Historia 15 de febrero del 2011

Capitulo XIII

La dura brega de un buen hijo de la tierra

 

CAPÍTULO XIII

LA DURA BREGA DE UN BUEN HIJO DE LA TIERRA


Mientras despunta la nueva ley
Encerrado en el rojizo marco de la Santa Federación, el gobierno de don Pablo Lucero ha merecido injustos y grandilocuentes reproches, más abundantes y fáciles que los honrados trabajos de dilucidación histórica aportados, felizmente, por algunos pocos estudiosos. Será preciso entonces, dejando de lado ingratas rectificaciones, tratar de mostrar qué hizo por el bienestar de los puntanos aquel buen criollo tildado de "paisano holgazán" claro está que por ilustrados, áticos y superficiales cronistas. Entre sus tajantes juicios y nuestra áspera prosa rebelde ha de discurrir, sin duda, el río de la verdadera historia.
A la sombra de las armas del general Alemán, el 5 de enero de 1841 una asamblea de vecinos de la ciudad confirió el poder a su activo comandante de fronteras. Dos días después Lucero comunicó este hecho a los gobernadores federales, añadiendo:
"El desquicio espantoso en que los salvajes unitarios habían puesto a la provincia con la ominosa marcha que habían adoptado, tuvo que ocurrir a los elementos que ella misma tenía, para repeler a sus implacables enemigos, empleando los auxilios del excelentísimo señor brigadier general don José Félix Aldao, bajo cuyos auspicios ha podido restaurarse el orden legal del país.
En estas circunstancias ha sido llamado el infrascripto a ocupar la primera magistratura de un modo irrevocable, a pesar de sus escasas aptitudes, y creyó, a pesar de toda consideración, subordinarse al imperio de la ley, a fin de salvar la patria."
Si bien cumplió lo dispuesto por Aldao en el sentido de que todos los oficiales unitarios capitulados recibieran pasaporte "para donde quisieran irse", no dejó Lucero de hacer vigilar a los enemigos de la causa.
Asimismo, designó una comisión para que procediese "a embarcar todos los intereses de cuatropea que tengan los salvajes unitarios, esto es de aquellos que han fugado de la provincia, y de los que no, que hayan tomado parte en la brutal revolución del 11 de noviembre" de 1840. Integraron esa comisión el administrador de aduana don Cornelio Lucero, el juez de lo civil don Juan Vílchez, el defensor de "pobres don Manuel Márquez y Sosa y el preceptor de primeras letras don Carlos Arias.
De este modo logró Lucero completar la caballada que sus fuerzas necesitaban para incorporarse al ejército de Aldao, quien por la costa de la sierra marchaba hacia el norte para contener a los dispersos tras la derrota de Lavalle en Sancalá. El 19 de enero, aunque preocupado todavía por las andanzas de los caudillos Benigno Domínguez y Lorenzo Cabral -que intranquilizaban las cercanías del Morro Lucero delegó el mando en el licenciado don Santiago Funes y marchó hacia la Escondida, para unirse a Aldao, con quien inició la campaña sobre La Rioja.
Su ausencia fue aprovechada por los unitarios refugiados en tierra adentro. Unidos a los indios de Pichún y encabezados por Manuel Baigorria, el sábado santo 10 de abril, como dos horas antes del toque de diana, atacaron la ciudad.
Sin embargo, el vecindario opuso una vigorosa resistencia y logró rechazar a los forajidos, entre los que se hallaban los hermanos Saá, Antonino y Carmen Lucero, Gregorio Páez, Domingo Gatica y algunos peones de don Juan Barbeito.
El 16 de agosto, al frente de las fuerzas puntanas, don Pablo Lucero 'intervino en la acción de Angaco, donde Acha sufrió el revés que le costó la vida. Allí don Pablo se esmeró por aprisionar la banda de música del infortunado general, lo que hizo luego de demostrarle a Benavídez que había advertido la jugarreta de querer "mandar adelante" a los puntanos. Acha fue decapitado el 15 de septiembre por gente de Pacheco, entre la represa de la Cabra y el paso del puente del Desaguadero, como para que su sangre salpicase a hombres de San Luis y no a otros.
Afianzada la causa federal con el combate del Rodeo del Medio, Lucero fue elegido gobernador por la Soberanía de la provincia el 19 de noviembre de 1841. En los últimos días de diciembre hizo cumplir la sentencia de muerte con ira Eufrasio Videla, Benigno Domínguez y Epifanio Quiroga; quienes un año antes habían encabezado la revolución unitaria los otros complicados en ese movimiento subversivo -Juan Barbeito, Gabriel Baigorria, Lucindo Riso, Gerónimo Concha y Francisco Bargas- salvaron la vida a pesar de "la sumaria indagatoria que incesantemente" siguíó la comisión .integrada por Cornelio Lucero, Manuel Clemente Márquez y Sosa, Martín Garro, Patricio Chaves y Carlos Arias.
El 4de noviembre de 1844 el gobernador dirigió a la Honorable Representación su Mensaje, que comenzaba así:
"Os saludo íntimamente agradado en el día destinado a la grandeza con que os presentáis a iniciar vuestra propia y célebre misión. El Creador Universal dará luz a vuestros juicios, mientras que yo, con toda sumisión sin desconocer su protección admirable y patética, sujeto mis procedimiento todos a vuestro Soberano fallo y humildemente os devuelvo la autoridad suprema que me conferisteis."
A su detallada exposición corresponden también estas palabras; seguramente trazadas por el ministro José Manuel Figueroa:
"El Gobíerno se complace en demostraros que no han sido vanos sus conatos dirigidos a mejorar la administración, haciendo que el vicio y la virtud sea recibida con la más fuerte severidad que cada uno exige de por sí; que ha consagrado un particular estímulo a establecer el orden y la economía en el ramo de Hacienda y Policía; y que al favor de un sistema regular, en lo posible se ha logrado el hacer frente a todas las exigencias públicas y conservar el crédito de la provincia con el exacto cumplimiento que pesan sobre ella. Es igualmente un motivo de sincera felicitación para el Gobierno ver aparecer en San Luis un espíritu de confianza con que sus hijos tratan de adelantar con progresos sus propias labores, en razón de las garantías que les presenta la regular seguridad de nuestras fronteras.
Nuestro comercio y habitantes se aumentan bajo los áuspicios de la paz y benignidad con que trata el Gobierno aún a los hijos de extraña patria, quienes exigen se les reconozca por ciudadanos de la provincia, sujetándose gustosamente a todas nuestras leyes."
Destaca Gez que en 1848 "el círculo de los federales exaltados y los que no podían medrar" en la situación que presidía Lucero comenzaron a conspirar contra él "estimulados por el ministro de Mendoza, don Juan Moyano". Pero dejemos que el eminente cronista puntano relate aquellos sucesos con su don osa maestría:
"El agente de esas propagandas y de esas confidencias era, en San Luis, don Pío Solano Jofré, jefe de policía y edecán de don Pablo. Habían nacido sus ambiciones al poder y creía llegado el momento de surgir, mostrándose celosísimo federal y el más adicto servidor de Rosas. Púsose en comunicación con el comandante José León Romero, jefe de los Auxiliares de los Andes, con el coronel Patricio Chaves, que comandaba el batallón de infantería, artillería, con el presidente de la Sala de Representantes, don Manuel C. Márquez y Sosa y con el ex-ministro de gobierno de Calderón, don Romualdo Arez y Maldes. Tomadas las principales posiciones, todo quedó listo para dar el golpe el 30 de junio.
