Capitulo XIV
Forja y defensa de la Constitución
CAPITULO XIV
FORJA y DEFENSA DE LA CONSTITUCION
El hombre de los nuevos tiempos
Reunida en cuerpo soberano, el 7 de noviembre de 1854 la Honorable
Representación nombró gobernador y capitán general a don Justo Daract,
con el carácter de provisoria y hasta que fuese promulgada, y jurada la
Constitución de la provincia. Al día siguiente, escribía Daract a don
Pablo Lucero:
"Cuando la Honorable Representación Soberana me honró con tan alto como
distinguido puesto, me hallaba incorporado a ella, con cuyo motivo me
tomé la libertad de hacerle presente infinitas razones poderosas que
tenía y que me obligaban a no admitir tan elevado como inmerecido
puesto, pero la Honorable Representación no tuvo a bien admitir mi
renuncia. Con tal motivo y después de una detenida reflexión, he podido
sobreponerme a las consideraciones que pesaban sobre mí, y me he
resignado sumiso a la ley aceptando tan delicado puesto." y luego
manifestaba el hombre que no fue nunca su adversario y a quien había
servido como diligente comerciante:
"La generosa cuanto patriótica cooperación que el Excelentísimo
Gobierno me ofrece en el desempeño de tan ardua tarea que va a gravitar
sobre mis débiles fuerzas, la acepto gustoso con el más profundo
reconocimiento y ella ha influido sobremanera en mí, para decidirme a
cumplir con el mandato de la ley."
Ese mismo miércoles 8, Daract prestó juramento, haciéndolo en la forma
después clásica, "por Dios Nuestro Señor y estos Santos Evangelios"
quedando "en perfecta posesión del empleo que se refiere y en actitud y
ejercicio de las funciones que le son anexas como primer magistrado del
país".
El 10 Daract escribió al ministro del Interior para participarle ese
acontecimiento y "protestarle sinceramente que en fuerza de mis
convicciones, del juramento que he prestado y de la sumisión que como
argentino consagro al Dogma político Constitucional de Mayo, dedicaré
todos mis esfuerzos y cooperación a su afianzamiento y estabilidad, al
sostenimiento de las autoridades nacionales, a la perfecta observancia
de sus prescripciones y a cuanto más me liga el adjunto Programa que he
presentado a mis compatriotas".
Dicho programa estaba incluido en el contexto de la alocución que el
gobernador provisorio dirigió a la Corporación Soberana que recibió su
juramento:
"Fiel a tan sagrado compromiso, será mi primer empeño consagrar todos
mis afanes al sostenimiento y consolidación de las leyes fundamentales
de la República, acatando y secundando las disposiciones del
Excelentísimo Gobierno Nacional y las ulteriores de sus Cámaras
legislativas; respetando y haciendo se respeten todos los decretos y
leyes vigentes del país y las que en lo sucesivo dictare la Honorable
Representación de la Provincia, que no digan alguna oposición a las
contenidas en ese Código augusto que hemos tenido la gloria de sellar
con nuestro juramento. "Propenderé a que conserven su completa
independencia los poderes públicos, que constituyen un sistema
representativo democrático, hasta tanto el país se haya dado las
instituciones que han de reglamentar su ejercicio.
"Cultivaré con esmero las relaciones de amistad y recíproca armonía con
los demás Gobiernos de la Confederación, cuidando no se alteren en el
período que me habéis designado.
"Empeñaré mis conatos en allanar; en cuanto esté de mi parte, las
dificultades en que hoy escolla la libre administración eclesiástica en
la provincia, propendiendo al restablecimiento de la armonía
sensiblemente desequilibrada.
"Consignaré mis desvíos en promover por todos los medios posibles la
educación primaria de nuestra bella juventud, como base fundamental de
la moderación de costumbres, desarrollo de las ideas y demás cualidades
que constituyen a un hombre social en el florido campo de la
civilización.
"Procuraré sobre todo interpretar la voluntad de mis conciudadanos,
para uniformar mis actos gubernativos. Ellos tenderán a mostrar que
comprendo que el Gobierno es del Pueblo y para el Pueblo, y no el
Pueblo para el Gobierno; que el Gobierno de San Luis ama con igual
ternura a todos sus conciudadanos, Y por consiguiente, garantiendo los
derechos de igualdad, propiedad y seguridad individual, se esforzará en
ser todo para todos.
"Consecuente a los principios de fusión, confraternidad, ventura y
gloria consignados en nuestra Carta Constitucional, os recomendaré
desde luego un generoso olvido de todas las disidencias pasadas, y que
procuréis sofocar en su origen cualquier asomo de otras nuevas que
pudieran suscitarse por la suceptibilidad que nos ha legado nuestra
pasada desgracia."
"Poseído de lo proficuo de esta idea, me hago un deber en recomendaros
con preferencia al digno Magistrado que me ha precedido, por la
conducta que ha observado en la época aciaga en que ha llevado 1as
riendas del Gobierno y por el respeto a las leyes que ha manifestado al
resignar el mando en vuestras manos. Armonizados nuestros ánimos con la
práctica de tan nobles principios, habremos conseguido preparar el país
para que pueda darse una Constitución que le ponga a la altura de un
pueblo libre y civilizado."
Para aproximarse más a los sentimientos de Daract, es preciso transcribir este otro párrafo esclarecedor de su ideario:
"Al despedirme de vosotros con un abrazo fraternal por el acendrado
patriotismo con que habéis llenado vuestro mandato, para daros una
prueba de mi sinceridad, quiero esté a vuestro conocimiento que el
ciudadano a quien habéis honrad
con la primera Magistratura es uno de los que, sin salir de la esfera
de su humilde posición social, combatieron la odiosa tiranía que con la
máscara de Federación agobiara por tantos años a nuestra cara patria;
más, desde que el ilustre y denodado argentino que hoy preside los
destinos del país inició su gloriosa y gigantesca empresa de derrocar
esa tiranía, fue uno de tantos que con ardor y entusiasmo simpatizó y
abrazó con fe la Federación basada en Leyes e instituciones que nos dio
por resultado."
En la proclama que dirigió a las tropas de la provincia, Daract volvió a destacar los servicios de don Pablo Lucero, expresando:
"Honor al Jefe que os ha presidido, que os ha guiado con su ejemplo!
Digno es de nuestra distinguida consideración. Os lo recomiendo muy
especialmente. Pronto lo veréis figurar como un Jefe de la Nación."
Tras estas palabras justicieras, exhortaba a los soldados:
"El amor a la patria, la abnegación, la honradez son las cualidades que
constituyen al patriota: distinguidlas. La igualdad, propiedad y
seguridad son las garantías con que la Libertad protege al ciudadano:
respetadlas. La subordinación, la fineza, la lealtad son las virtudes
del soldado: practicadlas. El valor en el combate, la resignación en el
infortunio, la constancia en las fatigas son las oblaciones que podréis
hacer a la Nación, y el annonioso conjunto de todas ellas el mejor
timbre, la mejor divisa con que habréis señalado vuestro mérito."
