Capitulo XIII
La dura brega de un buen hijo de la tierra
CAPÍTULO XIII
LA DURA BREGA DE UN BUEN HIJO DE LA TIERRA
Mientras despunta la nueva ley
Encerrado en el rojizo marco de la Santa Federación, el gobierno de don
Pablo Lucero ha merecido injustos y grandilocuentes reproches, más
abundantes y fáciles que los honrados trabajos de dilucidación
histórica aportados, felizmente, por algunos pocos estudiosos. Será
preciso entonces, dejando de lado ingratas rectificaciones, tratar de
mostrar qué hizo por el bienestar de los puntanos aquel buen criollo
tildado de "paisano holgazán" claro está que por ilustrados, áticos y
superficiales cronistas. Entre sus tajantes juicios y nuestra áspera
prosa rebelde ha de discurrir, sin duda, el río de la verdadera
historia.
A la sombra de las armas del general Alemán, el 5 de enero de 1841 una
asamblea de vecinos de la ciudad confirió el poder a su activo
comandante de fronteras. Dos días después Lucero comunicó este hecho a
los gobernadores federales, añadiendo:
"El desquicio espantoso en que los salvajes unitarios habían puesto a
la provincia con la ominosa marcha que habían adoptado, tuvo que
ocurrir a los elementos que ella misma tenía, para repeler a sus
implacables enemigos, empleando los auxilios del excelentísimo señor
brigadier general don José
Félix Aldao, bajo cuyos auspicios ha podido restaurarse el orden legal
del país.
En estas circunstancias ha sido llamado el infrascripto a ocupar la
primera magistratura de un modo irrevocable, a pesar de sus escasas
aptitudes, y creyó, a pesar de toda consideración, subordinarse al
imperio de la ley, a fin de salvar la patria."
Si bien cumplió lo dispuesto por Aldao en el sentido de que todos los
oficiales unitarios capitulados recibieran pasaporte "para donde
quisieran irse", no dejó Lucero de hacer vigilar a los enemigos de la
causa.
Asimismo, designó una comisión para que procediese "a embarcar todos
los intereses de cuatropea que tengan los salvajes unitarios, esto es
de aquellos que han fugado de la provincia, y de los que no, que hayan
tomado parte en
la brutal revolución del 11 de noviembre" de 1840. Integraron esa
comisión el administrador de aduana don Cornelio Lucero, el juez de lo
civil don Juan Vílchez, el defensor de "pobres don Manuel Márquez y
Sosa y el preceptor de primeras letras don Carlos Arias.
De este modo logró Lucero completar la caballada que sus fuerzas
necesitaban para incorporarse al ejército de Aldao, quien por la costa
de la sierra marchaba hacia el norte para contener a los dispersos tras
la derrota de Lavalle en Sancalá. El 19 de enero, aunque preocupado
todavía por las andanzas de los caudillos Benigno Domínguez y Lorenzo
Cabral -que intranquilizaban las cercanías del Morro Lucero delegó el
mando en el licenciado don Santiago Funes y marchó hacia la Escondida,
para unirse a Aldao, con quien inició la campaña sobre La Rioja.
Su ausencia fue aprovechada por los unitarios refugiados en tierra
adentro. Unidos a los indios de Pichún y encabezados por Manuel
Baigorria, el sábado santo 10 de abril, como dos horas antes del toque
de diana, atacaron la ciudad.
Sin embargo, el vecindario opuso una vigorosa resistencia y logró
rechazar a los forajidos, entre los que se hallaban los hermanos Saá,
Antonino y Carmen Lucero, Gregorio Páez, Domingo Gatica y algunos
peones de don Juan Barbeito.
El 16 de agosto, al frente de las fuerzas puntanas, don Pablo Lucero
'intervino en la acción de Angaco, donde Acha sufrió el revés que le
costó la vida. Allí don Pablo se esmeró por aprisionar la banda de
música del infortunado
general, lo que hizo luego de demostrarle a Benavídez que había
advertido la jugarreta de querer "mandar adelante" a los puntanos. Acha
fue decapitado el 15 de septiembre por gente de Pacheco, entre la
represa de la Cabra y el
paso del puente del Desaguadero, como para que su sangre salpicase a
hombres de San Luis y no a otros.
Afianzada la causa federal con el combate del Rodeo del Medio, Lucero
fue elegido gobernador por la Soberanía de la provincia el 19 de
noviembre de 1841. En los últimos días de diciembre hizo cumplir la
sentencia de muerte con ira Eufrasio Videla, Benigno Domínguez y
Epifanio Quiroga; quienes un año antes habían encabezado la revolución
unitaria los otros complicados en ese movimiento subversivo -Juan
Barbeito, Gabriel Baigorria, Lucindo Riso, Gerónimo Concha y Francisco
Bargas- salvaron la vida a pesar de "la sumaria indagatoria que
incesantemente" siguíó la comisión .integrada por Cornelio Lucero,
Manuel
Clemente Márquez y Sosa, Martín Garro, Patricio Chaves y Carlos Arias.
El 4de noviembre de 1844 el gobernador dirigió a la Honorable Representación su Mensaje, que comenzaba así:
"Os saludo íntimamente agradado en el día destinado a la grandeza con
que os presentáis a iniciar vuestra propia y célebre misión. El Creador
Universal dará luz a vuestros juicios, mientras que yo, con toda
sumisión sin desconocer su protección admirable y patética, sujeto mis
procedimiento todos a vuestro Soberano fallo y humildemente os devuelvo
la autoridad suprema que me conferisteis."
A su detallada exposición corresponden también estas palabras; seguramente trazadas por el ministro José Manuel Figueroa:
"El Gobíerno se complace en demostraros que no han sido vanos sus
conatos dirigidos a mejorar la administración, haciendo que el vicio y
la virtud sea recibida con la más fuerte severidad que cada uno exige
de por sí; que ha consagrado un particular estímulo a establecer el
orden y la economía en el ramo de Hacienda y Policía; y que al favor de
un sistema regular, en lo posible se ha logrado el hacer frente a todas
las exigencias públicas y conservar el crédito de la provincia con el
exacto cumplimiento que pesan sobre ella. Es igualmente un motivo de
sincera felicitación para el Gobierno ver aparecer en San Luis un
espíritu de confianza con que sus hijos tratan de adelantar con
progresos sus propias labores, en razón de las garantías que les
presenta la regular seguridad de nuestras fronteras.
Nuestro comercio y habitantes se aumentan bajo los áuspicios de la paz
y benignidad con que trata el Gobierno aún a los hijos de extraña
patria, quienes exigen se les reconozca por ciudadanos de la provincia,
sujetándose gustosamente a todas nuestras leyes."
Destaca Gez que en 1848 "el círculo de los federales exaltados y los
que no podían medrar" en la situación que presidía Lucero comenzaron a
conspirar contra él "estimulados por el ministro de Mendoza, don Juan
Moyano". Pero dejemos que el eminente cronista puntano relate aquellos
sucesos con su don osa maestría:
"El agente de esas propagandas y de esas confidencias era, en San Luis,
don Pío Solano Jofré, jefe de policía y edecán de don Pablo. Habían
nacido sus ambiciones al poder y creía llegado el momento de surgir,
mostrándose celosísimo federal y el más adicto servidor de Rosas.