Serían como las siete de la noche, cuando Jofré se presentó en el cuartel de artillería, siendo recibido por el oficial don José Antonio Chaves, hijo del jefe de ese cuerpo. En el acto mandó formar los soldados, los arengó y les hizo ventajosas promesas si lo acompañaban en el movimiento que se hacía por indicación del Ilustre Restaurador, en prueba de lo cual, exclamó tres veces: i Viva Rosas! Intertanto, el ayudante de ese mismo cuerpo de infantería don José Astorga, se había dirigido con una partida, a tomar preso al gobernador Lucero, que vivía a cuadra y media del cuartel. Encontró desprevenido y solo a don Pablo y habiéndole intimado rendición en nombre de la Soberanía del pueblo, lo condujo al cuartel de artillería, donde fue encerrado en una pieza e incomunicado. El alférez de cívicos don Gorgonio Gutiérrez tomó preso, a la misma hora, al ministro don Pedro Herrera.
Una vez asegurados estos dos personajes, Jofré se presentó a Lucero, acompañado de un oficial y de un piquete armado, exigiéndole la renuncia del cargo de gobernador y del generalato de la provincia, en nombre del Ilustre Restaurador de las leyes; y de todos los pueblos confederados para sostener el sacrosanto sistema federal: Después le presentaron varias órdenes a los jefes de fronteras y autoridades de campaña, todo lo cual le hicieron firmar en el mismo instante."
Aunque más parcamente, don Felipe Santiago Velázquez nos ayuda a reconstruir aquellas trágicas jornadas:
"Custodiado el preso en el cuartel de policía y mientras los revolucionarios se preocupaban de la organización de su gobierno, la esposa de aquél, doña Dominga Pérez -una de tantas damas de temple superior que ha tenido la provincia-, con el sigilo del caso, hacía llegar sus partes a los jefes 4 de las fuerzas de guarnición en la frontera, estacionadas en la costa del río Quinto y otros puntos, con la nota especial de encontrarse aún vivo el gobernador Lucero, y su rápida y repentina protección podría salvarlo, restituyéndolo en el mando.
Las fuerzas nombradas, inmediatamente de tener noticias de lo ocurrido, pusiéronse en precipitada marcha sobre la ciudad, y al conocerse en ésta su aproximación, el batallón "guardia de- cárcel", con cuyo concurso habían operado los rebeldes y que hacía la custodia del gobernador preso, se sublevótambién contra sus jefes, poniéndose nuevamente a las órdenes del primero dejando a éstos en completo desamparo.
Los momentos no podían ser más críticos para los revolucionarios, y al considerarse perdidos, uno de ellos, Villavicencio, adoptó la resolución extrema e inquebrantable de quitar la vida a Lucero, en la prisión misma, penetrando al efecto al cuartel armado, y sin darle tiempo para realizar su intento fue cosido por las bayonetas de los soldados que hasta poco momentos antes lo habían acompañado en su desgraciada empresa."
Más color tiene la versión que Gez refiere sobre la muerte del alférez Gabriel Villavicencio, "que había jurado matar a Lucero, quien iba a buscar al prisionero seguido de una partida armada":
"Penetró, resueltamente, en la habitación de Lucero y sacando una pistola se la puso al pecho y la martilló; pero no salió el tiro. Entonces, Lucero se precipitó sobre él y gritó a los soldados: a este cobarde!, a cuya voz los soldados descargaron las armas sobre Villavicencio que cayó acribillado a balazos, al lado mismo de Lucero."
Pío Solano Jofré y José Astorga lograron huir a Mendoza. Los demás cabecillas fueron juzgados por un tribunal que integraron José Gregorio Calderón, Nicasio Mercau, Juan Francisco Loyola, Valentín Bargas y Santiago Quiroga. El 31 de octubre de 1848 pagaron con la vida su rebelión el coronel Patricio Chaves, Romualdo Arez y Maldes, elcapitán José Antonio Chaves y Manuel Márquez. Mientras Sús nombres se olvidaban, crecía el renombre del comandante Domingo Meriles que, con sus dragones, acudió lealmente al llamado de doña Dominga Pérez recurriendo a la treta india' de avanzar' sobre la ciudad por el cajón del río, para sorprender a los rebeldes.
Con fecha 11 de abril de 1849, el ministro Arana remitió' a 'San Luis copia de las cartas cambiadas entre Domingo F. Sarmiento y el teniente coronel José Santos Ramírez Expresaba entonces:
Por estos documentos se instruirá V:E; de que el salvaje unitario logista Sarmiento continua conspirando desde .Chile contra la Confederación y la América del modo más alevoso e indigno, en prosecución de los planes sangrientos desoladores de la logia: a que pertenece, la misma que agita hoy pretendiendo entronizar en Bolivia al cabecilla Santa Cruz, abominable e inmundo enemigo de la América."
Prevenido con este aviso, el gobernador de San Luis no dejó de vigilar las comunicaciones y el 31 de agosto de 1851 manifestaba a Rosas:
"El irifrascripto tiene, a bien elevar al superior conocimiento de V.E. los adjuntos libelos con el sello Santiago de Chile, que se ha recibido en la administración de correos de esta provincia bajo la misma forma epistolar en que se los transmito para inteligencia del gobierno supremo de esa benemérita provincia.
Penetrado de las infatigables maquinaciones del bando salvaje, arma vil de que ellos se valen para reedificar el cadalso que les preparan sus crímenes, ha dictado el infrascripto algunas medidas precaucionales a fin de evitar las perniciosas doctrinas con que calculan infructuosamente introducirse; al efecto tiene ordenado al administrador de Correos examine prolijamente toda la comunicación, dando cuenta a este gobierno de su resultado."
Don Felipe Arana, al expresar a Lucero la complacencia y aprecio de Rosas por las precauciones tendientes a evitar la circulación "de las negras perniciosas doctrinas del asqueroso traidor salvaje unitario Sarmiento", decía el 17 de septiembre:
"V.E. ha acreditado así, una vez más, su recomendable celo y patriotismo por el sostén de nuestra sagrada causa nacional de la Federación, que a toda costa y por toda clase de reprobados medios anhela atacar aquel inmundo enemigo de la Confederación Argentina y de la América; y muy especialmente desde su bien sabida asociación con el vil desertor de la sagrada causa federal de la República, el loco traidor salvaje unitario Urquiza."
Exactamente un mes después --el 17 de octubre y no de septiembre, como se ha venido afirmando-- la Sala de Representantes de la provincia de San Luis sancionó la siguiente ley, propuesta por Lucero y redactada por don Benjamín de Moral:
"Por cuanto el salvaje unitario Justo José de Urquiza, contrariando la opinión del pueblo entrerriano, se ha rebelado contra la Confederación y su excelentísimo gobierno General, que presidido sabiamente por el Ilustre general don Juan Manuel de Rosas, merece la más absoluta confianza de la nación y el profundo reconocimiento de todos los argentinos.