Al iniciar su gobierno, Daract mandó celebrar una misa de acción de
gracias, la que tuvo lugar en el templo parroquial el domingo 12 de
noviembre con asistencia de las autoridades y los empleados civiles y
militares, formando también las tropas en la plaza principal, para que
el acto tuviese un carácter más solemne. También esa noche se realizó
en la casa departamental de Gobierno "una reunión de baile en
celebridad del acertado nombramiento" de Daract, según manifestaron los
organizadores, ciudadanos Juan Pascual Calderón, Víctor C. Guiñazú,
Juan Saá, Valentín Bargas, Gumersindo Calderón, los hennanos Raymundo y
Fabián Barroso, José Nievas Veloz Rúa, Felipe Saá, Agustín Lucero y
Amancio Ordóñez.
Sin embargo, otras preocupaciones desvelaban al flamante gobernador
provisorio. El 11 de noviembre designó comandante general de armas
interino "de todas las fuerzas de la provincia" al coronel don José
Mariano Carreras, nombramiento que, "a la mayor brevedad", se hizo
conocer a las tropas veteranas que entonces se hallaban en la ciudad.
El lunes 13, por orden del gobernador, don Buenaventura Sarmiento se
dirigió a don Pablo Lucero expresándole "que necesitando el Gobierno
del consejo de V.E. para tomar algunas disposiciones tendientes al
régimen gubernativo de la provincia y teniendo presente las generosas
como patrióticas ofertas manifestadas por V.E. para ayudar al Gobierno
en su marcha administrativa", deseaba Daract tener una entrevista "el
día de mañana en la casa habitación del Gobierno, a la hora que sea más
cómoda a V.E.".
Recibida esta nota a las ocho de la noche, el brigadier Lucero contestó
que al día siguiente, a las diez de la mañana, pasaría a llenar el
objeto indicado. ¿De qué conversaron don Justo y don Pablo? ¿De la
nueva organización que debía darse a las fuerzas de la frontera? ¿De la
falta de recursos para pagar a las tropas? ¿ O de las "expresiones
tumultuosas y tendentes a motín" vertidas por algunos oficiales del
Regimiento de Dragones quienes, según decían, "no habían venido del
Morro a hacer guardias en los bailes"? Lo cierto es que, para "hacer
efectivas las instrucciones del Ministerio de Guerra y Marina de la
Confederación, transmitidas al Gobierno de esta provincia por conducto
del Oficial 1º del Ministerio General don Buenaventura Sarmiento, en
virtud de haber sido acreditado Comisionado especial cerca del
Excelentísimo Gobierno Nacional", el 15 Daract nombró Jefe del
Regimiento Dragones Auxiliares Nº 4 al teniente coronel don José Iseas,
nombramiento que arrancó a algunos soldados la expresión de que ellos
"no necesitaban de tantos jefes que los mandasen".
Otros motivos para alarmarse tuvo Daract. En una comunicación fechada
ese mismo día 15, el comandante Carreras le anoticiaba de lo ocurrido
en el cuartel de infantería cuando, a las dos de la tarde, pasó a él
con propósito de hacer conocer a Iseas:
"Y entrando a dicho cuartel, fui informado por el oficial de guardia de
prevención que las dos compañías de Dragones de la Unión que allí
estaban acuarteladas, había mandado orden el señor general don Pablo
Lucero para que sus dos capitanes las hiciesen montar y salir de dicho
cuartel en derechura a su casa habitación, como en efecto así había
sucedido, poniéndose dicho general a la cabeza de ellas ha tirado su
marcha con dirección a San José del Morro, dejando escandalizada la
moral de la clase militar que lo ha presenciado", Daract,
personalmente, puso en conocimiento de la Sala de Representantes esta
novedad y, de viva voz, tras indicar que Lucero había partido a las
seis de la tarde, manifestó:
“Que tal procedimiento le ha sido altamente extraño, como alarmante en
el orden establecido; que, en tal concepto, llama la atención de la
HonorabIe Sala para que ella se sirva determinar la línea de conducta
que debe observar para mantener el orden desgraciadamente alterado".
También el 15 don Valentín Bargas suscribió, como presidente del cuerpo, la siguiente respuesta:
"La Honorable Sala de Representantes, penetrada de la expresión y
asunto que el Poder Ejecutivo ha puesto en su conocimiento, siente
sobremanera haya tenido lugar un suceso que no debió esperar, desde que
el señor general Lucero ha dado ejemplos en contrario en épocas más
azarosas. En consecuencia, es ordenado el infrascripto por la Honorable
Sala para decir a V.E. que inmediatamente dirija una nota oficial al
señor general don Pablo Lucero, ordenándole regrese a esta capital, en
donde deberá satisfacer de los antecedentes o motivos que le hayan
inducido a observar tal conducta. Asimismo, espera esta Representación
que el Poder Ejecutivo sabrá tomar todas las medidas que crea
necesarias para asegurar la tranquilidad de este pueblo, y que no sea
alterado su orden bajo ningún respecto, esperando por consiguiente le
dé conocimiento de toda ocurrencia que tuviere lugar".
Sin pérdida de tiempo, Daract intimó a Lucero "para que inmediatamente
de recibir la presente, regrese V.E. a esta capital", en tanto que por
otra nota, fechada también el 15, le ordenaba poner a disposición del
teniente coronel Iseas la fuerza que habían llevado al Morro. Esta
segunda comunicación fue remitida al jefe del Regimiento de Dragones
Auxiliares N9 4 para que personalmente la pusiera en manos de Lucero y
se hiciese cargo de dichos efectivos, conduciéndolos "a donde
corresponde". Sin embargo, al enterarse de que Lucero no había
entregado su escolta, el gobernador provisorio volvió a escribir a
Iseas el 7 ordenándole "que, siempre que no se llene esta disposición
ni los medios indicados en la nota particular que se dirige al señor
general Lucero y que en copia se adjunta a usted para su conocimiento,
proceda usted inmediatamente con toda la fuerza que se halla a su cargo
y como jefe del Regimiento Dragones Auxiliares Nº 4, a hacer cumplir en
todas sus partes las órdenes del gobierno, hasta someter a sus órdenes
a toda costa la fuerza insurreccionada; previniendo a usted que el
gobierno también pondrá en acción en el momento, todas las demás
fuerzas y elementos bélicos con que cuenta para hacer respetar las
instituciones del país y disposiciones gubernativas".
Desde el río Quinto, con fecha 16 de noviembre, el general Lucero avisó
al gobernador haber recibido la nota del día anterior, por la que se le
intimaba regresar a la capital. Y, a renglón seguido, expresaba sin
rodeos:
"Tal acontecimiento, señor Gobernador, me ha sorprendido demasiado,
porque ha venido a alterar el orden público, poniendo en alarma a toda
la provincia y haciendo entender, a la Honorable Sala de Representantes
y a los vecinos de esa capital, que yo había contrariado las
disposiciones de V.E. o, al menos, que V.E. no tenía conocimiento de mi
marcha.
"El día 15 del presente fui avisado por el señor coronel Carreras que
V.E. había dispuesto que las fuerzas que existían en esa capital debían
regresarse a sus respectivos cuerpos, ese mismo día, y que en tal
concepto señalase el número de soldados que debía formar mi escolta,
para que quedase conmigo.