Púsose en comunicación con el comandante José León Romero, jefe de los
Auxiliares de los Andes, con el coronel Patricio Chaves, que comandaba
el batallón de infantería, artillería, con el presidente de la Sala de
Representantes, don Manuel C. Márquez y Sosa y con el ex-ministro de
gobierno de Calderón, don Romualdo Arez y Maldes. Tomadas las
principales posiciones, todo quedó listo para dar el golpe el 30 de
junio.
Serían como las siete de la noche, cuando Jofré se presentó en el
cuartel de artillería, siendo recibido por el oficial don José Antonio
Chaves, hijo del jefe de ese cuerpo. En el acto mandó formar los
soldados, los arengó y les hizo ventajosas promesas si lo acompañaban
en el movimiento que se hacía por indicación del Ilustre Restaurador,
en prueba de lo cual, exclamó tres veces: i Viva Rosas! Intertanto, el
ayudante de ese mismo cuerpo de infantería don José Astorga, se había
dirigido con una partida, a tomar preso al gobernador Lucero, que vivía
a cuadra y media del cuartel. Encontró desprevenido y solo a don Pablo
y habiéndole intimado rendición en nombre de la Soberanía del pueblo,
lo condujo al cuartel de artillería, donde fue encerrado en una pieza e
incomunicado. El alférez de cívicos don Gorgonio Gutiérrez tomó preso,
a la misma hora, al ministro don Pedro Herrera.
Una vez asegurados estos dos personajes, Jofré se presentó a Lucero,
acompañado de un oficial y de un piquete armado, exigiéndole la
renuncia del cargo de gobernador y del generalato de la provincia, en
nombre del Ilustre Restaurador de las leyes; y de todos los pueblos
confederados para sostener el sacrosanto sistema federal: Después le
presentaron varias órdenes a los jefes de fronteras y autoridades de
campaña, todo lo cual le hicieron firmar en el mismo instante."
Aunque más parcamente, don Felipe Santiago Velázquez nos ayuda a reconstruir aquellas trágicas jornadas:
"Custodiado el preso en el cuartel de policía y mientras los
revolucionarios se preocupaban de la organización de su gobierno, la
esposa de aquél, doña Dominga Pérez -una de tantas damas de temple
superior que ha tenido la provincia-, con el sigilo del caso, hacía
llegar sus partes a los jefes 4 de las fuerzas de guarnición en la
frontera, estacionadas en la costa del río Quinto y otros puntos, con
la nota especial de encontrarse aún vivo el gobernador Lucero, y su
rápida y repentina protección podría salvarlo, restituyéndolo en el
mando.
Las fuerzas nombradas, inmediatamente de tener noticias de lo ocurrido,
pusiéronse en precipitada marcha sobre la ciudad, y al conocerse en
ésta su aproximación, el batallón "guardia de- cárcel", con cuyo
concurso habían operado los rebeldes y que hacía la custodia del
gobernador preso, se sublevótambién contra sus jefes, poniéndose
nuevamente a las órdenes del primero dejando a éstos en completo
desamparo.
Los momentos no podían ser más críticos para los revolucionarios, y al
considerarse perdidos, uno de ellos, Villavicencio, adoptó la
resolución extrema e inquebrantable de quitar la vida a Lucero, en la
prisión misma, penetrando al efecto al cuartel armado, y sin darle
tiempo para realizar su intento fue cosido por las bayonetas de los
soldados que hasta poco momentos antes lo habían acompañado en su
desgraciada empresa."
Más color tiene la versión que Gez refiere sobre la muerte del alférez
Gabriel Villavicencio, "que había jurado matar a Lucero, quien iba a
buscar al prisionero seguido de una partida armada":
"Penetró, resueltamente, en la habitación de Lucero y sacando una
pistola se la puso al pecho y la martilló; pero no salió el tiro.
Entonces, Lucero se precipitó sobre él y gritó a los soldados: a este
cobarde!, a cuya voz los soldados descargaron las armas sobre
Villavicencio que cayó acribillado a balazos, al lado mismo de Lucero."
Pío Solano Jofré y José Astorga lograron huir a Mendoza. Los demás
cabecillas fueron juzgados por un tribunal que integraron José Gregorio
Calderón, Nicasio Mercau, Juan Francisco Loyola, Valentín Bargas y
Santiago Quiroga. El 31 de octubre de 1848 pagaron con la vida su
rebelión el coronel Patricio Chaves, Romualdo Arez y Maldes, elcapitán
José Antonio Chaves y Manuel Márquez. Mientras Sús nombres se
olvidaban, crecía el renombre del comandante Domingo Meriles que, con
sus dragones, acudió lealmente al llamado de doña Dominga Pérez
recurriendo a la treta india' de avanzar' sobre la ciudad por el cajón
del río, para sorprender a los rebeldes.
Con fecha 11 de abril de 1849, el ministro Arana remitió' a 'San Luis
copia de las cartas cambiadas entre Domingo F. Sarmiento y el teniente
coronel José Santos Ramírez Expresaba entonces:
Por estos documentos se instruirá V:E; de que el salvaje unitario
logista Sarmiento continua conspirando desde .Chile contra la
Confederación y la América del modo más alevoso e indigno, en
prosecución de los planes sangrientos desoladores de la logia: a que
pertenece, la misma que agita hoy pretendiendo entronizar en Bolivia al
cabecilla Santa Cruz, abominable e inmundo enemigo de la América."
Prevenido con este aviso, el gobernador de San Luis no dejó de vigilar
las comunicaciones y el 31 de agosto de 1851 manifestaba a Rosas:
"El irifrascripto tiene, a bien elevar al superior conocimiento de V.E.
los adjuntos libelos con el sello Santiago de Chile, que se ha recibido
en la administración de correos de esta provincia bajo la misma forma
epistolar en que se los transmito para inteligencia del gobierno
supremo de esa benemérita provincia.
Penetrado de las infatigables maquinaciones del bando salvaje, arma vil
de que ellos se valen para reedificar el cadalso que les preparan sus
crímenes, ha dictado el infrascripto algunas medidas precaucionales a
fin de evitar las perniciosas doctrinas con que calculan
infructuosamente introducirse; al efecto tiene ordenado al
administrador de Correos examine prolijamente toda la comunicación,
dando cuenta a este gobierno de su resultado."
Don Felipe Arana, al expresar a Lucero la complacencia y aprecio de
Rosas por las precauciones tendientes a evitar la circulación "de las
negras perniciosas doctrinas del asqueroso traidor salvaje unitario
Sarmiento", decía el 17 de septiembre:
"V.E. ha acreditado así, una vez más, su recomendable celo y
patriotismo por el sostén de nuestra sagrada causa nacional de la
Federación, que a toda costa y por toda clase de reprobados medios
anhela atacar aquel inmundo enemigo de la Confederación Argentina y de
la América; y muy especialmente desde su bien sabida asociación con el
vil desertor de la sagrada causa federal de la República, el loco
traidor salvaje unitario Urquiza."
Exactamente un mes después --el 17 de octubre y no de septiembre, como
se ha venido afirmando-- la Sala de Representantes de la provincia de
San Luis sancionó la siguiente ley, propuesta por Lucero y redactada
por don Benjamín de Moral:
"Por cuanto el salvaje unitario Justo José de Urquiza, contrariando la
opinión del pueblo entrerriano, se ha rebelado contra la Confederación
y su excelentísimo gobierno General, que presidido sabiamente por el
Ilustre general don Juan Manuel de Rosas, merece la más absoluta
confianza de la nación y el profundo reconocimiento de todos los
argentinos.