Por cuanto ha traicionado ese cobarde salvaje unitario el pacto fundamental de la Federación, desligándose de la gran nacionalidad argentina, como lo prueba su titulado decreto de 1º de mayo del corriente año y la asquerosa nota con que ha intentado sublevar a las provincias confederadas que, lejos de concurrir a su nefanda traición, se disponen a exterminarla.
Por cuanto, practicando un hecho inaudito el más nefando y perverso, se ha ligado a los salvajes asquerosos unitarios y al pérfido Gabinete brasilero, llamando sus fuerzas a que ataquen y violen atrozmente la nacionalidad y la independencia de la República.
Por cuanto en todo este escándalo tan funesto al bienestar del país, sólo media la desenfrenada ambición del loco salvaje unitario Urquiza, que piensa abrirse camino alucinando a los pueblos con la fementida idea de organización, cuando ni entiende ni conoce principio ni ley alguna.
Por todas estas razones y otras muchas que comprueban que el loco salvaje unitario Urquiza es un aspirante traidor a la Nación, digno aliado del asqueroso Gobierno brasilero, la provincia de San Luis se declara en el deber de contribuir sin limitación y sin reserva alguna, a exterminar a ese bandido feroz; y a efecto de conseguirlo en toda la extensión que se lo permita el jefe supremo del Estado, ilustre general don Juan Manuel de Rosas, a cuya sabiduría, patriotismo y denuedo ha confiado sin restricción alguna y por actos solemnes sus destinos, ha sancionado la siguiente ley:
Artículo.1º -La provincia de San Luis declara al salvaje unitario Justo José de Urquiza fuera de la ley por el crimen atroz que ha perpetrado, traicionando a la Confederación y ligándose al gobierno extranjero del Brasil.
Art. 2º -La Provincia de San Luis reproduce en toda su extensión las declaraciones por las que ha autorizado en la parte que le corresponde, libre y espontáneamente, al jefe supremo de la República, general de sus ejércitos, brigadier don Juan Manuel de Rosas, con toda la suma del poder nacional, depositando en su alta persona todo el que a ella pertenece, sin limitación alguna.
Art. 3º -El Poder Ejecutivo de esta Provincia queda extraordinariamente facultado, mientras duren las actuales circunstancias, para dar cumplimiento sin la menor dilación a las órdenes del jefe supremo de la República, general en jefe de sus ejércitos, brigadier don Juan Manuel de Rosas, disponiendo para ello de todas las fuerzas, recursos y elementos de la Provincia.
Art. 4º -Además de cumplir fielmente las órdenes del Jefe supremo de la Confederación, el Gobierno de esta Provincia adoptará también por sí todas las medidas tendientes a combatir la traición infame del rebelde salvaje Unitario Urquiza, lo mismo que a escarmentar al traidor y cobarde Gobierno brasilero; que invadiendo como lo ha hecho los ríos de la Confederación, sin declaración de guerra, ha dado un nuevo comprobante de su política traidora y desleal.
Art. 5º -Sin perjuicio de la autorización extraordinaria conferida al Poder Ejecutivo, la Sala de Representantes continuará constituida como hasta hoy, pero ocupándóse solamente de los asuntos que el Gobierno le someta.
Art. 6º -El Poder Ejecutivo dispondrá que esta ley, que firmarán individualmente todos los Representantes, se eleve al jefe supremo de la República, jefe de sus ejércitos, brigadier don Juan Manuel de Rosas; la comunicará a los gobiernos confederados y dará la más solemne publicidad.
Art. 7º -Comuníquese al Poder Ejecutivo para los fines consiguientes."
¿Quiénes integraban la Sala que sancionó esta Ley? No lo hemos podido averiguar todavía. Sabemos,' eso sí, que en febrero de 1851 presidía la Representación Fabián Barroso, junto a quien legislaban Tomás Prieto, Bernardo Bazán, Calixto Ortiz, Mauricio Daract, Cándido Lucero y José Rufino Lucero y Sosa. A principios de 1852 los Representantes eran Juan Vivier, Nepomuceno Poblet, Mauricio Daract, José Quiroga, Calixto Ortiz, José Rufino Lucero y Sosa y Bernardo Bazán. El secreto de la "fibra unitaria", ¿estará en la repetición de los nombres?
También en octubre de 1851 "el benemérito argentino federal" doctor Adeodato de Gondra fue nombrado agente diplomático extraordinario de la Provincia de San Luis ante el jefe supremo de la confederación, con una renta mensual de cien pesos. Gondra aceptó la misión que se le encomendaba y el 15 de noviembre agradeció profundamente a Lucero "por haber escogido su persona para órgano de la voluntad de ese heroico pueblo argentino cerca del Salvador de la Patria, el Delegado de la Providencia entre nosotros, el Jefe Supremo de nuestra elección y de nuestro amor, Ilustre Brigadier General don Juan Manuel de Rosas".
La batalla de Monte Caseros modificaría el lenguaje de leyes, decretos, proclamas y cuanto papel circulaba por los pueblos de la Confederación. Los mismos hombres encontraron, si no palabras nuevas, un nuevo destinatario para las promesas y las loas. Como todas las provincias, San Luis abrió el pecho a la renovada esperanza.
El 3 de marzo de 1852, Lucero ordenó que en cada partido se eligiesen dos diputados que representaran sus derechos y se constituyeran en Cuerpo Soberano para determinar la política a seguir. Presidida por don Mauricio Daract, el 18 la Soberanía sancionó una ley que incluía las siguientes disposiciones:
"El Cuerpo reasume en sí las facultades extraordinarias que había conferido al gobernador don Pablo Lucero y de las que éste hizo devolución en su nota de fecha 17.
Se le confieren al Cuerpo Legislativo todas las facultades que son peculiares al Cuerpo Soberano, "para que en conformidad de los principios de paz, libertad, organización, progreso y gloria, bajo el sistema representativo federal" proclamado por Urquiza, "pueda expedirse con toda la autenticidad .posible en los casos necesarios". Queda igualmente facultado el Cuerpo Legislativo para destruir y anular toda otra disposición que esté en oposición con el espíritu de la presente sanción.
El cuerpo Soberano nombrará una comisión compuesta de tres Representantes, "para que manifiesten personalmente al excelentísimo señor Gobernador, brigadier don Pablo Lucero, a nombre de este Honorable Cuerpo Soberano, los sentimientos de gratitud de qué se halla poseído por el buen uso que ha hecho en bien general del país, mientras estuvo investido de las facultades extraordinarias que le fueron conferidas."
Con respecto a este último punto, acota Gez: "Bueno es advertir que esta asamblea estaba constituida por los elementos representativos de la sociabilidad puntana y que, bajo la más amplia libertad y al amparo de la situación recientemente creada, se manifestaban en términos tan honrosos para el gobernador Lucero, todo lo cual viene a confirmar, plenamente, el juicio favorable con que lo hemos presentado a la posteridad, sin dejar de responsabilizarlo por los errores de la época nefanda, con la cual estuvo solidarizado".