Yo contesté al señor coronel Carreras que hiciera presente a V.E. que
convenía al orden público y a los intereses de la Nación, que yo
marchase con dichas fuerzas, por cuyo motivo suplicase a V.E. diese la
orden hasta el día 16 ó 17 que llegase el correo del Paraná y me
desocupase de las numerosas atenciones que tenía.
"Una hora después volvió el señor coronel Careras y me dijo que V.E.
había dado ya la orden para ello y que no podía retirarla; entonces le
hice serias consideraciones y reproduje las que hice a V.E. en la
conferencia privada que tuve ese día anterior, y que V.E. quedó de
acuerdo conmigo; manifestándole al mismo tiempo que, fiel a mis
compromisos, me veía en la obligación de ponerme en marcha ese mismo
día para salvar las dificultades que existían, y que hice presente a
V.E. "No teniendo contestación al respecto me puse en marcha con la
indicada fuerza, para incorporarla a su respectivo cuerpo.
"Esta medida, excelentísimo señor, creo que no es un motivo para
hacerme una intimación y alarmar al pueblo con aparatos bélicos, que
pueden traer funestas consecuencias; V.E. debe estar seguro que yo soy
el más decidido sostenedor de las instituciones del país y de la
autoridad de V.E., pues así lo prometí y así lo cumpliré.
"Si V.E. ha temido que yo atropellase las autoridades del país con
motivo de mi salida, es una equivocación, pues en esa capital como en
la actualidad, he contado y cuento con todos los elementos de poder; y
sin embargo, mi sumisión a la Ley, a las autoridades del país y a V.E.
mismo, ha sido ejemplar.
"Yo permaneceré en San José del Morro cumpliendo con mi deber e
instrucciones recibidas, hasta dar cuenta de lo sucedido al señor
Presidente de la República; y en ese ínter, y mientras V.E. permanece
al frente de los destinos del país, puede contar con toda seguridad que
será obedecida y respetada la autoridad de V.E. y sus órdenes,
sujetándome como se lo he asegurado, a rodearlo con toda mi fuerza
material y moral.
"Quiera V.E. persuadirse de la sinceridad de mi expresión, y aceptar el
aprecio con que le saludo respetuosamente."
Por medio de un emisario de confianza -nada menos que don Valentín
Bargas, presidente de la Sala de Representantes- Daract dirigió a
Lucero una carta particular, fechada el 18, que don Pablo contestó al
día siguiente desde San José del Morro, aportando nuevos antecedentes
sobre un suceso que dio mucho vuelo a las plumas de nuestros cronistas
enjuiciadores. Así dice Lucero a su "querido amigo", contestando
aquella carta:
"Ella me da un campo para expresarme con más franqueza y decir a usted,
más circunstanciadamente, cuanto he visto y he pensado sobre la
situación y las razones que creo poderosas para que acaben de completar
la armonía entre nosotros, que una fatalidad o más bien la desgracia,
había querido alterar.
"El señor Bargas impondrá a usted de la sinceridad de mis intenciones y
la buena fe que han guiado mis actos; quiera usted darle crédito a
cuanto diga al respecto. Nada de extraño tienen, cuando se hubiesen
comprendido; pero en medio de la oscuridad, hoy veo que en la realidad
han podido alarmar, no las personas que me creen y me conocen, sino
aquellas que sin valorar la situación, dan partes y noticias alarmantes
sin calcular los resultados que puede traer la discordia, impulsándola
en tales circunstancias. Me explicaré.
"A usted le parece que no es propio en mi clase conducir setenta
hombres de tropa, para replegarlos a su cuerpo, y que usted no tenía
desconfianza de esa tropa, en virtud que yo la había acreditado y
confiado a ella la custodia del orden público, y que bastaba una simple
orden, dada por el órgano que corresponde, para su marcha. Puede ser
así, pero otros fundamentos son los que me resolvieron a tomar esta
medida.
"Al teniente coronel Iseas y demás oficiales de Dragones que estaban
junto a mi casa en la noche del día 14, les manifesté lo satisfecho que
había quedado de la conferencia con usted y que creía que la provincia
será feliz, pues así lo presagiaba la marcha que usted se proponía
seguir. Hice presente a ellos todo lo que habíamos acordado en bien del
país y la resolución de quedarme para llenar sus miras.
"La tropa de Dragones, mi querido, la he creado yo; me ha acompañado
treinta años; junto conmigo han sufrido la miseria, la escasez y las
fatigas más crueles en tiempos horribles y excepcionales. Esa tropa
había oído los planes y las miras bárbaras de cuatro anarquistas, que
con el cohecho y la intriga, quisieron sumergir al país en desgracias,
confiando sus destinos en manos de hombres que no reunían la voluntad
general. Esa tropa, mi amigo, desconfiaba del pueblo al oír semejantes
planes contra su Jefe: las mentiras que balaban agravaban más esa
situación, pues desde este lugar y varios otros de la provincia,
mandaron enviados para ver si me habían agarrado muerto como se decía.
"En presencia de Iseas se manifestaron francamente dichos oficiales,
diciendo que no querían dejarme, que si me quedaba era exponerlos,
porque esas mismas mentiras o planes abultados los harían creer y tomar
alguna actitud criminal, tal vez. Que cansada la tropa con tantos años
de servicios y fundada en la promesa que les tenía hecha que
descansarían junto conmigo, cuando yo descendiese a la vida privada, no
podrían quizá contenerla pues ellos se consideraban sin obligación
alguna para seguir prestando sus servicios, desde que yo no estaba con
ellos. Esta circunstancias la habían manifestado a sus respectivos
oficiales la mayor parte de los soldados, y era muy probable que
sucediese, desde que presentaba ese aspecto la situación.
"Todo esto, mi amigo, le dije al coronel Carreras que hiciera presente
a usted encarecidamente, y viese que no pensar en ello traería males
considerables para el país y para la Nación, pues se introduciría la
desmoralización en las fuerzas y sería difícil hacer los arreglos que
se pensaban; y cuando Carreras me contestó en la primera vez y en la
tercera no me dijo nada ni volvió a mi casa.
Fiel a mis compromisos de ayudarlo, en conocimiento de acontecimientos
tales, me puse en marcha con la sola idea del bien del país.
"Me he sorprendido demasiado cuando veo que usted no tenía conocimiento
de tal medida; pero todo está ya arreglado, mi amigo; en cumplimiento
de la orden para que entregase la fuerza lo hice, dándo1e parte a usted
en mi nota fecha 17 del presente y a Iseas, como jefe del Regimiento,
para que lo avise a usted.
"Las instrucciones que tengo del Presidente de la República son que
conserve con mi influencia la moral y subordinación de la tropa y que
ayudase a salvar las dificultades que pudieran presentarse para.. .
Trunca está la carta de Lucero, pues el resto se ha perdido. Sin
embargo, Iseas nos ayuda a reconstruir el final de esta historia. El 19
desde San Ignacio, escribía a Daract:
"Con fecha de ayer ha recibido el infrascripto la apreciable nota de
S.E., de la cual queda enterado; y aun cuando aparece que deben
concluirse los recelos, yo he tomado algunas medidas de precaución.