Por cuanto ha traicionado ese cobarde salvaje unitario el pacto
fundamental de la Federación, desligándose de la gran nacionalidad
argentina, como lo prueba su titulado decreto de 1º de mayo del
corriente año y la asquerosa nota con que ha intentado sublevar a las
provincias confederadas que, lejos de concurrir a su nefanda traición,
se disponen a exterminarla.
Por cuanto, practicando un hecho inaudito el más nefando y perverso, se
ha ligado a los salvajes asquerosos unitarios y al pérfido Gabinete
brasilero, llamando sus fuerzas a que ataquen y violen atrozmente la
nacionalidad y la independencia de la República.
Por cuanto en todo este escándalo tan funesto al bienestar del país,
sólo media la desenfrenada ambición del loco salvaje unitario Urquiza,
que piensa abrirse camino alucinando a los pueblos con la fementida
idea de organización, cuando ni entiende ni conoce principio ni ley
alguna.
Por todas estas razones y otras muchas que comprueban que el loco
salvaje unitario Urquiza es un aspirante traidor a la Nación, digno
aliado del asqueroso Gobierno brasilero, la provincia de San Luis se
declara en el deber de contribuir sin limitación y sin reserva alguna,
a exterminar a ese bandido feroz; y a efecto de conseguirlo en toda la
extensión que se lo permita el jefe supremo del Estado, ilustre general
don Juan Manuel de Rosas, a cuya sabiduría, patriotismo y denuedo ha
confiado sin restricción alguna y por actos solemnes sus destinos, ha
sancionado la siguiente ley:
Artículo.1º -La provincia de San Luis declara al salvaje unitario Justo
José de Urquiza fuera de la ley por el crimen atroz que ha perpetrado,
traicionando a la Confederación y ligándose al gobierno extranjero del
Brasil.
Art. 2º -La Provincia de San Luis reproduce en toda su extensión las
declaraciones por las que ha autorizado en la parte que le corresponde,
libre y espontáneamente, al jefe supremo de la República, general de
sus ejércitos, brigadier don Juan Manuel de Rosas, con toda la suma del
poder nacional, depositando en su alta persona todo el que a ella
pertenece, sin limitación alguna.
Art. 3º -El Poder Ejecutivo de esta Provincia queda extraordinariamente
facultado, mientras duren las actuales circunstancias, para dar
cumplimiento sin la menor dilación a las órdenes del jefe supremo de la
República, general en jefe de sus ejércitos, brigadier don Juan Manuel
de Rosas, disponiendo para ello de todas las fuerzas, recursos y
elementos de la Provincia.
Art. 4º -Además de cumplir fielmente las órdenes del Jefe supremo de la
Confederación, el Gobierno de esta Provincia adoptará también por sí
todas las medidas tendientes a combatir la traición infame del rebelde
salvaje Unitario Urquiza, lo mismo que a escarmentar al traidor y
cobarde Gobierno brasilero; que invadiendo como lo ha hecho los ríos de
la Confederación, sin declaración de guerra, ha dado un nuevo
comprobante de su política traidora y desleal.
Art. 5º -Sin perjuicio de la autorización extraordinaria conferida al
Poder Ejecutivo, la Sala de Representantes continuará constituida como
hasta hoy, pero ocupándóse solamente de los asuntos que el Gobierno le
someta.
Art. 6º -El Poder Ejecutivo dispondrá que esta ley, que firmarán
individualmente todos los Representantes, se eleve al jefe supremo de
la República, jefe de sus ejércitos, brigadier don Juan Manuel de
Rosas; la comunicará a los gobiernos confederados y dará la más solemne
publicidad.
Art. 7º -Comuníquese al Poder Ejecutivo para los fines consiguientes."
¿Quiénes integraban la Sala que sancionó esta Ley? No lo hemos podido
averiguar todavía. Sabemos,' eso sí, que en febrero de 1851 presidía la
Representación Fabián Barroso, junto a quien legislaban Tomás Prieto,
Bernardo Bazán, Calixto Ortiz, Mauricio Daract, Cándido Lucero y José
Rufino Lucero y Sosa. A principios de 1852 los Representantes eran Juan
Vivier, Nepomuceno Poblet, Mauricio Daract, José Quiroga, Calixto
Ortiz, José Rufino Lucero y Sosa y Bernardo Bazán. El secreto de la
"fibra unitaria", ¿estará en la repetición de los nombres?
También en octubre de 1851 "el benemérito argentino federal" doctor
Adeodato de Gondra fue nombrado agente diplomático extraordinario de la
Provincia de San Luis ante
el jefe supremo de la confederación, con una renta mensual de cien
pesos. Gondra aceptó la misión que se le encomendaba y el 15 de
noviembre agradeció profundamente a Lucero "por haber escogido su
persona para órgano de la voluntad de ese heroico pueblo argentino
cerca del Salvador de la Patria, el Delegado de la Providencia entre
nosotros, el Jefe Supremo de nuestra elección y de nuestro amor,
Ilustre Brigadier General don Juan Manuel de Rosas".
La batalla de Monte Caseros modificaría el lenguaje de leyes, decretos,
proclamas y cuanto papel circulaba por los pueblos de la Confederación.
Los mismos hombres encontraron, si no palabras nuevas, un nuevo
destinatario para las promesas y las loas. Como todas las provincias,
San Luis abrió el pecho a la renovada esperanza.
El 3 de marzo de 1852, Lucero ordenó que en cada partido se eligiesen
dos diputados que representaran sus derechos y se constituyeran en
Cuerpo Soberano para determinar la política a seguir. Presidida por don
Mauricio Daract, el 18 la Soberanía sancionó una ley que incluía las
siguientes disposiciones:
"El Cuerpo reasume en sí las facultades extraordinarias que había
conferido al gobernador don Pablo Lucero y de las que éste hizo
devolución en su nota de fecha 17.
Se le confieren al Cuerpo Legislativo todas las facultades que son
peculiares al Cuerpo Soberano, "para que en conformidad de los
principios de paz, libertad, organización, progreso y gloria, bajo el
sistema representativo federal" proclamado por Urquiza, "pueda
expedirse con toda la autenticidad .posible en los casos necesarios".
Queda igualmente facultado el Cuerpo Legislativo para destruir y anular
toda otra disposición que esté en oposición con el espíritu de la
presente sanción.
El cuerpo Soberano nombrará una comisión compuesta de tres
Representantes, "para que manifiesten personalmente al excelentísimo
señor Gobernador, brigadier don Pablo Lucero, a nombre de este
Honorable Cuerpo Soberano, los sentimientos de gratitud de qué se halla
poseído por el buen uso que ha hecho en bien general del país, mientras
estuvo investido de las facultades extraordinarias que le fueron
conferidas."
Con respecto a este último punto, acota Gez: "Bueno es advertir que
esta asamblea estaba constituida por los elementos representativos de
la sociabilidad puntana y que, bajo la más amplia libertad y al amparo
de la situación recientemente creada, se manifestaban en términos tan
honrosos para el gobernador Lucero, todo lo cual viene a confirmar,
plenamente, el juicio favorable con que lo hemos presentado a la
posteridad, sin dejar de responsabilizarlo por los errores de la época
nefanda, con la cual estuvo solidarizado".
