anualmente, y en este caso le tocaría a San Luis doscientos pesos; acordar la votación de los curas, y que ésta no pasase de trescientos pesos al año, extinguiendo los derechos de casamiento y óleos; y acá me tiene usted que en San Luis no pasaría de mil cien pesos el sostén de los tres curatos, inclusive el honorario del Obispo; y el demás producto de los diezmos sería destinado a escuelas de primeras letras, tanto en la campaña como en el pueblo, a un hospital y a otras obras piadosas que fuesen necesarias establecer en esa desgraciada provincia; y no que siguiendo bajo la obediencia de Córdoba, los canónigos se lo chupan todo, y esto es muy natural cuando sostienen un coro con todo el rango de un obispado. .."
Esta preocupación por las escuelas no era nueva. El 2 septiembre, don Francisco B. Correas, secretario del gobernador, escribía al alcalde de las Minas don Justo Moreno recomendándole "la mayor cooperación a fin de que pueda ponerse bajo el mejor pie la escuela que ha solicitado y se ha facultado pueda establecer en el partido de su mando don Casimiro Sánchez, ordenando a los padres de familias y tutores manden sus hijos y menores a la escuela abonando el estipendio de costumbre, al menos hasta que la escasez del erario público permita se renten los maestros, como intenta hacerlo el Gobierno para eximir de todo gravamen y estimular a todos a que hagan concurrir sin costo a los niños a educarse".
El 23 de agosto de 1830 el congreso de electores reunido en esta Ciudad confirió el poder, por más de los dos tercios de los votos, al coronel don Luis de Videla, quien pocos días antes había regresado de la campaña contra los federales que sobresaltaban el confín nortino. Su gobierno se vio pronto entorpecido por los indios del sur, que trajeron nuevas invasiones. El 30 de octubre, desde la Frontera de San Lorenzo, el comandante don Juan Antonio de la Quadra dio la alarma, agregando que se hallaba "sin tener caballos ni para descubrir la fuerza de los bárbaros". También carecía de tan importante elemento el comandante de Colorados don Eufrasio Videla, quien se hallaba de guarnición en Chalanta. El 31 los indios atacaron el fuerte que defendía la zona del río Quinto y prosiguió su avance, ocupando desde Lince hasta el Trapiche e impidiendo que las fuerzas de Videla se reunieran con las del comandante Hermenegildo Alba, quien marchó desde San José del Morro dispuesto a acampar en el Totoral con los doscientos hombres "armados de una arma cada uno, aunque enteramente mal montados" con los que había salido de Renca.
El 6 de noviembre, "como a las tres de la mañana", don Eufrasio Videla atacó de sorpresa a los indios en su campo, secundado por el teniente José María Sánchez, el ayudante Andrés Lucero y el alférez Manuel Arias.
En su parte, refiere el comandante de Colorados:
"Se dio el asalto cayendo tres divisiones (Videla no tenía más de setenta hombres) sobre el centro del enemigo, que por ser un chañaral inmenso tuvieron tiempo de reunirse y formar tres cuadros casi impenetrables por lo ventajoso de sus lanzas, protegiéndolos cuantos tuvieron tiempo de montar. Se dieron tres cargas con la mayor energía, en las que fuimos rechazados con intrepidez, sin lograr más que matarles 16 hombres y quién sabe los heridos y hacerlos disparar la mayor parte de la hacienda."
Pero en una carta particular, don Eufrasio le decía a su hermano el gobernador:
"Ha sido el mayor escándalo en los soldados, que se han ido después de haber triunfado... Es preciso hacer un ejemplar con esta canalla."
Al mismo tiempo el gobierno de Mendoza daba cuenta de la sublevación ocurrida el día 4 de noviembre en la ciudad de San Juan y recomendaba a las autoridades de San Luis "Dirigir su atención sobre la parte de la frontera colindante. ..a fin de evitar que se introduzcan algunas partidas con cuyo apoyo puedan los hombres desmoralizados de ella volver a fomentar el vandalaje". Luego añadía:
"Tampoco sería avanzado sospechar que el suceso que acaba de referirse, como igualmente la agresión de los salvajes sobre esa de San Luis con los caracteres singulares que relaciona el Señor Gobernador en nota de 2 del corriente recibida hoy sean el resultado de algún plan vasto sobre los pueblos de Cuyo, que han concedido los enemigos de la organizacion.
Ciertamente, los federales no dormían. El 1º de diciembre, una partida de montoneros al mando del capitán Pedro Bustos invadió la villa de Merlo y tomó prisionero al comandante Hermenegildo Alba, quien poco después fue fusilado en territorio cordobés, junto con el comandante Anastasio Cruceño y otros unitarios puntanos.
El 5 de diciembre de 1830 don Luis de Videla se dirigió al gobernador de la provincia de Buenos Aires, brigadier general don Juan Manuel de Rosas, suspendiendo la facultad de entender en los negocios y relaciones exteriores.
En su oficio, expresaba:
"Aquella deferente y generosa confianza, es muy justo se suspenda por parte de la de San Luis con tanta más razón cuanto que por una conducta inconcebible, el gobierno actual de Buenos Aires ha desconocido y desechado -con justo agravio de los gobiernos del interior- el carácter y encargo de que han revestido al Congreso de agentes, que de común acuerdo han reunido en la provincia de Córdoba, a fin de que procurasen estabilidad y concordia general y los medios más seguros de constituir cuanto antes el país. En consecuencia, pues, de lo que queda expuesto, el gobierno de San Luis protesta al excelentísimo gobierno de Buenos Aires que mientras su marcha no cambie, inspirando mayor confianza a todos los gobiernos de los pueblos del interior, hoy ligados con la mira y el empeño de constituir el país; o mientras continúe resistiendo tan noble y decidido empeño por su parte, jamás podrá prestarse a continuar en la aquiescencia con que hasta hoy había desoído el mantenimiento de los negocios y relaciones exteriores..."
La nota de Videla concluía declarando que "cualquier convenio, ajuste o decisión en que entrase o pudiese acordar en virtud de la autorización en que se ha refutado. ..desde esta fecha serán de ningún valor para la provincia de San Luis, y en ningún modo podrán de justo obligarla."


FUENTES


Archivo Histórico y Gráfico de San Luis.
Barrionuevo lmposti, Víctor: Historia del Valle Tra8lasierra, Tomo l. Córdoba, 1953.
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Pastor, Reynaldo A.: San Luis (1810-1881.), en Historia de la Nación Argentina, Vol. X, p. 225 y ss., 2~ Edición. Buenos Aires, 1947.
Vega, María Mercedes de la; Los Videla. San Luis, s.f.