"Respecto a la que me ha entregado el ayudante don Vicente Cayrno,
mandada por S.E., me ha acabado de confirmar que ya está cortado lo que
se temía respecto a los Dragones, porque además de las comunicaciones
que S.E. ha tenido a bien enseñarme y que son dirigidas por el señor
general Lucero, recibí ayer en la tarde una comunicación del teniente
coronel Ortiz en la cual me daba el tratamiento de Jefe principal del
Regimiento Nº 4 y el conductor de ella me dijo que se me había dado a
conocer el día 17 en la lista de la tarde, y aún que les habían
preguntado que si estaban a gusto con el Jefe que se les ponía a la
cabeza y contestaron a una voz que sí; y el teniente coronel Ortiz, en
la nota que me pasa, también me avisa ha sido entregada la fuerza que
llevó el general Lucero, de igual modo armamento y caballada. Todos
estos datos, excelentísimo señor, me han hecho creer que ya no haya qué
temer...
Y es el mismo Iseas quien el 28 de noviembre, mediante una carta datada
en la villa de San José del Morro, informa al gobernador:
El que suscribe tiene a bien poner en cocimiento de V.E. que el sábado
de la semana pasada arribó a este punto y que ha conseguido,
felizmente, hacer desaparecer la desconfianza en que se hallaban los
Dragones con los Auxiliares, según la chismografía que se les había
introducido.
Su excelencia el señor general don Pablo Lucero se ha prestado muy
generoso en cooperar para la organización de los dos Regimientos; y no
habiendo habido subastador para el expresado cuerpo, se brindó también
espontáneamente a remediar esta falta, pues está en la mejor
disposición de ayudarme hasta el fin del arreglo del Regimiento..."
Poco después Daract comprobaría que los recelos de Lucero no eran
infundados, pues manos poderosas sembraban desde lejos la discordia. El
2 de diciembre tuvo lugar en la villa del Río Cuarto un motín militar,
"promovido por la tropa veterana de allí y en contra del Jefe y
oficiales de la misma, habiendo sido asesinado el secretario del Jefe
de la fuerza y puesta a aquella población en una grande aflicción y
alarma".
A mediados de enero de 1855 el gobernador puntano se alegraba frente a
las negociaciones de paz entre la Confederación y Buenos Aires, por lo
que manifestaba al ministro del Interior:
"Apoyando su esperanza el infrascripto en el carácter noble y generoso
que siempre ha distinguido a los hijos de Mayo, tan ilustrados hoy con
las duras lecciones del pasado, abriga la convicción que ambos
disidentes no rehusarán honrosas concesiones recíprocas, a fin de
reconquistar a la digna República del Plata la integridad moral y
física que le usurpara la demagogia y con un estrecho abrazo fraternal,
que una para siempre los diversos intereses de una familia misma, la
pondrán en actitud de que pueda ostentarse al mundo una Nación
compacta, feliz y gloriosa, con todo su brillo y esplendor primitivo."
Inusitadas galas literarias muestra la comunicación que el 8 de febrero
Daract remitió a Derqui para acusar recibo de las estipulaciones de paz:
"Con patriótico entusiasmo ha sido saludado por el pueblo puntano y su
gobierno un acontecimiento que, poniendo término a una época de azares,
inquietudes y desconfianzas, inaugura una firme y simpática amistad que
cegando un lago de sangre que nos ahogara, nos descubre un florido
jardín que nos encanta, un campo ameno de esperanzas, donde corriendo
desembarazadas en pos de una dicha verdadera, llegaremos sin duda el
complemento de ella; llegaremos, sí, a ese punto delicioso, a ese
momento indescriptible en que los argentinos, por último resultado a
nuestros esfuerzos y luchas, podamos decir ahogados de contento: ¡
Formamos una sólo Nación todos los hijos de una misma tierra! ¡Salud a
la Ilustración que, sin más arma que el debate, nos da victorias sin
batallas, triunfos sin víctimas; y que de los mismos elementos de la
anarquía destructora, ha sabido formar recursos para consolidar una paz
digna, honrosa duradera! ¡Salud al heroico patriotismo que al ponernos
en posesión de un goce, nos afianza la esperanza de una gloria!".
No obstante, los hechos no condecían con esa euforia. Todo revelaba, en
cambio, que Urquiza permanecía alerta. Con fecha 26 de febrero de 1855
fue dictado el decreto que organizaba el territorio de la Confederación
en cinco divisiones militares y encomendaba la del Sud al brigadier
general don Pablo Lucero a quien, por circular del 5 de junio, se le
impartían las siguientes instrucciones:
"Tres son los casos previstos por la mencionada disposición:
incursiones de indios, conmoción interior, ataque extranjero repentino
e imprevisto.
En cualquiera de estas emergencias, V.S. tomará todas las medidas que
juzgare conveniente para mantener las autoridades constituidas,
sostener el orden público, asegurar las vidas y propiedades de los
ciudadanos y conservar la integridad del territorio de la
Confederación."
El 14 de julio Daract mandó reconocer a Lucero como comandante en jefe
de la División Militar del Sud, "compuesta por la provincia de San Luis
y la parte de la de Córdoba comprendida al sur del río Tercero y sus
cabeceras". Otros nombramientos vinieron a dar brillo a las fuerzas
puntanas y a limar asperezas; en el Ejército Nacional fueron
reconocidos como coroneles don Juan Francisco Loyola, don José Mariano
Carreras y don Nicasio Mercau, en tanto que revistaron como tenientes
coroneles don Andrés Lucero, don Francisco Funes, don Juan Saá y don
Ignacio Quiroga. Por sus "dilatados y meritorios servicios a la
República, principalmente en las gloriosas campañas de nuestra
independencia", don Juan Esteban Pedernera fue elevado al rango de
brigadier general Urquiza no dormía el peligroso sueño de los
vencedores. Por eso, en carta fechada en San José el 28 de marzode
1855, manifestaba a Daract:
"Como la principal garantía de orden en la Confederación, nos interesa
sobremanera la mejor organización de la fuerza pública. A este efecto
se han expedido últimamente medidas de importancia, que habrán merecido
el aplauso de usted estoy seguro, como el de todos los verdaderos
patriotas interesados en ver reposar sobre una base inconmovible
nuestras hermosas instituciones.
"Urge, en primer lugar, la creación de cuerpos de línea que sirvan de
pie al Ejército Nacional, y que inmediatos a la primera autoridad, se
cuente con ellos en los momentos de peligro, bien sea interior o
exterior. La creación de una División Militar de las tres armas,
compuestas de individuos de todas las provincias, perfectamente
moralizada y regimentada, que obre bajo las inmediatas órdenes del
Presidente de la República...
"Pero para formar la División Militar de que hablo a usted, es
necesario que los excelentísimos gobiernos de provincia remitan
contingentes compuestos de jóvenes dóciles a una instrucción estricta
de los deberes de soldados del orden y de la ley, que será confiada a
jefes de confianza, de conocimientos, de moralidad y de antecedentes
honrosos.
"Estos contingentes, que pueden componerse de doscientos a trescientos
hombres de cada provincia, serán renovados cada tres años, volviendo de
ese modo a la provincia de su origen una fuerza bien moralizada y útil
al servicio de sus respectivos gobiernos, que a la vuelta de algunos
años contarán con fuerzas suficientes, subordinadas y virtuosas, y la
Confederación se hará así respetada y poderosa al exterior.