Puesto que el cronista no los menciona, debemos recordar los nombres de aquellos diputados doblemente representativos: Mauricio Daract, Victoriano Lucero, Calixto Ortiz, Fabián Barroso, Esteban Funes, Nicasio Mercau, José Narciso Ortiz, Santiago Laborda, Buenaventura Sarmiento, Carlos Bett, José Quiroga, José Santos Ortiz, Julián Jofré, Tomás Prieto, Francisco Zabala, .Juan H. Mendoza, José Román Céliz, Bel'llabé Balenzuela, Rayrnundo Barroso, Juan Espinosa, Daniel Videla Domínguez, Manuel Arias, José Vidal, Juan F. Garro, Marcos Calderón, Dionisio Delgado, Nepomuceno Poblet, Rafael Panelo, Jesús Iñón, Carlos Quiñones, Francisco Básquez, Pascual Bailón Gutiérrez, José L. Leal, Tomás Suárez, Mariano Orosco, José Rufino Lucero y Sosa, Feliciano Lucero.
Disuelta la asamblea el mismo 18, tras haber llenado el objeto para que se reunió, correspondió a la Sala de Representantes dar el trascendental paso que reclamaba Caseros. y así lo hizo:
Viva la Confederación Argentina!
San Luis, marzo 19 de 1852.
El Soberano Cuerpo Representativo de la Provincia, usando de las facultades que inviste, en sesión extraordinaria fecha de hoy, ha sancionado con fuerza de ley lo siguiente:
Artículo 1º -La Provincia de San Luis declara de hecho y de derecho derogadas y sin valor ni fuerza alguna las sanciones de 5 de febrero del año de 1850, 21 de julio y 17 de octubre de 1851, las mismas que deberán ser borradas completamente de sus respectivos libros de actas, quedando en pleno goce de la soberanía territorial que le compete, hasta la instalación de un congreso nacional constituyente, y con todos aquellos derechos y prerrogativas que le habían conferido inmerecidamente al gobernador don Juan Manuel Rosas.
Artículo 2º -De conformidad con los decretos expedidos en la benemérita provincia de Entre Ríos por el ilustre general don Justo José de Urquiza en 1º de mayo de 1851, promoviendo la convocación de un congreso nacional constituyente, se reconoce en su benemerita persona, Regenerador y Organizador de la República del Plata.
Artículo 39 -El Poder Ejecutivo lo felicitará, a nombre del pueblo, al ilustre general en jefe del Ejército Aliado Libertador, brigadier don Justo José de Urquiza, por el glorioso triunfo que han obtenido sus armas en el campo de Monte Caseros, sobre el dictador odioso de la benemérita de Buenos Aires don Juan Manuel Rosas.
Artículo 49 -La Provincia de San Luis uniformará en un todo su política a la del excelentísimo Gobierno de la provincia de Entre Ríos, de conformidad con los principios de libertad, confraternidad y organización nacional, bajo el sistema federal, proclamado por aquel ilustre jefe, brigadier don Justo J. de Urquiza.
Artículo 5º -Saldrá de este Honorable Cuerpo una comisión compuesta de tres individuos, cerca del Poder Ejecutivo de la Provincia, y a su nombre le rendirá un voto de gratitud, por el uso útil y honroso que ha hecho de las facultades extraordinarias que en nota de 17 del corriente se dignó devolver al seno de esta Representación.
Artículo 6º -El Poder Ejecutivo hará circular Al día siguiente -20 de marzo de 1852 tras mandar cumplir la resolución del Cuerpo Representativo; Lücero envió a Urquiza la sanción y otros antecedentes, diciéndole en el oficio respectivo:
"Por dichos documentos, se instruirá V.E. del voto popular y solemne que han pronunciado los hijos de San Luis, uniformando en un todo sus sentimientos a los de V.E.; sentimientos que hacían 20 años gemían bajo la dominación opresora del ex gobernador de esa benemérita provincia, don Juan Manuel Rosas, y que hoy, mediante el éxito feliz y glorioso que han merecido las alas libertadoras de ese denodado ejército al mando de V.E., han cobrado su libertad, con reconquistación de sus derechos a que la patria misma les hizo acreedores, y que debiera gozar con preeminencia la República Argentina por sus gloriosos antecedentes."
La pluma vuelve una y otra vez al surco del borrador, abrillantando frases, puliendo epítetos, almibarand9 promesas. Y el alma se conturba al comprobar la eterna pequeñez del hombre ante el Vencedor.
El ministro de Relaciones Exteriores don Luis J. de la Peña, con fecha 8 de abril, se dirigió a Lucero para "llenar otro deber que tiende a complementar la obra iniciada por los pueblos,.. en ese gran vínculo nacional; propendiendo todos de acuerdo a la organización de la República, tan anhelada por los leales y buenos hijos que ella encierra".
y a renglón seguido explicaba los propósito de Urquiza:
"S.E., que decididamente quiere ver llegar ese momento feliz, y que a él concurran los elementos más poderosos, para la uniformidad en tan grande obra, ha concebido la idea de una reunión solemne de los excelentísimos Gobernadores de las provincias confederadas, que forme el preliminar de la Constitución Nacional. Grandes y poderosos bienes espera S.E. del patriotismo y decisión de esos guardianes de las libertades públicas; y confía que tal idea será valorada por sí misma bajo el punto de vista que ella se merece.
Persuadido que V.E. tendrá el mayor placer en concurrir con su persona a tan interesante objeto, ha ordenado al infrascripto lo invite a esa reunión general, que deberá tener lugar en la ciudad de San Nicolás de los Arroyos, en la provincia de Buenos Aires, el 20 de mayo próximo.
S.E. el señor general desea vivamente que V.E. se digne aceptar esta invitación oficial y concurrir el día indicado a la expresada ciudad, porque anhela íntimamente solemnizar el gran día 25 de Mayo con la apertura de una Convención Nacional en la que los mandatarios todos de la República puedan aunar sus pensamientos políticos y tratar de cerca los intereses generales de ella, de la manera más eficaz y que más tienda a la realización del gran pensamiento de la época: la confraternidad de los Gobiernos y de los Pueblos."
El 20 de ese mismo mes, don Vicente F. López recomendaba a Lucero "que antes de la partida de V.E. para concurrir a la reunión mencionada, se sirva recabar de la Honorable Legislatura de esa provincia los poderes bastantes para tratar las cuestiones vitales que han de ventilarse en la Convención de los excelentísimos señores gobernadores". El objeto de esa solicitud era "procurar que las deliberaciones de esa Convención tengan más fuerza y consistencia, siendo previamente autorizadas por la Representación de los pueblos".