Puesto que el cronista no los menciona, debemos recordar los nombres de
aquellos diputados doblemente representativos: Mauricio Daract,
Victoriano Lucero, Calixto Ortiz, Fabián Barroso, Esteban Funes,
Nicasio Mercau, José Narciso Ortiz, Santiago Laborda, Buenaventura
Sarmiento, Carlos Bett, José Quiroga, José Santos Ortiz, Julián Jofré,
Tomás Prieto, Francisco Zabala, .Juan H. Mendoza, José Román Céliz,
Bel'llabé Balenzuela, Rayrnundo Barroso, Juan Espinosa, Daniel Videla
Domínguez, Manuel Arias, José Vidal, Juan F. Garro, Marcos Calderón,
Dionisio Delgado, Nepomuceno Poblet, Rafael Panelo, Jesús Iñón, Carlos
Quiñones, Francisco Básquez, Pascual Bailón Gutiérrez, José
L. Leal, Tomás Suárez, Mariano Orosco, José Rufino Lucero y Sosa,
Feliciano Lucero.
Disuelta la asamblea el mismo 18, tras haber llenado el objeto para que
se reunió, correspondió a la Sala de Representantes dar el
trascendental paso que reclamaba Caseros. y así lo hizo:
Viva la Confederación Argentina!
San Luis, marzo 19 de 1852.
El Soberano Cuerpo Representativo de la Provincia, usando de las
facultades que inviste, en sesión extraordinaria fecha de hoy, ha
sancionado con fuerza de ley lo siguiente:
Artículo 1º -La Provincia de San Luis declara de hecho y de derecho
derogadas y sin valor ni fuerza alguna las sanciones de 5 de febrero
del año de 1850, 21 de julio y 17 de octubre de 1851, las mismas que
deberán ser borradas completamente de sus respectivos libros de actas,
quedando en pleno goce de la soberanía territorial que le compete,
hasta la instalación de un congreso nacional constituyente, y con todos
aquellos derechos y prerrogativas que le habían conferido
inmerecidamente al gobernador don Juan Manuel Rosas.
Artículo 2º -De conformidad con los decretos expedidos en la benemérita
provincia de Entre Ríos por el ilustre general don Justo José de
Urquiza en 1º de mayo de 1851, promoviendo la convocación de un
congreso nacional constituyente, se reconoce en su benemerita persona,
Regenerador y Organizador de la República del Plata.
Artículo 39 -El Poder Ejecutivo lo felicitará, a nombre del pueblo, al
ilustre general en jefe del Ejército Aliado Libertador, brigadier don
Justo José de Urquiza, por el glorioso triunfo que han obtenido sus
armas en el campo de Monte Caseros, sobre el dictador odioso de la
benemérita de Buenos Aires don Juan Manuel Rosas.
Artículo 49 -La Provincia de San Luis uniformará en un todo su política
a la del excelentísimo Gobierno de la provincia de Entre Ríos, de
conformidad con los principios de libertad, confraternidad y
organización nacional, bajo el sistema federal, proclamado por aquel
ilustre jefe, brigadier don Justo J. de Urquiza.
Artículo 5º -Saldrá de este Honorable Cuerpo una comisión compuesta de
tres individuos, cerca del Poder Ejecutivo de la Provincia, y a su
nombre le rendirá un voto de gratitud, por el uso útil y honroso que ha
hecho de las facultades extraordinarias que en nota de 17 del corriente
se dignó devolver al seno de esta Representación.
Artículo 6º -El Poder Ejecutivo hará circular Al día siguiente -20 de
marzo de 1852 tras mandar cumplir la resolución del Cuerpo
Representativo; Lücero envió a Urquiza la sanción y otros antecedentes,
diciéndole en el oficio respectivo:
"Por dichos documentos, se instruirá V.E. del voto popular y solemne
que han pronunciado los hijos de San Luis, uniformando en un todo sus
sentimientos a los de V.E.; sentimientos que hacían 20 años gemían bajo
la dominación opresora del ex gobernador de esa benemérita provincia,
don Juan Manuel Rosas, y que hoy, mediante el éxito feliz y glorioso
que han merecido las alas libertadoras de ese denodado ejército al
mando de V.E., han cobrado su libertad, con reconquistación de sus
derechos a que la patria misma les hizo acreedores, y que debiera gozar
con preeminencia la República Argentina por sus gloriosos antecedentes."
La pluma vuelve una y otra vez al surco del borrador, abrillantando
frases, puliendo epítetos, almibarand9 promesas. Y el alma se conturba
al comprobar la eterna pequeñez del hombre ante el Vencedor.
El ministro de Relaciones Exteriores don Luis J. de la Peña, con fecha
8 de abril, se dirigió a Lucero para "llenar otro deber que tiende a
complementar la obra iniciada por los pueblos,.. en ese gran vínculo
nacional; propendiendo todos de acuerdo a la organización de la
República, tan anhelada por los leales y buenos hijos que ella
encierra".
y a renglón seguido explicaba los propósito de Urquiza:
"S.E., que decididamente quiere ver llegar ese momento feliz, y que a
él concurran los elementos más poderosos, para la uniformidad en tan
grande obra, ha concebido la idea de una reunión solemne de los
excelentísimos Gobernadores de las provincias confederadas, que forme
el preliminar de la Constitución Nacional. Grandes y poderosos bienes
espera S.E. del patriotismo y decisión de esos guardianes de las
libertades públicas; y confía que tal idea será valorada por sí misma
bajo el punto de vista que ella se merece.
Persuadido que V.E. tendrá el mayor placer en concurrir con su persona
a tan interesante objeto, ha ordenado al infrascripto lo invite a esa
reunión general, que deberá tener lugar en la ciudad de San Nicolás de
los Arroyos, en la provincia de Buenos Aires, el 20 de mayo próximo.
S.E. el señor general desea vivamente que V.E. se digne aceptar esta
invitación oficial y concurrir el día indicado a la expresada ciudad,
porque anhela íntimamente solemnizar el gran día 25 de Mayo con la
apertura de una Convención Nacional en la que los mandatarios todos de
la República puedan aunar sus pensamientos políticos y tratar de cerca
los intereses generales de ella, de la manera más eficaz y que más
tienda a la realización del gran pensamiento de la época: la
confraternidad de los Gobiernos y de los Pueblos."
El 20 de ese mismo mes, don Vicente F. López recomendaba a Lucero "que
antes de la partida de V.E. para concurrir a la reunión mencionada, se
sirva recabar de la Honorable Legislatura de esa provincia los poderes
bastantes para tratar las cuestiones vitales que han de ventilarse en
la Convención de los excelentísimos señores gobernadores". El objeto de
esa solicitud era "procurar que las deliberaciones de esa Convención
tengan más fuerza y consistencia, siendo previamente autorizadas por la
Representación de los pueblos".
La Sala de Representantes, reunida el 4 de mayo con el objeto de
acordar y determinar los poderes con que debía hallarse investido el
gobernador en la reunión a que había
sido convocado, consideró "Que de tan solemne acto deberán emanar los
primeros acuerdos en que ha de fundarse nuestra organización nacional".
