Biblioteca 14 de diciembre del 2010

Antología de Cuento y Poesía

Autores varios

No somos nosotros quienes hacemos la cultura, nuestro papel es promover, orientar, asistir, en definitiva, convertirnos en posibilitadores de la misma. Poniendo el acento en multiplicar nuestra tarea, en hacer que la cultura no sea un territorio de pocos sino de todos y en dar participación real a los protagonistas del hecho cultural, acercamos a la comunidad de Villa Mercedes este libro. Este primer intento que puede tener falencias, ausencias, pero que lleva el empuje, la fuerza del intento.

Comenzamos el camino que nos llevará a una gran conquista, la del Fondo Editorial, que nuestros escritores, sin duda, se merecen para su reconocimiento, para su crecimiento, para transformar muchos sueños en hechos concretos.

En este andar que hoy comienza nos acompaña la Sociedad Argentina de Escritores S.A.D.E. (Filial Villa Mercedes), constituida por sensibles hombres que le ponen magia a nuestra existencia cotidiana. Han estado a nuestro lado jerarquizando la tarea creadora, acompañando nuestra marcha afirmada en la pluralidad y la tolerancia.

Agradecemos a la S. A. D. E. su colaboración en la selección de material, a la plástica Yolanda Lia Acetta por su portada, y a cada uno de los escritores que nos dejan con su obra la posibilidad de penetrar en otra dimensión de lo real.


Subsecretaria de Cultura Municipalidad de Villa Mercedes -San Luis-

JULIO P. CEJAS

 


1.990


Una vez más ella
se llena con mis ojos.
La unidad de manos poco disimula
el vacío inexplicable.
hace un momento;
la radio parecía estrangular cada palabra
(nuevas medidas económicas).
Sumamos otros cánceres;
prostitución,
desnutrición,
droga.


Mientras se puebla
la húmeda Ushuaia;
occidente se estrella como un vidrio
y la paz gira hecha negocio por el mundo,
seguida
y perseguida
por hombres doloridos.


Cuando el aire me resulta
tenaza en la garganta,
vuelve a doblegarme ella y su silencio
y nos arde
nos quiebra
nos lastima
que la paz
y que la guerra,
vengan de un látigo
de idéntica saliva.


CUANDO EL AMOR


Estoy.. . y no estoy,
como un cuerpo oscuro
proyectado al dorso de la luz y sin embargo;

te vistes
para no encontrarme siempre.
Te juegas desafiando
poderosos interiores
y de pronto;
en la piel de una tarde,
o en la boca rigurosa
de una obligada incertidumbre,
me encuentras hecho amor
y el amor como ritual de desayuno.
Cuando ahogas miedos en la almohada;
cuando sales a la calle otros sueños integrando
hay dos conciencias para un irremediable conducido,
amarnos como pocos,
amarnos...
más que nunca.-


LOS MOTOCICLISTAS

Llegaron como ajenos al paisaje.
Sus motocicletas generosamente rudas
resplandecientes,
como toda herramienta de trabajo.
Además de sus idiomas, traían
polvos de aventuras y jóvenes cansancios.
Fue un momento:
me dejaron el asombro;
y bajo un descolorido casco,
el vuelo de los ojos más claros
e infinitos
de una clara
e infinita mujer.-


POEMA I

Los sórdidos,
despojados de la tierra,
en un árbol esperaban ser cenizas;
al margen del tiempo
se volvió pétreo el follaje,
condenando a eternidad sus múltiples expresiones.


INSONDABLES




POEMA III

A veces,
escapo prendido de la nada,
asociando símbolos antiguos,
como esos cántaros vacíos
en la impiedad del desierto.
Mientras los teóricos,
adueñados de eslabones fundamentales,
nos retrasan la partida.
A veces solo a veces;
un cántaro vacío
deslumbra la imitación de un pensamiento.



PARTICIPACION
GERMÁN DOMINGUEZ



MIRTHA PROVOCA EL DELIRIO


El delirio es una linterna que cae
en el alma
para hervir el sonido
desgarrado en un grito.