La Sala de Representantes, reunida el 4 de mayo con el objeto de acordar y determinar los poderes con que debía hallarse investido el gobernador en la reunión a que había sido convocado, consideró "Que de tan solemne acto deberán emanar los primeros acuerdos en que ha de fundarse nuestra organización nacional". Y "con el fin de darle por su parte toda la autenticidad que requiere", confirió poder y facultades necesarias al brigadier don Pablo Lucero "para que a nombre de esta Provincia pueda acordar y convenir con todos los demás excelentísimos señores Gobernadores de las provincias de la República, firmando cualquier acuerdo o convenio que sea tendiente al bien general del país, fundado en los principios de libertad y organización nacional proclamados en mayo de mil ochocientos cincuenta y uno por la benemérita provincia de Entre Ríos". Por la misma sanción, Lucero debía "instruir oportunamente a esta Honorable Representación del resultado del encargo que se le confiere, pues todo pacto o convenio que de él emanare, deberá someterlo al conocimiento de este Honorable Cuerpo para su ratificación".
¿Cómo viajó don Pablo a San Nicolás? Debemos tratar de aclararlo, pues en alguna evocación generalizadora sólo se ven "diligencias de gobernadores a todo rodar por unos y otros caminos".
Debidamente autorizado por la Sala de Representantes -que en la solicitud del gobernador vió "reproducida la extremada delicadeza que ha modelado siempre los procederes de V.E." -el 29 de abril Lucero encomendó al comandante del escuadrón de Lanceros Argentinos la tarea de extraer del 2º Departamento "cien caballos del vecindario, sanos y aparentes para emprender la marcha que el infrascripto tiene que practicar al exterior de la provincia, por invitación del excelentísimo señor gobernador y capitán general de la provincia de Entre Ríos, brigadier general don Justo José Urquiza, hasta el pueblo de San Nicolás, provincia de Buenos Aires, a entrar en los acuerdos que se hagan necesarios para la pronta organización y constitución de la República".
Prevenía Lucero que la comisión debía cumplirla el referido comandante "en asocio del comisario de dicho Departamento y el comandante principal" y que la caballada "deberá ser dirigida á esta capital, la que pertenece a lospartidos de la Costa, antes del 10 de mayo, y la de los partidos de afuera, al punto de San José del Morro, bajo el mayor cuidado y esmero".
Desde ese paraje, el 14 de mayo el coronel Domingo Meriles escribía al gobernador delegado don Pedro Herrera:
"Por orden que tengo de S.E. el señor gobernador propietario, comunico a V.E. que para hacer su marcha le fueron entregados en este cantón trescientos tres caballos patrios: cien de los comprados en el Departamento Nº 4, cincuenta y dos de los del N9 3 y ciento cincuenta y uno de la mejor caballada del regimiento de mi mando".
Es decir que la "cumplida escolta militar" que el ameno evocador incluye entre las "atenciones oficiales de comedimiento y deferencia" del señor general Urquiza para con los "señores gobernadores" que iban llegando a San Nicolás ya la llevaba Lucero desde la Punta. Con el agregado que eran veinte bizarros -mejor diremos bravos sin vuelta de hoja- Dragones de la Unión, curtidos por las penurias y los entreveros de la frontera. Veinte soldados puntanos, de la misma pasta que los Granaderos, armados de sable y carabina, colorada la gorra, colorada la camisa, colorado el chiripá. Veinte puntanos que, como siempre, iban adelante, despejándole el camino a los gobernadores de Mendoza y San Juan, que éstos sí llegaban cada cual en su carruaje. Por que lo que es don Pablo tenía bastante con su buen caballo de la tierra. Y a caballo entraba -¿verdad, musa de la evocación?- a caballo entraba por las calles nicoleñas.
y junto a él, también a caballo, marchaba un mozo gallardo y pensativo, maestro de primeras letras con vocación de gloria. Carlos Juan Rodríguez se llamaba.
Volvemos a los documentos para concluir estas noticias con el acuerdo fechado en San Luis el 19 de julio de 1852:
"La Honorable Sala de Representantes de la Provincia: Reunida en la Sala de sesiones, Procedió a la lectura de la nota que le ha sido dirigida con fecha de ayer por el excelentísimo señor gobernador y capitán general, brigadier don Pablo Lucero, en la que solicita comparecer ante este Honorable Cuerpo, a fin de dar cuenta de la misión que le fue conferida por la honorable sanción de fecha 4 de mayo, consecuente a la convocatoria que se hizo a todos los excelentísimos gobernadores de las provincias de la República por la circular del encargado de las Relaciones Exteriores, brigadier don Justo José de Urquiza, de fecha 7 de abril; y habiendo accedido esta honorable Representación a la indicación de S.E., 10 verificó presentándose personalmente, sometiendo ante esta Honorable Representación el acuerdo original celebrado en San Nicolás de los Arroyos entre los excelentísimos gobernadores de las provincias argentinas de fecha 31 de mayo del presente año; el cual, tomado en consideración detenidamente, ha acordado en uso de la Soberanía que inviste lo siguiente:
Artículo 1º -El acuerdo celebrado entre los excelentísimos gobernadores de las provincias argentinas reunidos en San Nicolás de los Arroyos de fecha 31 de mayo del presente año, queda ratificado en un todo en la parte que le corresponde a esta provincia, por considerarlo conveniente al bien general del país.
Artículo 2º -El Poder Ejecutivo convocará la provincia en la forma de costumbre y con la brevedad posible para que este Honorable Cuerpo quede en actitud de proceder al nombramiento de los dos Diputados que han de representar en el Congreso Nacional Constituyente con arreglo a la cuarta resolución del acuerdo mencionado en el artículo anterior.
Artículo 3º -Agregada esta honorable sanción del precitado acuerdo original, devuélvase éste al Poder Ejecutivo para su publicación y fines consiguientes."
El 28 de julio se reunió la Representación Soberana, con asistencia de cincuenta y seis Representantes, y eligió Diputados por San Luis a los doctores Delfín Huergo y Adeodato de Gondra.
Celebrado el Acuerdo de San Nicolás, la Honorable Representación reconoció, a nombre de la provincia, "el eminente servicio que don Pablo Lucero había prestado a su país en el buen desempeño de la honrosa misión que le fue conferida". Pero este reconocimiento no amenguó los sinsabores del gobernador. Le dolía, sin duda, que su provincia hubiera sido invadida por los indios que guiaba Manuel Baigorria, aprovechando la ausencia del infatigable defensor de la frontera. Y no dejaría de entristecerlo, a su regreso, ver levantarse la discordia en tierras sanjuaninas.
Urquiza, el 16 de julio y por intermedio de su ministro don Luis J. de la Peña, reprobó altamente el motín ocurrido en la provincia de San Juan y dispuso que Lucero pusiese a las órdenes del brigadier Nazario Benavídez las fuerzas de San Luis y todos los recursos con que contase, hasta que el gobernador depuesto lograse recobrar el mando. Pocos días después -el 21- el gobernador de Córdoba don Alejo Carmen Guzmán pedía a Lucero que no ayudase a los jefes y oficiales de las fuerzas sanjuaninas, quienes habían pasado a la provincia de San Luis "con el objeto, sin duda, de reunirse al general don Nazario Benavides, acaso con la mira de invadir con fuerza armada a la provincia hermana de San Juan".