"Usted comprenderá bien la importancia de esta medida y se esforzará en ser el primero en llenarla.
Lo espero así con entera confianza. Es por esto que me dirijo a usted
para que disponga se comience el envío del contingente de esa
provincia, en el número que usted juzgue más conveniente, de a
cincuenta o cien hombres, hasta llegar al completo, dirigiéndolos a la
ciudad del Rosario, a cargo de un oficial de respeto y a disposición
del Ministerio de la Guerra, para que se les dé el destino que
corresponda."
El 19 de mayo, Urquiza a la carga:
"Tengo mucho interés en el contingente de San Luis porque, teniendo
como tengo tanta confianza en el patriotismo, bravura y lealtad de sus
hijos, pienso hacer de aquél un Regimiento de mi escolta. Es por eso
que recomiendo a usted sean jóvenes de alguna moralidad y de buena
disposición para recibir una esmerada educación militar.
Usted puede remitir el contingente en la confianza de que ha de ser
atendido y cuidado con muy particular empeño y de que ha de resultar en
honor y bien de esa provincia."
Ciento cincuenta puntanos partieron el 13 de diciembre hacia Paraná, a
las órdenes del teniente coronel don Francisco de Paula Funes y
escoltados por algo más de treinta hombres del Regimiento de Dragones
Auxiliares Nº 4. Y el 23 de enero de 1856, el vencedor de Caseros
agradecía a Daract, desde San José:
"He tenido el gusto de recibir en ésta el contingente de esa provincia,
que será atendido por mí con especial cuidado. La Confederación y su
Gobierno apreciarán en el de San Luis la decisión con que ha vencido
las dificultades que se le ofrecían para su remisión. Y yo
particularmente esta nueva prueba del patriotismo de usted."
Las penurias económicas de San Luis las puso de manifiesto don Justo
Daract en una larga nota que el 7 de febrero de 1855 remitió al
ministro de Hacienda de la Confederación, doctor Juan del Campillo,
para hacerle conocer "la verdadera actualidad de la provincia". Decía
entonces el gobernador puntano:
"Al iniciar su administración el gobierno provisorio, a más de no
contar el erario de la provincia con un solo real en metálico y sí sólo
algunos billetes desmonetizados... , pesaba sobre ella una deuda
exigible de gran consideración. La lista de empleados civiles estaba
sin pagarse el mes de octubre. Las fuerzas de la provincia, destinadas
a hacer la guarnición en la capital y las fronteras, sin haber recibido
más de un peso mensual desde su creación. Los subastadores de la carne
a dichas fuerzas, en total descubierto desde entonces del valor del
diezmo de sus haciendas con que contribuían en calidad de empréstito y
debiéndose también algunas caballadas que se habían tomado al crédito
para distintos objetos, cuyo valor hoy reclaman los vecinos, muy
singularmente las que se destinaron a la reposición del señor Benavídez
en el mando.
"Una emergencia funesta hizo resaltar en aquellos días algunos actos de
insurrección en las tropas de línea, que no fue posible evitar sin
embargo de haberse presentido síntoma de anarquía, a consecuencia sin
duda de haber comprendido que al descender del mando quien las había
creado, debían también ellos terminar su carrera de servicio. Para
reprimir este mal, que produjo la alarma y el escándalo, necesario fue
socorrer esa tropa impaga desde septiembre, y para ello indispensable
al gobierno gravar su propio peculio y empeñar su crédito personal.
"Para llenar, pues, las órdenes muy anteladas del excelentísimo
gobierno nacional de formar de los cuerpos existentes en la provincia
un solo regimiento denominado Dragones Auxiliares Nº 4, hacer frente a
los gastos consiguientes a esta; operación, satisfacer a aquellos
nuevos compromisos, pagar a los empleados civiles, proveer a la
mantención del Regimiento y llenar las exigencias del momento, tuvo el
Gobierno que sacrificar algunas existencias del extinguido estanco con
una perdida de más de un noventa por ciento, y los billetes de crédito
público que existían en Cajas procedentes de la subvención, sufriendo
el exorbitante quebranto de más de un 125 por ciento al metalizarlos.
"Sin embargo de estos sacrificios, sensible es al infrascripto decir a
V.E. no ha podido crear el Regimiento al número acordado por el
excelentísimo gobierno nacional, quedando imperfecta su organización
por falta de recursos para cubrir la desnudez y demás necesidades, que
son indispensables para conservar la moral y disciplina de una tropa a
quien no halaga otra idea que entrar hoya los goces de que tantos años
ha carecido. Sería de deplorar que la falta de una subvención llegase a
desvirtuar una tropa de la mejor esperanza.
"Es ésta la causa de no haberse comprado los 800 caballos ni mandádose
construir las 400 monturas que se había ordenado, ni lo demás
concerniente a su equipo, por haber llegado dichas órdenes simultáneas
con la desmonetización de los billetes de banco destinados a este y
otros objetos, haciendo esta circunstancia impracticable la medida más
proficua y más que nunca necesaria hoya la provincia, de dar extensión
a su frontera, medida que no tocar estos inconvenientes ya estuviera
realizada.
"La necesidad imperiosa de establecer postas para facilitar la
viabilidad de transeúntes y transporte de mutuas relaciones de
conveniencia pública entre pueblos y repúblicas hermanas y vecinas, es
mirada por el gobierno provisorio en toda su importancia, pero en vano,
porque la total carencia de recursos frustra todas sus miras y más
cuando es igual la de otros elementos para plantear dichos
establecimientos en parajes áridos y por lo mismo desiertos.
"Las ansiedades que el gobierno sufre al no poder llenar estas
necesidades nacionales tan apremiantes, y que considera de un vital
interés público, son un grave obstáculo para ocuparse de otros arreglos
de una preferente atención para sacar a su país de la humillante
posición en que se halla, en completa inacción, sin instituciones, sin
leyes que reglamenten su régimen interno, sin que se haya arbitrado un
solo recurso o medio de subsistencia.
desde que por el acuerdo de San Nicolás y posteriores disposiciones
nacionales, se vio privado de los únicos conocidos; un país que, sin
ellos, ni aún conservarse podía in statu quo, mucho menos arribar a las
mejoras de que es susceptible al progreso a que es llamado por una
época tan gloriosa; un país donde todo es embrionario, sin haber más de
realidad que el halago de una esperanza que, aún satisfecha en el
momento. no sería bastante para sofocar de pronto los malos hábitos
consiguientes a un sufrir tan prolongado, para conseguir siquiera que
puedan concebirse como positivas promesas que jamás pasaron de
ilusiones.
"De una contracción exclusiva necesita este gobierno para suplantar su
crédito en lugar del desprestigio, para reducir sus promesas a
realidades, llevando su cumplimiento a punto de transformar su
descrédito anterior en apoyo de subsistencia para el futuro.