Es el latigazo musical
del encanto
con el soborno
de su cuerpo.
Compás que se revienta
en las lágrimas
de la madrugada
con el sabor lascivo y provocante
del viento de oro
abriendo
las emociones en abanico.



Mirtha duerme en las visiones;
se trastornan los reflejos,
se desnuca la razón.
Ella lo invade todo
y con el penacho despeinado
de un rayo
descorre las cerraduras
de todos los sentidos.-


ALREDEDOR DE LA MELENA SATELITALa María de los Ángeles




Los telares del pensamiento
confeccionan con hilos de calor
pantallas.
condenadas por el tiburón del olvido
a una rápida digestión.


La suma de lo efímero
resuelve el universo.
la eternidad
en bits informativos.
No importa si la idea
viaja en libro
o en fibra óptica.
es la llegada lo importante
para que la libertad colombófila
no vuelva a ser esclavitud.
Conocimiento.
en los cristales incendiados
de los tallos electrónicos.
para ser libres
y dioses sabios
del tercer planeta.
Que el amor
forme tu imagen
con la catarata millonaria
de electrones.
para besarnos
alcanzando la cumbre
vía satélite
(of course).-


EL HOMBRE EN SU NADA


Cárcel sin puertas
en el infinito,
vacío
cosmos
vastedad vacía,
lágrimas que caen en la espiral
de las esposas.
No hay resurrección
costura irrompible
de miedos anteriores,
no hay regreso
esquina galáctica
de agujas intemporales.
Es el hombre
sumergido en sí
hipocicloide unitaria
punto.
Es el hombre
en su nada que es todo
o
en su todo que es nada;
es el hombre
solo frente al universo.


a mis PADRES

Se hace oscuro el ocaso
impregnado por el humo mortecino
de las miradas apretujadas
que buscan una plegaria
redimida ante la fría memoria
del hombre pecador.-


A Lidia Viviana


Todo concuerda
con el final
y un tango adormece,
-Todo concuerda!-
Cuando la tinte
aplacadora de mentes
ahoga el polvo aletargado
del recuerdo.
-Todo concuerda!-
Con la desnudez otrora
de tu cuerpo;
y el pesar de los siglos
sobre espaldas titánicas
se desbarranca y estalla
al final,
-Todo concuerda!-


a Graciela y Lorena

Crecerá sobre la niebla
El susurro del viento.
Crecerá en esta noche
Toda la palabra herida
Muriendo lentamente
Sobre cúspides ociosas,
desfigurada por el humo
de ocasos indefinidos.


LUIS O. RESSIA
MEMORIAS
I


Al sur
entre piedras desnudas
azotados por tormentos
reposan los cuerpos de los labriegos que
talaron los árboles
descansan
más arriba
los que dieron forma a las vigas donde
aún se amarran las barcas


En el insomnio de tanto tiempo se dibujan
rostros que ya no recuerdo
la bruma a veces deja ver el torso desnudo
del argonauta con quien comparto mi alma

la sombra de la vela raída que muerde las
aguas


Más allá
sobre las rocas meditabundas que construyeron
la colina
se yergue su rostro vuelto hacia el sur
ávido de lejanías

tal vez trate de ubicar en el tiempo la
caverna donde en la noche aquella
inventamos la palabra.-


II


Partí una tarde cuando el sol depositaba su
cansancio sobre sus párpados
y su mirada siempre hacia el sur
por siempre hacia el sur
sobre las grandes rocas que rodean el desierto


Anoche
su voz dijo despierta
es hora de ordenar las palabras
ya no hay lumbre en el templo
espera mi regreso


Yo extendí mi brazo
señalé cosas
esta es la barca que en aquellas edades
recorríamos la costa para vigilar la
tarea que los hombres realizaban
allí está el hueco que dejó mi rodilla
junto
la marca de su pie
este es el remo que usó en aquella
madrugada para visitar por vez primera
la tumba donde yacen mis palabras


Después
nunca más nos vimos
tampoco ha existido.