Y "con el fin de darle por su parte toda la autenticidad que requiere",
confirió poder y facultades necesarias al brigadier don Pablo Lucero
"para que a nombre de esta Provincia pueda acordar y convenir con todos
los demás excelentísimos señores Gobernadores de las provincias de la
República, firmando cualquier acuerdo o convenio que sea tendiente al
bien general del país, fundado en los principios de libertad y
organización nacional proclamados en mayo de mil ochocientos cincuenta
y uno por la benemérita provincia de Entre Ríos". Por la misma sanción,
Lucero debía "instruir oportunamente a esta Honorable Representación
del resultado del encargo que se le confiere, pues todo pacto o
convenio que de él emanare, deberá someterlo al conocimiento de este
Honorable Cuerpo para su ratificación".
¿Cómo viajó don Pablo a San Nicolás? Debemos tratar de aclararlo, pues
en alguna evocación generalizadora sólo se ven "diligencias de
gobernadores a todo rodar por unos y otros caminos".
Debidamente autorizado por la Sala de Representantes -que en la
solicitud del gobernador vió "reproducida la extremada delicadeza que
ha modelado siempre los procederes de V.E." -el 29 de abril Lucero
encomendó al comandante del escuadrón de Lanceros Argentinos la tarea
de extraer del 2º Departamento "cien caballos del vecindario, sanos y
aparentes para emprender la marcha que el infrascripto tiene que
practicar al exterior de la provincia, por invitación del excelentísimo
señor gobernador y capitán general de la provincia de Entre Ríos,
brigadier general don Justo José Urquiza, hasta el pueblo de San
Nicolás, provincia de Buenos Aires, a entrar en los acuerdos que se
hagan necesarios para la pronta organización y constitución de la
República".
Prevenía Lucero que la comisión debía cumplirla el referido comandante
"en asocio del comisario de dicho Departamento y el comandante
principal" y que la caballada "deberá ser dirigida á esta capital, la
que pertenece a lospartidos de la Costa, antes del 10 de mayo, y la de
los partidos de afuera, al punto de San José del Morro, bajo el mayor
cuidado y esmero".
Desde ese paraje, el 14 de mayo el coronel Domingo Meriles escribía al gobernador delegado don Pedro Herrera:
"Por orden que tengo de S.E. el señor gobernador propietario, comunico
a V.E. que para hacer su marcha le fueron entregados en este cantón
trescientos tres caballos patrios: cien de los comprados en el
Departamento Nº 4, cincuenta y dos de los del N9 3 y ciento cincuenta y
uno de la mejor caballada del regimiento de mi mando".
Es decir que la "cumplida escolta militar" que el ameno evocador
incluye entre las "atenciones oficiales de comedimiento y deferencia"
del señor general Urquiza para con los "señores gobernadores" que iban
llegando a San Nicolás ya la llevaba Lucero desde la Punta. Con el
agregado que eran veinte bizarros -mejor diremos bravos sin vuelta de
hoja- Dragones de la Unión, curtidos por las penurias y los entreveros
de la frontera. Veinte soldados puntanos, de la misma pasta que los
Granaderos, armados de sable y carabina, colorada la gorra, colorada la
camisa, colorado el chiripá. Veinte puntanos que, como siempre, iban
adelante, despejándole el camino a los gobernadores de Mendoza y San
Juan, que éstos sí llegaban cada cual en su carruaje. Por que lo que es
don Pablo tenía bastante con su buen caballo de la tierra. Y a caballo
entraba -¿verdad, musa de la evocación?- a caballo entraba por las
calles nicoleñas.
y junto a él, también a caballo, marchaba un mozo gallardo y pensativo,
maestro de primeras letras con vocación de gloria. Carlos Juan
Rodríguez se llamaba.
Volvemos a los documentos para concluir estas noticias con el acuerdo fechado en San Luis el 19 de julio de 1852:
"La Honorable Sala de Representantes de la Provincia: Reunida en la
Sala de sesiones, Procedió a la lectura de la nota que le ha sido
dirigida con fecha de ayer por el excelentísimo señor gobernador y
capitán general, brigadier don Pablo Lucero, en la que solicita
comparecer ante este Honorable Cuerpo, a fin de dar cuenta de la misión
que le fue conferida por la honorable sanción de fecha 4 de mayo,
consecuente a la convocatoria que se hizo a todos los excelentísimos
gobernadores de las provincias de la República por la circular del
encargado de las Relaciones Exteriores, brigadier don Justo José de
Urquiza, de fecha 7 de abril; y habiendo accedido esta honorable
Representación a la indicación de S.E., 10 verificó presentándose
personalmente, sometiendo ante esta Honorable Representación el acuerdo
original celebrado en San Nicolás de los Arroyos entre los
excelentísimos gobernadores de las provincias argentinas de fecha 31 de
mayo del presente año; el cual, tomado en consideración detenidamente,
ha acordado en uso de la Soberanía que inviste lo siguiente:
Artículo 1º -El acuerdo celebrado entre los excelentísimos gobernadores
de las provincias argentinas reunidos en San Nicolás de los Arroyos de
fecha 31 de mayo del presente año, queda ratificado en un todo en la
parte que le corresponde a esta provincia, por considerarlo conveniente
al bien general del país.
Artículo 2º -El Poder Ejecutivo convocará la provincia en la forma de
costumbre y con la brevedad posible para que este Honorable Cuerpo
quede en actitud de proceder al nombramiento de los dos Diputados que
han de representar en el Congreso Nacional Constituyente con arreglo a
la cuarta resolución del acuerdo mencionado en el artículo anterior.
Artículo 3º -Agregada esta honorable sanción del precitado acuerdo
original, devuélvase éste al Poder Ejecutivo para su publicación y
fines consiguientes."
El 28 de julio se reunió la Representación Soberana, con asistencia de
cincuenta y seis Representantes, y eligió Diputados por San Luis a los
doctores Delfín Huergo y Adeodato de Gondra.
Celebrado el Acuerdo de San Nicolás, la Honorable Representación
reconoció, a nombre de la provincia, "el eminente servicio que don
Pablo Lucero había prestado a su país en el buen desempeño de la
honrosa misión que le fue conferida". Pero este reconocimiento no
amenguó los sinsabores del gobernador. Le dolía, sin duda, que su
provincia hubiera sido invadida por los indios que guiaba Manuel
Baigorria, aprovechando la ausencia del infatigable defensor de la
frontera. Y no dejaría de entristecerlo, a su regreso, ver levantarse
la discordia en tierras sanjuaninas.
Urquiza, el 16 de julio y por intermedio de su ministro don Luis J. de
la Peña, reprobó altamente el motín ocurrido en la provincia de San
Juan y dispuso que Lucero pusiese a las órdenes del brigadier Nazario
Benavídez las fuerzas de San Luis y todos los recursos con que contase,
hasta que el gobernador depuesto lograse recobrar el mando. Pocos días
después -el 21- el gobernador de Córdoba don Alejo Carmen Guzmán pedía
a Lucero que no ayudase a los jefes y oficiales de las fuerzas
sanjuaninas, quienes habían pasado a la provincia de San Luis "con el
objeto, sin duda, de reunirse al general don Nazario Benavides, acaso
con la mira de invadir con fuerza armada a la provincia hermana de San
Juan".