Mientras Urquiza agradecía a Lucero por no reconocer legalidad a los actos del gobierno revolucionario de San Juan, "expresión de una minoría anárquica que desconoce los principios de orden público y confraternidad proclamados en el programa de 19 de Mayo", en la ciudad de San Luis el 31 de julio Benavídez pedía al gobernador puntano un contingente de ciento cincuenta hombres de caballería "que necesita bien equipados, cabalgados y municionados a la brevedad que fuere posible". y después de recuperar el mando, escribía a Lucero el 23 de agosto: "La división de Auxiliares saldrá de esta provincia a fines de esta semana, si me fuese posible sustraerme de aquellos urgentes quehaceres que en estos momentos requerían mi absoluta consagración; pero esté V.E. persuadido que no omitiré esfuerzo alguno por que esta benemérita división pise cuanto antes el territorio de esa provincia".
Mas el horizonte no se aclaraba. El 14 de septiembre, desde Santa Fe, el ministro de la Peña participaba "que a la una de la mañana de este día, ha tenido S.R. comunicación de Buenos Aires, fecha 11 del que rige, anunciándole que con motivo de su ausencia de aquella ciudad, algunos malvados ambiciosos se habían lanzado a la rebelión, pretendiendo anarquizar la República y renovar en ella las pasadas escenas de sangre y desolación". Y en el mismo oficio, añadía:
"Este incidente no retardará la solemne instalación del Congreso Constituyente; pues V.E. debe estar en la firme persuasión de que los obstáculos creados por la ambición y la perversidad de un puñado de conspiradores oscuros y menguados, serán prontamente destruidos, marchando la República con seguro paso a su organización definitiva y perdurable felicidad."
Alsina exponía, con fecha 15, "las principales causas del movimiento del 11, para que sea más comprensiva toda su justicia y toda su importancia".
Luego de reseñar el proceso de la rebelión, asentaba rotundamente:
"Este movimiento ha de atar más y para siempre, los lazos de hermandad. que ligan entre sí a todos los miembros de la Nación. La Provincia de Buenos Aires quiere la paz; quiere la organización nacional; pero una organización que sea el efecto del voto de sus pueblos y no de la imposición individual de nadie."
En una carta fechada en Santa Fé el 15 de septiembre y dirigida a su "respetable compatriota y amigo" el general Lucero, asienta Gondra estas interesantes cosas:
"Ya estamos reunidos catorce diputados: es decir, la mitad, y pronto esperamos a los demás para que se instale el Congreso. En medio de nuestros preparativos para plantear la organización definitiva de la República, ha venido a sorprendernos la noticia del escandaloso motín militar que ha tenido lugar en Buenos Aires el 11 del corriente a las 12 de la noche encabezado por los generales Pirán y Madariaga. Estos son unos maulas sin aptitudes ni prestigio en el país; pero su calavereada es bastante para causar males de gravedad."
Dos días después, el diputado Huergo escribe al gobernador puntano:
"Aunque este accidente no compromete en mi concepto sino por algunos días la tranquilidad de la República, yo creería oportuno que se robusteciese la autoridad moral del Director por medio de un pronunciamiento unánime y vigoroso en todos los pueblos de la República.
La benemérita provincia de San Luis a "quien tengo el honor de representar, y que S.E. tan dignamente preside, será la primera, no lo dudo, en levantar su voz para reprobar ese motín escandaloso y para manifestar cuál es el espíritu que la anima. Si el Congreso que por falta de bastante número de Diputados no ha podido instalarse todavía, lo hubiese hecho, yo en nombre de la provincia de San Luis hubiese contribuido con todas mis fuerzas a manifestar que ella se halla decidida a no omitir medio, ni detenerse ante ningún obstáculo, para arribar a la definitiva organización de la República, y que en cualquier parte donde aparezca la anarquía es necesario anonadarla, y anonadarla para siempre."
Disculpándose por su laconismo, el 25 manifestaba Gondra:
"Patriotismo, valor y constancia es lo que todos tenemos por acá. Esa provincia y V.E. deben contar con nuestra firme adhesión a la causa del orden nacional y con nuestros esfuerzos por realizar cuanto antes las justas esperanzas de la Patria, mediante la protección del Cielo y en caso que Dios Nuestro Señor no disponga otra cosa."
Por fin el 27 de septiembre la Sala de Representantes, por intermedio de su vicepresidente don Mauricio Daract dijo al gobernador "que la provincia de San Luis, consecuente a su pronunciamiento por los principios proclamados por el ilustre general Urquiza y teniendo en vista el Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos de 31 de mayo del corriente año, aprobado y reconocido por ley, desea que la conducta de su Gobierno a este respecto sea también de conformidad con ellos y que no omita sacrificio alguno para sostener su compromiso y dignidad". El 21 de octubre la Sala sancionó la ley que mandaba poner a disposición del Director Provisorio de la República "todos los elementos y recursos con que cuenta esta provincia para contribuir a la organización nacional". Tal como lo solicitara Huergo, el artículo 29 de esa ley disponía: "El Poder Ejecutivo dirigirá una nota oficial al excelentísimo Director Provisorio, a nombre de esta provincia, manifestándole que se halla decididamente dispuesta a hacer toda clase de sacrificios para conseguir la organización de la República".
El empeño de los hombres de Buenos Aires para hacer llegar sus ideas al interior y los nuevos conflictos sanjuaninos también hallaron eco entre los indios del sur. Así lo prueba la carta que el gobernador delegado don Mauricio Daract remitió al ministro de la Peña en febrero de 1853 y en la que expresa:
"El 13 del corriente llegó a esta ciudad, de las tolderías del desierto el coronel don Manuel Baigorria, quien ha manifestado a este gobierno que entre aquellas tribus se susurraba hallarse los pueblos de la confederación envueltos en la anarquía y desconociendo la autoridad que inviste el Director Provisorio de la Nación.
Este gobierno se contrajo asiduamente en patentizar al coronel Baigorria la nulidad e inverosimilitud de cuanto se corría en aquellas tolderías, e instruirlo a fondo de la verdadera situación de la República y de los últimos sucesos que han tenido lugar en Buenos Aires. Convencido, pues, el referido coronel Baigorria y plenamente satisfecho de todo cuanto el infrascripto le manifestó, ha dispuesto regresar a las tolderías con la mayor celeridad, asegurando a este gobierno que sin pérdida de momento se ocupará en hacer desistir a los indígenas de la mala inteligencia en que están e instruirlos satisfactoriamente de la realidad de los acontecimientos."
Un propio despachado por el gobernador de Córdoba don Gerónimo Yofré el 9 de junio, trajo a San Luis un paquete dirigido por Urquiza, "cuyo paquete contenía la Carta Constitucional sancionada por el Soberano Congreso ¡y mandada promulgar por el excelentísimo señor Director Provisorio, con toda la solemnidad que exige tan clásico e importante documento". Desde San José del Morro, Lucero ordenó leer la Constituci6n al vecindario y el 22, don Mauricio Daract manifestaba al gobernador cordobés:
"Animado el infrascripto, como toda esta provincia, del fuerte entusiasmo que inspira un acontecimiento de inmensa y muy gloriosa trascendencia para toda la República, en el acto que fue recibida la nota del excelentísimo señor Director Provisorio y la Carta Constitucional de la Nación, se hicieron por todos los vecinos de esta ciudad las más públicas demostraciones de júbilo y contento, dirigiendo al Soberano Congreso y a S.E. el señor Director Provisorio el más elevado tributo de gratitud por el inestimable bien que; mediante sus desvelos heroica consagración a tan afanosas tareas, van a entrar a gozar todos los argentinos."