CEREMONIA


Abro las puertas del imaginario templo
en memoria de memorias

Viajeros llegados de todas las edades
se inclinan ante rostros que
emergen
humedecen su labio y se retrotraen en
el tiempo

Las voces
después de unificar idiomas
ante el presagio de las primeras luces
emprenden el regreso a las antiguas
cavidades


tras de ellos
el chirrido de los goznes hace que el
vacío tiemble


y en el silencio unánime de una mirada
la imagen guardiana de la ternura de
los hombres
queda sola
suspendida en mi memoria.-


CELIA I. R. DE SALLENAVEDEL AYER

Del pabellón oculto
de las ideas,
escapa fugitivo
un pensamiento.
Viaja a un lejano país
allí decide ser recuerdo.


Desconsolada por la ausencia
me refugio,
en dispersa anatomía
del olvido.-


HUMANIDAD(en gris)


Río de hombres
caminando adormecidos
en el sopor de una fiebre
que engulle sus ansias.
Humanidad de cielos apurados
de hombres sumidos
en viscosa melaza.
Rostros lavados a la sonrisa
pergeñados de sombras.
En marcha delirante,
transitan
tras la materia;
mientras cae el alma
por las paredes de un abismo.
Humanidad,
río de hombres
esperanzados
descifrando nuevos signos
para una pausa.


MERLO, SAN LUIS

La bruma celeste del valle
es encanto,
quietud.
La brisa arrebata a los cerros
canciones perdidas de amor.
Es noviembre...
hay sabor a primavera
que persigue un sol
para dorar los trigales
y madurar en poemas.
¡Oh Merlo! del sol perenne
tus calles llevan al cielo,
y en senderos escondidos
descubro lo orgánico
en pequeñas vidas.
La aljaba pinta colores
que escapan de su corola
y como un rey,
el ceibo
pone la nota carmesí.
Mil flores con rubores
que no están en la paleta,
son joyas prendidas
a la túnica de tu tierra.

Eres así,
Merlo
un albúm de paisajes
que adelanta su magia
en imágenes
de ríos y cerros.-


SILVESTRE J. SILVESTROMADURAR

Del pequeño árbol iban agrandando
sus frutos, diminutos, relucientes.
yo tocaba en períodos más frecuentes
redondo entorno que iría madurando.

Y parecía me estaban esperando
ansiosos, deliciosos, impacientes;
encariñados a mi complacientes;
me placía el sabor de estarlos aguardando.

Mi labio besaba eso apetecido
evitando morder, si no era el día;
(su perfume me lo había transmitido).

Más, gélido cristal hubo abatido
el fruto que al alba disfrutaría,
lo ví embarrado y en la hojarasca hundido.


EN LOS JARDINES DE HADA

Una flor conocí en los jardines dorados;
el oro lucía en todo esplendor.
De otoñal cáliz, perfume de amor;
el pétalo cubre en blanco azulado.

Y al centro un negro abrillantado.
Acariciando su tierno verdor
temblaba el pimpollo y ramaje en flor,
feliz recibía el cariño brindado.

Llanto perlado del cielo vertido
secaba con mi diestra enamorada
percibiendo su apurado latido.

Perderé en el tiempo esa flor amada?
Mi afecto daré, como aquel vivido,
aún, no habité en los jardines de hada.


LA LAMPARA CUELGA

Casi los cuatro decenios colgada
del cielo de mi humilde habitación;
y bien, pensé, ésta fuera la ocasión
brindarle una poesía iluminada.

Primero, de cristal fue ésta moldeada,
con muy pulido bronce, la aislación,
lámparas que dan iluminación,
y la ajustada tuerca niquelada.

De fantasmas la pieza de poblaba
y de mil formas! si no la encendía,
y si lo hacía, vida y colores daba.