Mientras Urquiza agradecía a Lucero por no reconocer legalidad a los
actos del gobierno revolucionario de San Juan, "expresión de una
minoría anárquica que desconoce los principios de orden público y
confraternidad proclamados en el programa de 19 de Mayo", en la ciudad
de San Luis el 31 de julio Benavídez pedía al gobernador puntano un
contingente de ciento cincuenta hombres de caballería "que necesita
bien equipados, cabalgados y municionados a la brevedad que fuere
posible". y después de recuperar el mando, escribía a Lucero el 23 de
agosto: "La división de Auxiliares saldrá de esta provincia a fines de
esta semana, si me fuese posible sustraerme de aquellos urgentes
quehaceres que en estos momentos requerían mi absoluta consagración;
pero esté V.E. persuadido que no omitiré esfuerzo alguno por que esta
benemérita división pise cuanto antes el territorio de esa provincia".
Mas el horizonte no se aclaraba. El 14 de septiembre, desde Santa Fe,
el ministro de la Peña participaba "que a la una de la mañana de este
día, ha tenido S.R. comunicación de Buenos Aires, fecha 11 del que
rige, anunciándole que con motivo de su ausencia de aquella ciudad,
algunos malvados ambiciosos se habían lanzado a la rebelión,
pretendiendo anarquizar la República y renovar en ella las pasadas
escenas de sangre y desolación". Y en el mismo oficio, añadía:
"Este incidente no retardará la solemne instalación del Congreso
Constituyente; pues V.E. debe estar en la firme persuasión de que los
obstáculos creados por la ambición y la perversidad de un puñado de
conspiradores oscuros y menguados, serán prontamente destruidos,
marchando la República con seguro paso a su organización definitiva y
perdurable felicidad."
Alsina exponía, con fecha 15, "las principales causas del movimiento
del 11, para que sea más comprensiva toda su justicia y toda su
importancia".
Luego de reseñar el proceso de la rebelión, asentaba rotundamente:
"Este movimiento ha de atar más y para siempre, los lazos de hermandad.
que ligan entre sí a todos los miembros de la Nación. La Provincia de
Buenos Aires quiere la paz; quiere la organización nacional; pero una
organización que sea el efecto del voto de sus pueblos y no de la
imposición individual de nadie."
En una carta fechada en Santa Fé el 15 de septiembre y dirigida a su
"respetable compatriota y amigo" el general Lucero, asienta Gondra
estas interesantes cosas:
"Ya estamos reunidos catorce diputados: es decir, la mitad, y pronto
esperamos a los demás para que se instale el Congreso. En medio de
nuestros preparativos para plantear la organización definitiva de la
República, ha venido a sorprendernos la noticia del escandaloso motín
militar que ha tenido lugar en Buenos Aires el 11 del corriente a las
12 de la noche encabezado por los generales Pirán y Madariaga. Estos
son unos maulas sin aptitudes ni prestigio en el país; pero su
calavereada es bastante para causar males de gravedad."
Dos días después, el diputado Huergo escribe al gobernador puntano:
"Aunque este accidente no compromete en mi concepto sino por algunos
días la tranquilidad de la República, yo creería oportuno que se
robusteciese la autoridad moral del Director por medio de un
pronunciamiento unánime y vigoroso en todos los pueblos de la República.
La benemérita provincia de San Luis a "quien tengo el honor de
representar, y que S.E. tan dignamente preside, será la primera, no lo
dudo, en levantar su voz para reprobar ese motín escandaloso y para
manifestar cuál es el espíritu que la anima. Si el Congreso que por
falta de bastante número de Diputados no ha podido instalarse todavía,
lo hubiese hecho, yo en nombre de la provincia de San Luis hubiese
contribuido con todas mis fuerzas a manifestar que ella se halla
decidida a no omitir medio, ni detenerse ante ningún obstáculo, para
arribar a la definitiva organización de la República, y que en
cualquier parte donde aparezca la anarquía es necesario anonadarla, y
anonadarla para siempre."
Disculpándose por su laconismo, el 25 manifestaba Gondra:
"Patriotismo, valor y constancia es lo que todos tenemos por acá. Esa
provincia y V.E. deben contar con nuestra firme adhesión a la causa del
orden nacional y con nuestros esfuerzos por realizar cuanto antes las
justas esperanzas de la Patria, mediante la protección del Cielo y en
caso que Dios Nuestro Señor no disponga otra cosa."
Por fin el 27 de septiembre la Sala de Representantes, por intermedio
de su vicepresidente don Mauricio Daract dijo al gobernador "que la
provincia de San Luis, consecuente a su pronunciamiento por los
principios proclamados por el ilustre general Urquiza y teniendo en
vista el Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos de 31 de mayo del
corriente año, aprobado y reconocido por ley, desea que la conducta de
su Gobierno a este respecto sea también de conformidad con ellos y que
no omita sacrificio alguno para sostener su compromiso y dignidad". El
21 de octubre la Sala sancionó la ley que mandaba poner a disposición
del Director Provisorio de la República "todos los elementos y recursos
con que cuenta esta provincia para contribuir a la organización
nacional". Tal como lo solicitara Huergo, el artículo 29 de esa ley
disponía: "El Poder Ejecutivo dirigirá una nota oficial al
excelentísimo Director Provisorio, a nombre de esta provincia,
manifestándole que se halla decididamente dispuesta a hacer toda clase
de sacrificios para conseguir la organización de la República".
El empeño de los hombres de Buenos Aires para hacer llegar sus ideas al
interior y los nuevos conflictos sanjuaninos también hallaron eco entre
los indios del sur. Así lo prueba la carta que el gobernador delegado
don Mauricio Daract remitió al ministro de la Peña en febrero de 1853 y
en la que expresa:
"El 13 del corriente llegó a esta ciudad, de las tolderías del desierto
el coronel don Manuel Baigorria, quien ha manifestado a este gobierno
que entre aquellas tribus se susurraba hallarse los pueblos de la
confederación envueltos en la anarquía y desconociendo la autoridad que
inviste el Director Provisorio de la Nación.
Este gobierno se contrajo asiduamente en patentizar al coronel
Baigorria la nulidad e inverosimilitud de cuanto se corría en aquellas
tolderías, e instruirlo a fondo de la verdadera situación de la
República y de los últimos sucesos que han tenido lugar en Buenos
Aires. Convencido, pues, el referido coronel Baigorria y plenamente
satisfecho de todo cuanto el infrascripto le manifestó, ha dispuesto
regresar a las tolderías con la mayor celeridad, asegurando a este
gobierno que sin pérdida de momento se ocupará en hacer desistir a los
indígenas de la mala inteligencia en que están e instruirlos
satisfactoriamente de la realidad de los acontecimientos."
Un propio despachado por el gobernador de Córdoba don Gerónimo Yofré el
9 de junio, trajo a San Luis un paquete dirigido por Urquiza, "cuyo
paquete contenía la Carta Constitucional sancionada por el Soberano
Congreso ¡y mandada promulgar por el excelentísimo señor Director
Provisorio, con toda la solemnidad que exige tan clásico e importante
documento". Desde San José del Morro, Lucero ordenó leer la
Constituci6n al vecindario y el 22, don Mauricio Daract manifestaba al
gobernador cordobés:
"Animado el infrascripto, como toda esta provincia, del fuerte
entusiasmo que inspira un acontecimiento de inmensa y muy gloriosa
trascendencia para toda la República, en el acto que fue recibida la
nota del excelentísimo señor Director Provisorio y la Carta
Constitucional de la Nación, se hicieron por todos los vecinos de esta
ciudad las más públicas demostraciones de júbilo y contento, dirigiendo
al Soberano Congreso y a S.E. el señor Director Provisorio el más
elevado tributo de gratitud por el inestimable bien que; mediante sus
desvelos heroica consagración a tan afanosas tareas, van a entrar a
gozar todos los argentinos."