"Para salvar la situación tan lamentable, forzoso le ha sido al
gobierno provisorio tolerar algunas vigencias que, con oposición a su
modo de pensar, hasta que puedan arbitrarse fondos municipales,para
llenar las exigencias del servicio público. Tal es la de que permanezca
exigible el derecho de extracción de los frutos del país, sin embargo
que él juzga que sistemando un mejor orden administrativo de rentas
públicas, en vez de exigidos debieran ser pensionados así los que
extraen dichos frutos como los que introducen mercaderías.
Pero ha fundado esta tolerancia en la persuasión de que no es un
impuesto al comerciante, que arregla su negocio al gravamen que sufre,
sino un derecho municipal, que inapercibidamente lo paga el criador por
la especie que posee, y que para exhibirlo en otra forma sería
impracticable su efectividad; como cree el gobierno de muy poco monto y
de muy difícil realización la contribución territorial y cualquiera
otra medida a este respecto, sin que nuestras masas sientan en todos
los pueblos un efecto simultáneo, tanto por el ningún valor de los
terrenos que sólo son de pastoreo, como por lo inconcebible que es al
propietario en nuestro estado de atraso el deber que le incumbe de
sostener con una parte de su propiedad a esa autoridad que él mismo ha
creado para que lo represente, lo custodie y le garantice la mejor
parte de ella."
Los hombres de la Constitución
Melancólico y ático narrador de memorias terruñeras, Gilberto Sosa
Loyola mostró en su libro "La tradición jurídica de San Luis" el
cañamazo alberdiano de la primera Constitución puntana, que don Justo
Daract ordenó tener por ley fundamental en todo el territorio de la
provincia el 6 de octubre de 1855.
Tras las huellas de aquel fervoroso escritor, algo más puede agregarse
a sus enseñanzas, no tanto para ponderar la innegable calidad de la
urdimbre sino para tratar de comprender los desvelos de quienes
redactaron tan ilustre Carta como si forjaran el mágico instrumento de
la concordia y el progreso y nosotros lo agregamos, sin galas
literarias, con el simple ropaje del trigo que nace para ser pan.
La Constitución para la Confederación Argentina, que Delfín B. Huergo y
Juan Llerena suscribieron el 1º de mayo de 1853 como diputados por San
Luis, establecía en su artículo 5º:
"Cada Provincia confederada dictará para sí una Constitución bajo el
sistema representativo republicano, de acuerdo con los principios,
declaraciones y garantías de la Constitución Nacional, y que asegure su
administración de justicia, su régimen municipal y la educación
primaria gratuita. Las Constituciones provinciales serán revisadas por
el Congreso antes de su promulgación. Bajo estas condiciones, el
Gobierno Federal garante a cada provincia el uso y goce del ejercicio
de sus instituciones."
El 7 de noviembre de 1854 la Honorable Representación Soberana de la
provincia de San Luis nombró gobernador y capitán general provisorio al
ciudadano don Justo Daract, "hasta interín sea promulgada y jurada la
Constitución de la provincia, que deberá dictarse a la mayor brevedad".
Dos días después la Soberanía se reunió con el objeto "de nombrar la
Sala de Representantes que debe
funcionar mientras se pone en práctica la Constitución de la provincia"
y designó también las personas que, junto con los diputados, debían
componer "una Corporación Constituyente, en]a cual queda delegada toda
la soberanía de la
provincia para discutir y sancionar la, Constitución". El acta
respectiva expresa en su parte final: "Se encarga a Poder Ejecutivo
para instalar a la mayor brevedad la Corporación Constituyente". Daract
cumplió ese encargo el día
16, quedando por ese acto la Asamblea "en aptitud de entrar a]
ejercicio de sus funciones".
En los postreros días de ese noviembre de 1854, el Senado y la Cámara
de Diputados de la Confederación sancionaron una ley que señalaba el
término de ocho meses para el cumplimiento, por parte de las provincias
de la disposición contenida en el artículo 5º de la Constitución
Federal.
Esta ley, promulgada el 1º de diciembre, establecía que las
Constituciones provinciales serán presentadas para su revisación en las
próximas sesiones del Congreso".
Dice Sosa Loyola que "es imaginable la desazón del Gobernador de San
Luis", "ante la ardua y desusada empresa de articular una
Constitución". Sin embargo, los viejos papeles parecen hablar, más
bien, de tesonera y fecunda energía, de recto y sereno quehacer, tanto
en Daract como en los constituyentes puntanos.
He aquí un ejemplo: tanto la ley del 1º de diciembre como la circular
del ministro del Interior -datada el 11 de ese mismo mes- que la
incluía las pasó Daract a la Asamblea para que tuviera "pleno
conocimiento de la precitada comunicación" que tan "luminosos datos"
suministraba para la formación del Código Constitucional. Esto ocurría
el 19 de febrero de 1855. y el 1'1 de marzo, el presidente de la
Corporación Constituyente, don Valentín Bargas (que así con B, firmaba)
respondía a Daract con estas palabras:
"Penetrada esta Honorable Corporación de tan clásicos documentos y
habiendo tomado todo el interés que inspira la realización de la obra
que ha de garantir el porvenir del país se permite asegurar a V.E. que
se halla contraída asiduamente al trabajo de la formación de la
Constitución provincial y que le asiste la convicción de que tendrá la
gloria de someterla a la revisión del Soberano Congreso Legislativo el
lº de mayo, día designado para la apertura de sus sesiones."
Seguramente esta confianza de los hombres de San Luis no nacía sólo de
1a circunstancia de estar trabajando sobre "el excelente cañamazo
alberdiano". Por su parte, Daract informaba a Derqui el 24 de marzo: la
Honorable Corporación que esta provincia nombró para que realizase la
importante obra de su Constitución, se halla desde mucho tiempo ha
consagrada constantemente a este trabajo".
Nada de extraño tiene la semejanza de estilo que se advierte en las
notas del gobierno puntano Y los escritos emanados de la Corporación
Constituyente, puesto que a todos les daba forma don Buenaventura
Sarmiento, uno de "los más posibles 8abidore8 de Derecho en la
asamblea" --según palabras de Sosa Loyola- Y notable figura que
secundaba al gobernador Daract como oficial 1º del Ministerio -que
permanecía vacante- Y que a la vez revelaba sus condiciones de
magnífico secretario en el recinto de las patrióticas deliberaciones.
Pero, más allá del estilo, tenemos que ver Y vemos la laboriosidad, el
fervor Y la robusta esperanza de aquellos hombres que tanto bien
anhelaban para su provincia, su amado País, como ellos lo nombran con
entrañable vibración de pago y de querencia.
De todo eso nos siguen hablando al corazón las ocres páginas del ayer
sin lauro de cronista ni flor de bardo.
Sin desasosiegos, los constituyentes puntanos terminaron de redactar el
tan deseado Código y lo sancionaron el 18 de abril de 1855. y el día 30
don Valentín Bargas dirigió al gobernador provisorio este notable
oficio, que es preciso conocer en toda su amplitud y hondura si en
verdad se quiere alcanzar "el alma de los tiempos":
"La Honorable Asamblea Constituyente, nombrada por el voto libre y
espontáneo de sus conciudadanos para sancionar el Código Constitucional
de la provincia, ha tenido la gloria de firmarlo en su sala de sesiones
el día diez y ocho del corriente, y os remite, Señor, por una comisión
nombrada de su seno, un ejemplar de él, debidamente autorizado para que
en cumplimiento de lo que prescribe la Constitución política de la
Nación en sus artículos 5 y 103, lo sometais, por el órgano
correspondiente, al examen y revisión del Soberano Congreso Nacional
Legislativo.