Pocos días después -el 25- Daract dirigía una proclama a los habitantes de la provincia, invitándolos a jurar la Constitución el 9 de julio. En el mismo documento, decía:
"Paisanos: Todos los que os halláis fuera de vuestros hogares por efecto de las discordias anteriores, podéis con toda seguridad restituíros tranquilos a vuestro país natural, para que concurráis al solemne acto de la promulgación y jura de nuestra Constitución Nacional. Así llenaréis las vitales exigencias de nuestra actualidad, gozando también de los derechos que la Ley os acuerda. Nuestro suelo patrio está abierto a todos sus hijos, para que unidos en la misma fe y con aquel lazo indisoluble del amor a la Patria y deseo de su prosperidad, marchemos al alto puesto que nos está señalado entre las naciones del mundo civilizado."
¿Cómo se cumplió aquella ceremonia en la ciudad de San Luis? Bueno es recordarlo, apoyados en el decreto que Daract dictó considerando "que es un deber sagrado de todo argentino dirigir al Omnipotente el más fervoroso tributo de gratitud, por el inestimable bien que hasta hoy nos dispensa, conservándonos en posesión de nuestra gloriosa Independencia y presentándonos en ese día el principio de una nueva época de organización".
El sábado 9 de julio de 1853, en el templo parroquial -la vieja iglesia de los dominicos- se celebró una misa solemne en acción de gracias. Concluido este acto, "se dio principio a la lectura y juramento de la Constitución Nacional" y luego se asistió al Tedeum, que se cantó en el mismo templo. Formaron 1as tropas veteranas, se hicieron salvas y por la noche hubo luminarias.
Desde el día anterior, alta flameaba la bandera de la Patria.
El 4 de noviembre de 1854, a punto de expirar su mandato, don Pablo Lucero dirigió al Cuerpo Soberano de la Provincia una nota o mensaje en el que reseñaba la tarea realizada. A ese documento pertenecen estos párrafos:
"En medio de la paz y la libertad estáis reunidos y vuestra reunión representa la voluntad absoluta y soberana de toda la provincia, y ante ella, desde el alto puesto que me confiasteis, soy el primero en acatarla y obedecerla; en tal concepto y cumpliendo con ese mismo sagrado deber, os devuelvo el depósito de las leyes e instituciones del país y la autoridad suprema de que fui investido, y con la conciencia tranquila de no haber omitido sacrificio alguno para guardar ileso tan sublime como delicado encargo. Mis actos gubernativos son del dominio público, los que desde luego sujeto a vuestro soberano fallo. Siempre he marchado de acuerdo con la Legislatura permanente, y con su eficaz y ardiente patriotismo se ha conseguido salvar las dificultades en que ha tocado la provincia en los varios conflictos que ha experimentado en la época de la organización nacional. La provincia permanece tranquila y sus habitantes entregados al trabajo, bajo la sombra protectora de la hermosa Constitución Nacional...
Hoy más que nunca es necesario estudiar las necesidades del país, para darle aquellas instituciones que sean compatibles con los principios y garantías prescriptas por la Constitución Nacional. Con mil dificultades ha tocado el gobierno en la marcha administrativa, a consecuencia de no haber una ley fundamental que regle todas las atribuciones de todos los empleados en el despacho de los asuntos públicos. La Constitución de la provincia se hace más necesaria, cuanto que todos los ramos de la administración se encuentran desorganizados, pues ha sido preciso destrozar nuestras instituciones para organizar la República y formar una verdadera Nación.
Tal es el estado en su régimen interno de toda la provincia; sin embargo, la paz, la libertad y las garantías constitucionales están afianzados de un modo innoble, la anarquía, la guerra civil y los odios de partido han sido anatematizados para siempre."
Más el viejo soldado llevó también al recinto de la Soberanía su palabra de auténtico forjador de la patria. Y así habló:
"Compatriotas de la Honorable Representación de la Provincia.
Después de daros cuenta de la situación del país, como primer magistrado, y depositar en vuestras manos la autoridad que me confiasteis, paso a hablaros en particular, con el lenguaje de un amigo a quien conocéis. Desde luego, principiaré por agradeceros la constancia con que habéis soportado los sinsabores de nuestro aislamiento, en épocas que la guerra civil consumía a la República, y que teníamos la precisa obligación de defender nuestra patria y nuestras familias a costa de nuestros esfuerzos y nuestra sangre, para que no fuesen víctimas de las depravaciones de los bárbaros del sur.
Lleno de gratitud desciendo a la vida privada, por el ardoroso entusiasmo con que habéis corrido cuantas veces os he llamado, y que nuestra patria se ha encontrado en peligro. Como siempre estoy dispuesto a ayudaros a participar con vosotros la desgracia y la felicidad, las fatigas y privaciones que son consiguientes si queremos tener una Nación libre y organizada. Es necesario ayudar con todas nuestras fuerzas y aún a costa del sacrificio de la vida, al hábil Gobierno que dirige los destinos de la Nación y que la ha sacado del caos en que la habían sumergido nuestros extravíos pasados. Es preciso mostrarnos agradecidos y participar con él esa inmensa responsabilidad que pesa sobre sus hombros, para de este modo empeñarlo a que complete nuestra felicidad; fijaos minuciosamente en el pasado, que lo tenéis a un paso y que lucha por no separarse de nosotros, y veréis la Nación postrada y exhalando el último suspiro: su última agonía fue para libertarse de la opresión en que la tenían los odios departidos y las sangrientas luchas. Que no corra ya, por Dios, más sangre argentina en nuestro suelo, y que esta imagen horrible del pasado no se separe de vosotros y sí la tengáis presente en vuestras resoluciones, para que ellas sean el remedio a los males y el bálsamo saludable que debe cicatrizar las heridas de la patria!
El acto más augusto, más solemne para la provincia, es el que váis a ejercer en este momento; el país espera con ansia y descansa en vosotros, que corresponderéis dignamente a la alta confianza con que os ha honrado: mostráos, pues, a la altura de los pueblos cultos, fijándoos en sus necesidades, estudiando sus miserias; y en posesión de las circunstancia críticas en que se encuentra, marchad con tino y con vuestra conciencia; que entre vosotros reine la mejor armonía y que sólo el espíritu de la felicidad pública sea el que os guíe.
Si queréis ser fuertes y felices, haced a un lado todo compromiso; no os dejéis llevar de fines particulares; con libertad y patriotismo expresad vuestros sentimientos; que en el santuario de la Ley no haya coacción ni esa división odiosa que sólo sirve para debilitar y arruinar a los pueblos; que vuestra resolución sea uniforme y apoyada en la razón y el convencimiento íntimo de vuestra conciencia, para que el ciudadano a quien le confiéis los destinos del país cuente con la voluntad general de todos vuestros comitentes y pueda marchar con paso firme y decidido, al bien público, en el escabroso camino del gobierno.