Pocos días después -el 25- Daract dirigía una proclama a los habitantes
de la provincia, invitándolos a jurar la Constitución el 9 de julio. En
el mismo documento, decía:
"Paisanos: Todos los que os halláis fuera de vuestros hogares por
efecto de las discordias anteriores, podéis con toda seguridad
restituíros tranquilos a vuestro país natural, para que concurráis al
solemne acto de la promulgación y jura de nuestra Constitución
Nacional. Así llenaréis las vitales exigencias de nuestra actualidad,
gozando también de los derechos que la Ley os acuerda. Nuestro suelo
patrio está abierto a todos sus hijos, para que unidos en la misma fe y
con aquel lazo indisoluble del amor a la Patria y deseo de su
prosperidad, marchemos al alto puesto que nos está señalado entre las
naciones del mundo civilizado."
¿Cómo se cumplió aquella ceremonia en la ciudad de San Luis? Bueno es
recordarlo, apoyados en el decreto que Daract dictó considerando "que
es un deber sagrado de todo argentino dirigir al Omnipotente el más
fervoroso tributo de gratitud, por el inestimable bien que hasta hoy
nos dispensa, conservándonos en posesión de nuestra gloriosa
Independencia y presentándonos en ese día el principio de una nueva
época de organización".
El sábado 9 de julio de 1853, en el templo parroquial
-la vieja iglesia de los dominicos- se celebró una misa solemne en
acción de gracias. Concluido este acto, "se dio principio a la lectura
y juramento de la Constitución Nacional" y luego se asistió al Tedeum,
que se cantó en el mismo templo. Formaron 1as tropas veteranas, se
hicieron salvas y por la noche hubo luminarias.
Desde el día anterior, alta flameaba la bandera de la Patria.
El 4 de noviembre de 1854, a punto de expirar su mandato, don Pablo
Lucero dirigió al Cuerpo Soberano de la Provincia una nota o mensaje en
el que reseñaba la tarea realizada. A ese documento pertenecen estos
párrafos:
"En medio de la paz y la libertad estáis reunidos y vuestra reunión
representa la voluntad absoluta y soberana de toda la provincia, y ante
ella, desde el alto puesto que me confiasteis, soy el primero en
acatarla y obedecerla; en tal concepto y cumpliendo con ese mismo
sagrado deber, os devuelvo el depósito de las leyes e instituciones del
país y la autoridad suprema de que fui investido, y con la conciencia
tranquila de no haber omitido sacrificio alguno para guardar ileso tan
sublime como delicado encargo. Mis actos gubernativos son del dominio
público, los que desde luego sujeto a vuestro soberano fallo. Siempre
he marchado de acuerdo con la Legislatura permanente, y con su eficaz y
ardiente patriotismo se ha conseguido salvar las dificultades en que ha
tocado la provincia en los varios conflictos que ha experimentado en la
época de la organización nacional. La provincia permanece tranquila y
sus habitantes entregados al trabajo, bajo la sombra protectora de la
hermosa Constitución Nacional...
Hoy más que nunca es necesario estudiar las necesidades del país, para
darle aquellas instituciones que sean compatibles con los principios y
garantías prescriptas por la Constitución Nacional. Con mil
dificultades ha tocado el gobierno en la marcha administrativa, a
consecuencia de no haber una ley fundamental que regle todas las
atribuciones de todos los empleados en el despacho de los asuntos
públicos. La Constitución de la provincia se hace más necesaria, cuanto
que todos los ramos de la administración se encuentran desorganizados,
pues ha sido preciso destrozar nuestras instituciones para organizar la
República y formar una verdadera Nación.
Tal es el estado en su régimen interno de toda la provincia; sin
embargo, la paz, la libertad y las garantías constitucionales están
afianzados de un modo innoble, la anarquía, la guerra civil y los odios
de partido han sido anatematizados para siempre."
Más el viejo soldado llevó también al recinto de la Soberanía su palabra de auténtico forjador de la patria. Y así habló:
"Compatriotas de la Honorable Representación de la Provincia.
Después de daros cuenta de la situación del país, como primer
magistrado, y depositar en vuestras manos la autoridad que me
confiasteis, paso a hablaros en particular, con el lenguaje de un amigo
a quien conocéis. Desde luego, principiaré por agradeceros la
constancia con que habéis soportado los sinsabores de nuestro
aislamiento, en épocas que la guerra civil consumía a la República, y
que teníamos la precisa obligación de defender nuestra patria y
nuestras familias a costa de nuestros esfuerzos y nuestra sangre, para
que no fuesen víctimas de las depravaciones de los bárbaros del sur.
Lleno de gratitud desciendo a la vida privada, por el ardoroso
entusiasmo con que habéis corrido cuantas veces os he llamado, y que
nuestra patria se ha encontrado en peligro. Como siempre estoy
dispuesto a ayudaros a participar con vosotros la desgracia y la
felicidad, las fatigas y privaciones que son consiguientes si queremos
tener una Nación libre y organizada. Es necesario ayudar con todas
nuestras fuerzas y aún a costa del sacrificio de la vida, al hábil
Gobierno que dirige los destinos de la Nación y que la ha sacado del
caos en que la habían sumergido nuestros extravíos pasados. Es preciso
mostrarnos agradecidos y participar con él esa inmensa responsabilidad
que pesa sobre sus hombros, para de este modo empeñarlo a que complete
nuestra felicidad; fijaos minuciosamente en el pasado, que lo tenéis a
un paso y que lucha por no separarse de nosotros, y veréis la Nación
postrada y exhalando el último suspiro: su última agonía fue para
libertarse de la opresión en que la tenían los odios departidos y las
sangrientas luchas. Que no corra ya, por Dios, más sangre argentina en
nuestro suelo, y que esta imagen horrible del pasado no se separe de
vosotros y sí la tengáis presente en vuestras resoluciones, para que
ellas sean el remedio a los males y el bálsamo saludable que debe
cicatrizar las heridas de la patria!
El acto más augusto, más solemne para la provincia, es el que váis a
ejercer en este momento; el país espera con ansia y descansa en
vosotros, que corresponderéis dignamente a la alta confianza con que os
ha honrado: mostráos, pues, a la altura de los pueblos cultos,
fijándoos en sus necesidades, estudiando sus miserias; y en posesión de
las circunstancia críticas en que se encuentra, marchad con tino y con
vuestra conciencia; que entre vosotros reine la mejor armonía y que
sólo el espíritu de la felicidad pública sea el que os guíe.
Si queréis ser fuertes y felices, haced a un lado todo compromiso; no
os dejéis llevar de fines particulares; con libertad y patriotismo
expresad vuestros sentimientos; que en el santuario de la Ley no haya
coacción ni esa división odiosa que sólo sirve para debilitar y
arruinar a los pueblos; que vuestra resolución sea uniforme y apoyada
en la razón y el convencimiento íntimo de vuestra conciencia, para que
el ciudadano a quien le confiéis los destinos del país cuente con la
voluntad general de todos vuestros comitentes y pueda marchar con paso
firme y decidido, al bien público, en el escabroso camino del gobierno.