Esta Honorable Asamblea ha tenido en vista, al consagrarse
constantemente a la realización de tan importante obra, lo que debe
tener presente el legislador que se empeña con buena fe y conciencia
pura, en dar una organización, la más perfecta posible, al país que le
confiere tan delicado como grave encargo. Esta obra, por lo mismo, a
juicio de los señores Diputados que forman esta Honorable Asamblea,
satisface de todo punto las exigencias de la provincia, pues que ella
garante los derechos del ciudadano, asegura con bien arregladas
prescripciones la consolidación del régimen interior, del orden y de la
paz, que harán indubitablemente la felicidad del país, elevándolo al
grado de prosperidad y ventura a que está llamado por los elementos de
riqueza que encierra su suelo y por el buen espíritu y patriotismo de
sus hijos.
La Honorable Asamblea Constituyente queda, Señor, profundamente
convencida que en la práctica y observación positiva de la Constitución
que acaba de mencionar, está asegurado el bello porvenir a que aspira
la provincia, afianzado de una manera sólida el Código Nacional, y
puesto el dique a la ambición de los caudillos, de que tantas veces ha
sido víctima el país.
Poseída, pues, esta Honorable Asamblea del júbilo que inspira el
cumplimiento de un deber, se felicita de verse próxima a entrar en la
nueva era que va a comenzar para la provincia, en la cual reparará
ella, con el trabajo y el bien obrar, los años perdidos en la
indolencia y el error."
Lástima grande que Sosa Loyola no conoció este documento. De haberlo
tenido frente a sus ojos de enamorado del terruño, qué hermosa, qué
inmarcesible página nos hubiera dejado, para hacernos olvidar el polvo
y las espinas del camino, para apartarnos de la ruin hojarasca que el
orgullo amontona, como un viento de otoño, junto al umbral del que
sueña! Poseía don Justo Daract, entre sus muchas virtudes, una muy
bella y hoy casi inencontrable: sabía ser agradecido. Por eso, al
dirigirse a Derqui remitiéndole el ejemplar manuscrito de la
Constitución, con fecha 1º de mayo le decía:
"El infrascripto se hace un deber tan grato como justo en recomendar
altamente ante las autoridades nacionales, el asiduo afán, profunda
abnegación y acendrado patriotismo que la Honorable Asamblea
Constituyente ha consagrado al desempeño de un trabajo de donde ha de
surgir la prosperidad de un país tan hondamente trabajado por el
infortunio, aberración y aislamiento y la estabilidad de sus
autoridades locales, bajo cuyos auspicios, garantidos sus hijos en el
uso verdadero de sus derechos, pueda decir mañana el pueblo puntano:
Este es el contingente con que ha contribuido a la organización, engrandecimiento y gloria de la Nación Argentina."
y añadía el admirable gobernador:
"Tan conspicuos antecedentes, espera el infrascripto serán estimados en
su justo, valor por la sublime inteligencia que ha de juzgar de este
trabajo
hecho en un país donde ella es tan limitada; pues son ellos los que
persuaden al infrascripto que si no es una obra acabada, es por lo
menos el resultado de una patriótica contracción, y acreedora por lo
mismo al más indulgente examen y corrección a que es sometida."
Esta notable carta y el ejemplar de la Constitución puntana fueron
conducidos a Paraná por el presbítero doctor José Manuel Figueroa,
senador por San Luis que marchaba a continuar en el ejercicio de su
mandato.
Con él iba la esperanza de un pueblo.
El 29 de agosto de 1855 el Senado y la Cámara de Diputados de la
Confederación Argentina, reunidos en Congreso, sancionaron la ley por
la que se aprobaba la Constitución de la Provincia de San Luis, aunque
con algunas excepciones, a las que Gez dedicó toda una página de su
Historia. Sin apartarnos de Sosa Loyola, repetiremos con él:
"Las alteraciones que introdujo el Congreso, muy sintéticamente, consistieron en lo siguiente:
suprimir la atribución de fijar la fuerza militar para el servicio de
la Provincia, facultad que de acuerdo a la Constitución Nacional,
correspondía evidentemente al Congreso. Negaba, por otra parte, al
Poder Ejecutivo de la Provincia la facultad de decretar el estado de
sitio en su territorio y la suspensión de la Constitución local en caso
de conmoción interior o ataque exterior... Fuera de otras supresiones o
modificaciones de detalle, finalmente suprimía el artículo que disponía
la acusación del Gobernador ante el Senado, hecha por la Legislatura en
los casos que hubiera violado o dejado de cumplir la Constitución, por
crímenes, defraudaciones, tiranía, incuria culpable, etc."
Don Santiago Derqui, ministro del Interior, el 3 de septiembre remitió
a Daract la ley ya mencionada. y el 21 de ese mismo mes, el gobernador
provisorio la enviaba a la Asamblea Constituyente, a quien felicitaba
cordialmente, "poseído de la más complaciente emoción al ver el feliz
resultado que ha producido la contracción, patriotismo y tino que
Vuestra Honorabilidad dedicó a un trabajo que, conduciendo a la
provincia al goce de las prerrogativas y garantías que le acuerda la
vida constitucional, la eleva al rango de un país verdaderamente
civilizado".
Más no era cuestión de dormirse sobre los laureles. Porlo que el
formidable gobernador urgía a renglón seguido,cual un Hércules que
avanza de trabajo en trabajo:
"En consideración también que las reformas que ha sufrido la
Constitución provincial en nada afectan (a juicio del Gobierno) la
soberanía e intereses del país, y que la demora que ocasionaría la
insistencia en nuevas modificaciones podría traer funestas
consecuencias al país, por estar tan próxima la clausura de las Cámaras
Legislativas de la Nación, se permite el infrascripto en aconsejar a
Vuestra Honorabilidad que es de la más alta importancia que dicha
Constitución sea definitivamente sancionada, promulgada y jurada, tal
cual lo prescribe la precitada ley nacional, y de encarecer por ello a
Vuestra Honorabilidad la más pronta expedición en las deliberaciones
tendientes a llenar.
la alta misión que la provincia le encomendó." Al día siguiente -22 de
septiembre de 1855- la Honorable Asamblea Constituyente sancionó la ley
que aprobaba en todas sus partes las reformas que el Congreso había
hecho a la Constitución provincial, así como disponía remitir al Poder
Ejecutivo un ejemplar reformado de dicho Código, para que ordenase su
correspondiente impresión.
Diligentemente, la pluma de don José Rufino Lucero y Sosa trabajó en la
copia del texto definitivo de la Carta Constitucional. y el 4 de
octubre, la Honorable Asamblea, "que anhelaba vehementemente a llenar
con prontitud y del modo más cumplido el grave como delicado encargo
que se le encomendó por sus conciudadanos", puso en manos de Daract el
ejemplar corregido de la Constitución, que el gobernador provisorio,
dos días después, mandó tener por "Ley fundamental en todo el
territorio de la provincia".
y tras la pluma diligente, el honrado quehacer de los tipógrafos. Letra
a letra, hermosa floración de la paciente artesanía, se agruparon sobre
el mesón de algarrobo las páginas que llevarían las dianas del tiempo
nuevo hasta el último rincón del terruño.