Aún brinda calor de hogar cada día,
colgando del techo como aldaba
sin sonar; da luz cuando hago poesía.-


CUENTOMIRTA R. AMAYAVENUS SALE EN EL ESTE

Venus brilla en el cielo asperjado de estrellas. El hombre gira sobre su costado derecho. La mano izquierda se desliza áspera sobre el rostro curtido. No necesita más para despertarse. Se sienta en la cama, siente el índice frío sobre el talón tibio que calza la alpargata húmeda. Provoca los primeros ruidos en la casa. "Deben ser las cinco", piensa, mientras camina hacia el patio: la luz se insinúa rosada donde el horizonte es posible.
El mango pulido del horcón es tomado por la mano que prestamente horquilla el pasto de la parva. Da de comer a las bestias, esas sombras que acaricia y palmea y que le arrancan la primera sonrisa del día.
Al regresar se alborotan las gallinas, prepara el fuego en el brasero de hierro. La pava tiznada le mancha los dedos. Escancia el agua en la palangana enlozada que está sobre un banco de madera.
Resfriega el jabón con fuerza. El agua corre sobre el cuello vigoroso, mientras se seca, alguna gota resistente brilla como Venus en el cielo oscuro del bigote del hombre.


Sale en busca del mate, degusta el sabor amargo de la yerba.
La rubia, la chica y el tordo, esperan a las manos diestras que los prepararán para el día de labor.
Ahora nomás Rubia le habla a la varera, mientras palmea el lomo, el anca o el cogote del animal, según pase la cincha o enlace la rienda en el freno o la anteojera.
Después de atar los animales al carro, vuelve a la cocina donde se perfilan sombras; la mesa en el rincón con ollas, latas, platos y vasos puestos boca abajo, son una masa oscura proyectada en la pared. Saca del cuerno que oficia de perchero, el pañuelo bataráz que se pone al cuello, de igual manera la faja de lana que ciñe la cintura marcando el torso musculoso. Toma de la mesa el cuchillo envainado y se lo calza a la izquierda, por último el sombrero negro de ala corta.
Sale en dirección del carro con la automaticidad que da la costumbre, pone el pie en el estribillo y salta al pescante, las riendas oscuras son sacudidas diestramente mientras azuza los caballos.
-La tarea ha comenzado.-
La mañana anticipa el día cálido. los árboles en todos los verdes se van ultiplicando a medida que el hombre baja hacia el río.
La naturaleza canta su música cotidiana: el rumor del agua, los cascos de los caballos que levantan gotas a medida que las ruedas del carro giran desprendiendo luces del río marrón.
El hombre saca la arena pardusca que le encargaron el día anterior mientras otros carros que cumplen la misma labor van llegando.
La voz bien timbrada saluda, todos lo conocen al indio de sonrisa fácil y de conversación con retruécanos.
Cuando hubo cargado el carro, clava con fuerza la pala en la arena y de pie en el pescante emprende el regreso. Llega a su casa donde el asado de las diez de la mañana lo espera.
De la tranquera ve la figura morena y menuda de su mujer que atiza el fuego acompasadamente. En la tabla, las costillas sueltan el jugo cuando el hombre hunde el filo del cuchillo. Después, apura el vino oscuro.
La cocina ha tomado la dimensión exacta, la puerta estrecha y cortina enlazada a un costado, dos bancos dispuestos a cada lado de la pared y un aparador que tiene en la puerta una estampa de Santa Rita. -Abogada de lo imposible.-también una foto color sepia de alguno de los hijos; tal vez el mayor que se fue a Buenos Aires y se retrató en la plaza Italia. Más arriba un espejo pequeño y al lado una cola de vaca con dos peines, mientras que en la pared del frente un almanaque con el dibujo de Molinas Campos, dice que es noviembre.
Terminado el asado, el hombre sale a terminar su trabajo.
Cuando retorna; mientras coloca el muchacho en la parte de atrás del carro y suelta los caballos, la figura pequeña de su mujer se quiebra al compás de la bomba de agua que, con el sonido seco de cada chorro va llenando el tacho de 200 litros que cortado por la mitad le sirve a modo de bebedero.
Después del ritual del almuerzo, es la hora de la siesta, un viejo sillón de mimbre servirá en la ocasión al dueño del sueño breve, que sin camisa se cubre los ojos con el sombrero.
El sol arrebata brillo a todo lo posible, las morenitas transpiran el anverso de sus hojas y el hombre se apresta a repetir la ceremonia de la mañana.
Al finalizar la tarea recala en el bar, donde se encuentra con la gente que hace el mismo trabajo. Los sombreros son hongos oscuros colgados del perchero. La baraja da vuelta, el hombre las orejea, mira a su compañero y dice: -Échele el tanto, por la pinta no más y si mata... apure. El compañero contesta; -yo creo que me... pasa El hombre asegura: -Aprete que acá hay una puntita,y juegan por el vino, luego por la ginebra.
Alguien se asoma a la puerta y grita: Loreto, se le va el carro... y el hombre responde: Mientras los caballos se queden usted no se preocupe. -El comedido piensa; "Para qué le habré avisado"! .
Cuando dejan la mesa y los vinos, venus aún es visible. -Obviamente los caballos están en la otra cuadra. Loreto sube al carro y a pesar del sopor del alcohol va parado en el pescante, cuando dobla en la cuadra donde supone está su casa, se dice: -Puta con el vino! mira con atención pero no la ubica. Decide bajar, tiene la azotera en la mano y acercándose a un grupo de muchachos que charlan en la puerta de un club, pregunta; -Dígame, por acá vive Loreto Amaya? Un muchacho lo mira con asombro: -Pero si Loreto Amaya es Usted! y el contesta rápido: -si yo no pregunto quien soy, si no, donde vivo.-