Cuarenta años de sacrificios y servicios, creo me autorizan para
hablaros en este sentido; mi sangre se ha derramado generosamente en
defensa de mi patria, y por esto tengo derecho como ciudadano, para
contribuir y pedir por su felicidad.
Salud y acierto os desea vuestro compatriota."
Aunque lo ignoren muchos tercos enjuiciadores, el que así habló era un fiel hijo de San Luis, un recio varón sanmartiniano.
Al servicio de la patria chica
Fue don Pablo Lucero algo más que un administrador honrado. y si bien
no debe olvidarse que junto a él trabajaron", hombres de "más luces"
-¡Oh, la constante preocupación de Gez!- catorce duros años de gobierno
nos ofrecen :elementos de sobra para aquilatar el admirable temple de
ese puntano fallecido en San José del Morro ello de marzo de 1856, no
añorando perdidas influencias, sino estericado por la soledad, que
tantas veces clava su pico sombrío en el alma sedienta de cariño de los
luchadores Recuérdese sí, en buena hora, al licenciado Santiago Funes,
a don Mauricio Daract, a don Pedro Herrera, a don Romualdo Arez y
Maldes, al presbítero José Manuel Figueroa, al diligente Buenaventura
Sarmiento y al fiel Carlos Juan Rodríguez, que defendió su tumba de los
ataques de los ruines ambiciosos y vengativos. Pero no se menoscabe con
torpeza y ceguera --o con dandismo literario irreparable- el tesonero
quehacer de un hombre que quiso ser bueno, que creyó en la misericordia
de Dios, que con fe y fervor trabajó por la felicidad de sus paisanos.
Respetuoso de la ley, en 1844 quiso crear una Cámara de Apelación,
proyecto que se concretó a fines de 1852. Sin embargo, a mediados de
1854 se lamentaba porque "en esta provincia no hay abogados ningunos y
la administración de justicia está confiada a ciudadanos legos, que la
sirven anualmente". ¿Y qué dirán los exigentes cronistas, si
mencionamos, como ejemplo de esos servidores a un Justo Daract, un
Gumersindo Calderón, un Juan Hurtado de Mendoza a un Juan Esteban Funes?
Propendió Lucero a la concordia, como lo demuestra el perdón que
concedió a los hermanos Saá en octubre de 1846 para que, tras haber
andado mezclados a los indios en sus correrías, volviesen a ser útiles
a su tierra natal.
A principios de 1851 mandó devolver los restos de bienes secuestrados a
los revolucionarios de 1840. Después, acorde con el pensamiento de los
Representantes, hizo borrar del sello la inscripción en honor de Rosas,
suprimió de los oficios y los impresos los lemas injuriosos, abolió la
divisa punzó, concedió una amnistía general y se preocupó también por
los esclavos y libertos, interesado en que disfrutasen de los
pregonados beneficios de la libertad.
Quiso un comercio sano, que no empobreciese a la provincia por culpa de
1a desmedida ambición de muchos mercaderes que sólo veían en San Luis
el monte para hacer leña, la vaca para cuerear, el sudor y la sangre
para medrar. Bien pudo Sarmiento hablar y escribir sobre "el sistema de
expoliación entre los gobiernos confederados, con el cual arruinan a
los pueblos y destruyen el comercio".
Más quien no analice con valentía el trajinar de los vecinos poderosos
por tierras puntanas, sus afanes dirigidos a lmponer servidumbres y a
desconocer derechos ajenos, quien no vea esa humillación de la heroica
San Luis, ni comprenderá la razón de su brega ni sabrá quiénes
empobrecieron a esta tierra. Lucero renovó el ideario desplegado por
don Marcelino Poblet en 1816: quiso buenos comerciantes y no
expoliadores, honrados traficantes y no cuatreros.
Por eso también implantó la marca y el boleto para los ganados, con el
agregado de que este impuesto lo destinó a sostener escuelas. Pero de
todos esos magros beneficios se desprendió la provincia "para conseguir
la organización de la República, tan suspirada y deseada por tantos
años".
A mediados de 1852 mandó hacer un censo de la población de toda la
provincia y reunió informes sobre la riqueza de cada departamento,
tanto en maderas como en animales silvestres y otros recursos
naturales. Fomentó la minería y en 1854, para asombro de ingenuos
cronistas, encomendó a don Juan Llerena trabajos estadísticos
destinados a llamar la atención de los hombres del Litoral sobre este
firme puntal de la patria.
Entre galope y galope el aguerrido guardián de la frontera hizo
reedificar en 1841 la villa de San José del Morro y tres años después
asentó en la orilla del río Quinto el fuerte de San Ignacio de Loyola,
cerrándolo el paso a la indiada. La villa de Renca siempre estuvo
presente en sus desvelos, sin que por ella descuidara el adelanto de la
ciudad -o el pueblo, como entonces se decía- haciendo construir el
cuartel en 1846 y el cementerio "tres cuadras al sudoeste de la
plaza"-, en 1853. Más notable aún es la ley promulgada el 9 de mayo de
1854, por la que se dispuso la construcción de una represa en el
Potrero de los Funes, obra que quiso tomar a su cargo Mauricio Daract,
según la propuesta que estudió una comisión integrada por Juan
Barbeito, Valentín Bargas y Carmen Adaro.
"De Lucero dijimos: "Es verdad que más de una vez rompió su sable
sobándole el lomo a desertores y gauchos ladrones. Es verdad que le
bajó el copete a más de un guapo haciéndolo zanjear en las nacientes
poblaciones o buscándole las cosquillas a chicotazos". Y recordamos que
aquel injustamente llamado "paisano holgazán", hacia 1848 "tiene una
academia militar en la que figuran más de treinta oficiales selectos y
soldados distinguidos de San Francisco; se preocupa por las artesanías,
formando aprendices de diversos oficios; instala una fragua de la que
salen armas de paz y de trabajo; mantiene vivo el patriotismo,
conmemorando todos los aniversarios, no sólo de las victorias federales
sino también de los fastos de la Patria Grande, siendo el primero que
en esta tierra venera el recuerdo de San Martín y alecciona con su
ejemplo; viste a cautivos, socorre a inválidos, alivia a los
necesitados; inclinado a la música, pone un maestro de clarines y hace
traer de Buenos Aires dos violines, para que don Luis Ojeda pueda
señalar a unos jóvenes, que prefiere puntanos, para que no se le vayan
después de haber aprendido".
Ahora debemos detenernos un instante a considerar la religiosidad de
don Pablo, profundo y fecundo sentimiento en el que clavaron sus
envenenadas flechas foráneos liberaloides y algunos puntanos de mucha
copa y poca raíz.
Sincero y valiente, no sólo reedificó templos y dio esplendor al culto,
sino que no calló lo que guardaba en el pecho. Así, cuando pidió a la
Legislatura el nombre de San Ignacio de Loyola para el fuerte que
construyó en el río Quinto, apoyó su requerimiento en estas sencillas
palabras:
"por ser el infrascripto devoto de este Santo y sus máximas mis
direcciones. El obispo José Manuel Eufrasio de Quiroga Sarmiento
elogió, más de una vez, su piedad ejemplar; y en proficua armonía
gobernó junto a sacerdotes que no siempre fueron tan íntegros como él
lo deseaba. El entredicho suscitado con el provisor Timoteo Maradona y
la anexión al obispado de Córdoba -decretada por el gobierno nacional a
fines de agosto de 1854- testimonian también los sentimiento