Cuarenta años de sacrificios y servicios, creo me autorizan para hablaros en este sentido; mi sangre se ha derramado generosamente en defensa de mi patria, y por esto tengo derecho como ciudadano, para contribuir y pedir por su felicidad.
Salud y acierto os desea vuestro compatriota."
Aunque lo ignoren muchos tercos enjuiciadores, el que así habló era un fiel hijo de San Luis, un recio varón sanmartiniano.

Al servicio de la patria chica

Fue don Pablo Lucero algo más que un administrador honrado. y si bien no debe olvidarse que junto a él trabajaron", hombres de "más luces" -¡Oh, la constante preocupación de Gez!- catorce duros años de gobierno nos ofrecen :elementos de sobra para aquilatar el admirable temple de ese puntano fallecido en San José del Morro ello de marzo de 1856, no añorando perdidas influencias, sino estericado por la soledad, que tantas veces clava su pico sombrío en el alma sedienta de cariño de los luchadores Recuérdese sí, en buena hora, al licenciado Santiago Funes, a don Mauricio Daract, a don Pedro Herrera, a don Romualdo Arez y Maldes, al presbítero José Manuel Figueroa, al diligente Buenaventura Sarmiento y al fiel Carlos Juan Rodríguez, que defendió su tumba de los ataques de los ruines ambiciosos y vengativos. Pero no se menoscabe con torpeza y ceguera --o con dandismo literario irreparable- el tesonero quehacer de un hombre que quiso ser bueno, que creyó en la misericordia de Dios, que con fe y fervor trabajó por la felicidad de sus paisanos.
Respetuoso de la ley, en 1844 quiso crear una Cámara de Apelación, proyecto que se concretó a fines de 1852. Sin embargo, a mediados de 1854 se lamentaba porque "en esta provincia no hay abogados ningunos y la administración de justicia está confiada a ciudadanos legos, que la sirven anualmente". ¿Y qué dirán los exigentes cronistas, si mencionamos, como ejemplo de esos servidores a un Justo Daract, un Gumersindo Calderón, un Juan Hurtado de Mendoza a un Juan Esteban Funes?
Propendió Lucero a la concordia, como lo demuestra el perdón que concedió a los hermanos Saá en octubre de 1846 para que, tras haber andado mezclados a los indios en sus correrías, volviesen a ser útiles a su tierra natal.
A principios de 1851 mandó devolver los restos de bienes secuestrados a los revolucionarios de 1840. Después, acorde con el pensamiento de los Representantes, hizo borrar del sello la inscripción en honor de Rosas, suprimió de los oficios y los impresos los lemas injuriosos, abolió la divisa punzó, concedió una amnistía general y se preocupó también por los esclavos y libertos, interesado en que disfrutasen de los pregonados beneficios de la libertad.
Quiso un comercio sano, que no empobreciese a la provincia por culpa de 1a desmedida ambición de muchos mercaderes que sólo veían en San Luis el monte para hacer leña, la vaca para cuerear, el sudor y la sangre para medrar. Bien pudo Sarmiento hablar y escribir sobre "el sistema de expoliación entre los gobiernos confederados, con el cual arruinan a los pueblos y destruyen el comercio".
Más quien no analice con valentía el trajinar de los vecinos poderosos por tierras puntanas, sus afanes dirigidos a lmponer servidumbres y a desconocer derechos ajenos, quien no vea esa humillación de la heroica San Luis, ni comprenderá la razón de su brega ni sabrá quiénes empobrecieron a esta tierra. Lucero renovó el ideario desplegado por don Marcelino Poblet en 1816: quiso buenos comerciantes y no expoliadores, honrados traficantes y no cuatreros.
Por eso también implantó la marca y el boleto para los ganados, con el agregado de que este impuesto lo destinó a sostener escuelas. Pero de todos esos magros beneficios se desprendió la provincia "para conseguir la organización de la República, tan suspirada y deseada por tantos años".
A mediados de 1852 mandó hacer un censo de la población de toda la provincia y reunió informes sobre la riqueza de cada departamento, tanto en maderas como en animales silvestres y otros recursos naturales. Fomentó la minería y en 1854, para asombro de ingenuos cronistas, encomendó a don Juan Llerena trabajos estadísticos destinados a llamar la atención de los hombres del Litoral sobre este firme puntal de la patria.
Entre galope y galope el aguerrido guardián de la frontera hizo reedificar en 1841 la villa de San José del Morro y tres años después asentó en la orilla del río Quinto el fuerte de San Ignacio de Loyola, cerrándolo el paso a la indiada. La villa de Renca siempre estuvo presente en sus desvelos, sin que por ella descuidara el adelanto de la ciudad -o el pueblo, como entonces se decía- haciendo construir el cuartel en 1846 y el cementerio "tres cuadras al sudoeste de la plaza"-, en 1853. Más notable aún es la ley promulgada el 9 de mayo de 1854, por la que se dispuso la construcción de una represa en el Potrero de los Funes, obra que quiso tomar a su cargo Mauricio Daract, según la propuesta que estudió una comisión integrada por Juan Barbeito, Valentín Bargas y Carmen Adaro.
"De Lucero dijimos: "Es verdad que más de una vez rompió su sable sobándole el lomo a desertores y gauchos ladrones. Es verdad que le bajó el copete a más de un guapo haciéndolo zanjear en las nacientes poblaciones o buscándole las cosquillas a chicotazos". Y recordamos que aquel injustamente llamado "paisano holgazán", hacia 1848 "tiene una academia militar en la que figuran más de treinta oficiales selectos y soldados distinguidos de San Francisco; se preocupa por las artesanías, formando aprendices de diversos oficios; instala una fragua de la que salen armas de paz y de trabajo; mantiene vivo el patriotismo, conmemorando todos los aniversarios, no sólo de las victorias federales sino también de los fastos de la Patria Grande, siendo el primero que en esta tierra venera el recuerdo de San Martín y alecciona con su ejemplo; viste a cautivos, socorre a inválidos, alivia a los necesitados; inclinado a la música, pone un maestro de clarines y hace traer de Buenos Aires dos violines, para que don Luis Ojeda pueda señalar a unos jóvenes, que prefiere puntanos, para que no se le vayan después de haber aprendido".
Ahora debemos detenernos un instante a considerar la religiosidad de don Pablo, profundo y fecundo sentimiento en el que clavaron sus envenenadas flechas foráneos liberaloides y algunos puntanos de mucha copa y poca raíz.
Sincero y valiente, no sólo reedificó templos y dio esplendor al culto, sino que no calló lo que guardaba en el pecho. Así, cuando pidió a la Legislatura el nombre de San Ignacio de Loyola para el fuerte que construyó en el río Quinto, apoyó su requerimiento en estas sencillas palabras:
"por ser el infrascripto devoto de este Santo y sus máximas mis direcciones. El obispo José Manuel Eufrasio de Quiroga Sarmiento elogió, más de una vez, su piedad ejemplar; y en proficua armonía gobernó junto a sacerdotes que no siempre fueron tan íntegros como él lo deseaba. El entredicho suscitado con el provisor Timoteo Maradona y la anexión al obispado de Córdoba -decretada por el gobierno nacional a fines de agosto de 1854- testimonian también los sentimiento