LA AFEITADA

Se da vuelta sobre el costado derecho, se incorpora en la cama apoyando el codo mientras la mano sostiene la frente, el dolor de cabeza le hará parecer que no puede abrir los ojos, se esfuerza, siente los párpados pesados y la náusea y el sabor amargo en la boca, por momentos agrio: la resaca, diagnosticaría un médico.
Se levanta, la alfombra se hunde bajo la presión de sus pies se pasa la mano con fuerza sobre el estómago, la otra se cierra y el puño sale dibujando una finta en el aire, en busca de alguien que no está.
La puerta del baño cede cuando la empuja con la punta del pie, el espejo le devuelve su imagen, el rostro desencajado, las ojeras.
Toma el vaso con una mano, con la otra gira el grifo, el agua borbotea en el vaso, automáticamente saca un efervescente y el agua esta vez se alborota en mil burbujas que rompen en la superficie, mecánicamente saca el frasco de las anfetaminas, con ademán brusco echa una pastilla en la boca, el vaso con agua tiembla ligeramente en la mano, le ingiere y espera el eructo, vuelve a mirarse en el espejo, con el dorso de la mano comprueba que como todas las mañanas debe afeitarse.
Toma el aerosol, la espuma voluptuosa le refresca la piel, su cara le recuerda ahora a aquel papá Noel de aquella navidad en familia.
Eran otros tiempos, cuando las preocupaciones pasaban por el dinero escaso, por su madre histérica y su padre alcohólico, y una necesidad: pasar al frente. A decir verdad, nunca se imaginó que iba a pasar al frente de ese modo, es decir, tanto. Primero fue con la ropa, después el auto, el departamento, los muebles... ¡era increíble! .