Por fin, con el pequeño folleto entre las manos, don Buenaventura
Sarmiento comenzó a pulir los párrafos del decreto bien meditado: "San
Luis, noviembre 13 de 1855. El Gobernador Provisorio de la Provincia.
Considerando: ..."
Fácil sería sintetizar o recurrir, una vez más, al armonioso decir de
Sosa Loyola. Sin embargo, queremos que cada una de las antiguas
palabras recobre su entrañable vibración, que cada punto y cada coma
nos den el ritmo cordial de aquel esperanzado laborar. Por eso,
humildemente, con mano fraternal, copiamos:
"Que la Honorable Asamblea Constituyente, que la Provincia nombró para
que dictase su Carta Constitucional, ha llenado ya su alta misión,
sancionándola definitivamente, después de la revisión que ha hecho de
ella el Congreso Legislativo de la Confederación, remitiéndola al P.E.
para que lo más pronto posible la haga promulgar y jurar con la
solemnidad que corresponde;
Que por consiguiente, la Provincia de San Luis va a entrar ya en el
régimen constitucional interno, asegurando para siempre su orden, su
libertad legal, los preciosos derechos del Ciudadano, y abriendo su
marcha de progreso y engrandecimiento bajo la sólida base de sus
instituciones locales;
Que para hacer más solemne el importante acto de la promulgación y
juramento de la Constitución de la Provincia debe designarse uno de
aquellos días marcados con algún acontecimiento de gloriosos recuerdos
para la República; ha acordado y decreta."
La pluma se detiene. y los ojos del escribiente –estos mismos ojos
nuestros- contemplan, más allá de la llama temblorosa que burila los
párrafos de la cuartilla, el alba que se esmalta de gorjeos.
Si tan sólo escribiésemos por regodeo literario o para hacer de la
letra impresa peana de vanidades o trampolín de ambiciones, trazaríamos
sobre los olvidados papeles la airosa curva del mariposeo tan grato a
quienes consideran incómodo y poco fructífero "cantar en cosas de
fundamento" o "cantar opinando", dos viejas formas de arriesgar pellejo
y fama. Pero como tenemos la pretensión de mostrar sin afeites la
siempre edificante y saludable verdad, dejamos en paz la lira y
empuñamos la pala, que también sabe enjoyarse de rocío y dialogar con
los pájaros madrugadores. y va de crónica.
El decreto que don Justo Daract dictó el 13 de noviembre de 1855, "con
la incontenible exultación de las grandes alegrías cívicas", señala
gallardamente el camino hacia el día de magnos recuerdos y estos son
los jalones:
"El día 20 de noviembre, glorioso aniversario de la instalación del
Soberano Congreso Nacional Constituyente y de la elección del
presidente y Vicepresidente constitucional de la República, es el
destinado para que en la capital y en todos los departamentos de la
campaña tenga lugar la promulgación y jura de la Constitución de la
provincia.
"El jefe de Policía ordenará la reunión de los vecinos del departamento
de la Capital en la plaza pública de esta ciudad, donde se verificará
este acto el precitado día 20 de noviembre, después de la misa solemne
y Te Deum, que debe celebrarse en la iglesia matriz de esta ciudad.
"La Constitución se promulgará en alta voz, y se procederá a celebrar
el sagrado juramento, abriendo al efecto un registro, el cual será
encabezado por esta fórmula: "Nosotros, Ciudadanos Argentinos de la
Provincia de San Luis, juramos por la Santa Cruz en que se inmoló el
Redentor del mundo, respetar, observar y defender la Constitución de la
Provincia, sancionada definitivamente por la honorable Asamblea
Constituyente a los veintidós días del mes de septiembre del año mil
ochocientos cincuenta y cinco", consignando a continuación cada uno su
nombre para constancia de este acto.
"Los Jueces de Paz de campaña harán la convocación de todos los
individuos de sus dependencias, para que reunidos en sus respectivos
partidos el mencionado día 20 de noviembre y presidiendo la reunión el
Juez de Paz, se verifique la promulgación y jura de la Constitución en
la forma que prescribe el artículo anterior.
"Dicho acto, presidido por el Gobierno en la capital y por los jueces
de Paz en la campaña, se practicará con la solemnidad. y circunspección
que su Importancia y santidad exigen; y cerrado el registro con la
autorización, en los partidos de campaña, de los Jueces de Paz, se
remitirá al Gobierno para los fines consiguientes."
Transcriptas extensamente estas históricas -y olvidadas- normas, aún
nos atrevemos a proponer dos temas para meditación: el juramento "por
la Santa Cruz en que se inmoló el Redentor del mundo" y la "importancia
y santidad" del acto que exigía solemnidad y circunspección.
Aquella "incontenible exultación" advertida y mentada por Sosa Loyola,
no amenguaba el fecundo quehacer del ejemplar gobernador provisorio. Y
es así como el 16 de noviembre, "lleno de la más grata complacencia",
se dirige a la Asamblea Constituyente para manifestarle haber fijado el
martes 20 para que se lleve a cabo la promulgación y jura de la
Constitución, y reclamarle nuevos trabajos:
"Pero antes que llegue este día tan anhelado y por tantos títulos
memorable, quiere el infrascripto observar a Vuestra Honorabilidad que
es de una necesidad imperiosa que la ley de elecciones para establecer
por primera vez constitucionalmente los poderes públicos, debe estar
sancionada antes de dicho día, pues que, de no suceder así, se verá en
el caso el Gobierno de pedir la convocatoria de la Honorable
Representación Soberana de la Provincia, para consignar en ella la suma
del poder público que le fue confiado el 7 de noviembre del año próximo
pasado, por cuanto queda terminado su período gubernativo con la jura
de la Constitución provincial."
Este deber, "uno de los primeros que le estaban confiados", fue
cumplido por la Asamblea Constituyente el día 17 de noviembre. Todo se
hacía con la justeza anhelada por el gobernador Daract quien, en una
carta que dirigiera a Derqui el 7 de diciembre de 1855, revelaba que no
faltaban escollos en su camino:
"Cábele a este gobierno el alto honor de consignar en manos del
Excelentísimo Gobierno Nacional, para los efectos consiguientes, un
ejemplar impreso debidamente autorizado de la Carta Constitucional que
esta provincia acaba de sellar con un juramento sagrado, exhibido con
toda la intensidad de su acendrado patriotismo y con la expresión de su
ardiente entusiasmo.
"Pero como al entrar ella en la vida constitucional entra también en un
nuevo orden de cosas, en que las autoridades, los intereses y los
deberes tienen necesariamente que tomar una combinación nueva, y que no
sería extraño que la Constitución que acaba de jurarse choque en alguna
parte de los intereses, los deseos y las opiniones establecidas y
alimentadas en el tiempo de desorganización, al útil como importante
objeto de armonizar todos los elementos que han de consolidar el
ejercicio práctico de este mismo Código, el infrascripto puede asegurar
a V.E. que la san