Su recuerdo vaga por las adquisiciones que hacen a este departamento
lindo, pero vacío: Gira la cara, la afeitadora le va dejando la piel lisa, abre el grifo, coloca la máquina debajo del agua para sacar restos de pelo, tuerce la boca, los párpados bajos y los ojos puestos con atención en la zona que afeita. Si, atrás quedaron los años y con ellos los sueños de casarse con la novia dulce y multiplicar el amor en hijos y llevar una vida tranquila.
Primero las necesidades que apuraban, le hacían ver un futuro en la que hacía, después las emociones, ¿quién podía pensar que algo cambiaría?; las mujeres, ¡ qué regalo!, cuántas, tantas, hasta el cansancio, todas las formas del placer hasta fallar en la gimnasia y encontrar en los vahos del alcohol otra forma. Junta los labios hacia adentro, retrae la lengua, se va a afeitar el bigote, enjuaga la máquina y con la toalla en su otra mano la seca. Comienza desde el lado derecho de la boca, esquiva el lunar automáticamente... sí, eran otros tiempos.
Mucho trabajo, ese sí, entre el adoctrinamiento y adquirir métodos.
Lo que más le gustaba eran seguimientos, parecían películas del agente 007, encontrar gente en los bares, mirar a su compañera, hacer los gestos, las contraseñas y seguirlos con cuidado, claro, y recordar direcciones, la memoria respondía hasta llegar a un teléfono. Y solo por eso entró ganando cuatro veces más que en el trabajo anterior.
Abre nuevamente el grifo, coloca la máquina debajo del agua que le moja la punta de los dedos. Se mira en el espejo, su cara va recobrando la normalidad de los últimos días. Pasa el dorso de los dedos en la piel buscando los pelos que justifiquen pasarse de nuevo la afeitadora.
La crema fue formando líneas, casi rectas que perpendicularmente se pierden en el cuello. Se toca al lado del lunar, era seguro y debajo del mentón. Pasa la máquina cuidadosamente, ya está debajo del mentón. A ver, alrededor del lunar... apenas siente el el corte, pero la sangre es un hilo débil que cae alrededor del costado derecho de la boca...¡la sangre!. Su cuerpo se tensa, estalla su boca en el insulto, sus ojos se espantan, toma la toalla, se cubre el rostro desesperado cae en la cama entre los gritos estrangulados de su garganta...
Si pudiera olvidarse del flaquito, el último, aquel de los ojos
claros que con odio rojo que no enceguece lo miró y lo seguirá mirando siempre.


CLARA CAVALLINIEL RESULTADO

Salió de la habitación del niño guiñando los ojos a la luz de la cocina. Esa noche le había dado más trabajo que otras hacerlo dormir. Se acercó a la pileta y lavó la mamadera.
El hombre estaba leyendo el diario apoyado en la mesa. Levantó la cabeza para mirarla:
-¿Se durmió?
-Sí, por fin. Cada día está más terrible. ¿ Sabes una cosa...?
Hoy dijo una palabra.. .pan, me pidió pan.
El no contestó; después de unos instantes volvió al diario.
Ella siguió trajinando en la cocina mientras canturreaba. Al rato:
-Ahora que empezó no va a parar hasta hablar "por los codos".
El siguió callado con el diario inmóvil delante de los ojos.
Cuando la cocina quedó ordenada la mujer se sentó frente al
hombre y habló nuevamente:
-Tenemos que pensar en mudarnos de barrio, cuando el nene empiece a ir a la escuela. Esta de aquí, no me gusta para él, -y agregó- por los chicos de la villa". -Se miró las manos, se puso de pié y fue hasta el botiquín del baño. Volvió con un frasco de esmalte para uñas. Mientras se pintaba siguió hablando:
-Buscaremos un lugar que también tenga cerca un buen colegio secundario, y al mismo tiempo que no esté a muchas horas de la Universidad, así, más adelante no necesitamos volver a mudarnos, ¿qué te parece?-
El siguió con la mirada fija en el mismo punto del diario que no había movido desde hacía unos quince minutos. Ella, mientras seguía pintando con esmero sus uñas, continuó:
-Me gustaría que estudie abogacía. Mi padre soñaba con tener un hijo abogado.. Mi hermano no le dio el gusto. Puede ser que todavía esté con vida cuando se reciba el nieto... -Quedó callada y miró al hombre que seguía inmóvil. Extrañada por- su mutismo lo observó un largo rato, luego insistió:
-Verdad que te gustaría que el nene fuera abogado? -Como él continuaba sin responderle, levantó un poco la voz:
-¿Qué te pasa?, ¿por qué no contestas? -lo miró expectante y repitió: -te gustaría que fuera abogado?
El apretó las mandíbulas, las manos le temblaban. De pronto, tiró con fuerza el diario sobre la mesa mientras gritaba:
-Basta...! Basta, por Dios...!
Ella se quedó mirándolo con los ojos muy abiertos. Los labios le temblaban. Cuando pudo hablar, su voz se había convertido en en un murmullo.
-Fuiste al pediatra, verdad?, qué te dijo?
Por un rato él no contestó. Bajó la cabeza y comenzó a moverla de un lado para otro. Cuando por fin habló la voz le salió desconocida:
-Sí. ..fui, -y agregó roncamente- el resultado del encefalograma lo dice...


LA SOLTERONA DE AL LADO

Se mira en el espejo y ve en su rostro una total falta de atractivos, más trazos de amargura que ningún cosmético ni experto en belleza puede mejorar.
Su carácter agrio ha cambiado hasta su voz y forma de hablar convirtiéndolas en sonidos secos y cortantes.
Sus únicos parientes, un hermano con su familia, fueron espaciando sus visitas hasta que dejaron de venir. "Mejor" -piensa ella- "sus niños son insufribles; rompían las plantas y no dejaban en paz a Tatín".
Tatín es el único ser que suaviza su voz y despierta en ella ganas de sonreír. A él le confía sus ilusiones y preocupaciones en largas charlas que tienen por respuesta dulces miradas y movimientos de cola.
Por las tardes lo deja salir a la vereda a que haga una visita diaria a los árboles de la cuadra. Desde la puerta lo vigila para evitar que entre a la casa del vecinito mogólico, ya que es muy peligroso, pues en varias ocasiones demostró tener mucha fuerza en las manos, y una especial predilección por descargarla en el cuello de pequeños animales; como aquella vez, en el gato de otro vecino.
Como todas las tardes ahora está en la puerta de su casa observando los movimientos de Tatín cuando aparece la vecina de enfrente. El verla, produce en ella el habitual monólogo mental cargado de indignación: "Pero... ¡Miren a la desfachatada! Se hace traer en auto cada vez por un tipo diferente. Y ¡Cómo se viste!.
La desvergonzada se está besando como si nadie la viera. " -Por un rato continúa despotricando en silencio hasta que: -"Pero... ¿dónde se habrá metido Tatín?".

Lo busca con la mirada por todas partes pero el animalito no aparece. -¡Tatín dónde estás? Por culpa de esa chiflada que me distrajo lo perdí de vista.

De pronto recuerda que la última vez que lo vio estaba olizqueando la puerta del mogólico. Una terrible sospecha le produce en el pecho un dolor que se va intensificando a medida que corre por la vereda gritando: -¡Tatín…! ¡Tatín…!
Cuando llega al jardín del vecino la opresión del pecho está a punto de ahogarla, entonces ve al niño inclinado, muy entretenido observando un bulto entre las plantas, y en el jardín reina el silencio un extraño silencio.


LUIS R. CAMARGO ¿QUIEN GOLPEA A MI PUERTA?(A mi esposa)

Celestino se llamaba mi gato, grandote, peludo y de ojos encelestado,
de ahí su nombre.
Lo encontré: ya adulto, una noche que caminaba de regreso a casa muy tarde, fue un encuentro extraño, ya que él me siguió por varias cuadras como acechándome y por momentos me sentía como un gran ratón perseguido, hasta que en una esquina me paré y lo llamé, se acercó lentamente ronroneando y dejó que lo alzara y lo cobijara en mis brazos, en ese momento decidí llevarlo a mi hogar, ya que era un hermoso ejemplar. Al llegar a casa; admiramos con Carmen, mi esposa, su pelaje, sus grandes y hermosos ojos celestes, cosa que nos llamó mucho la atención, pero no pasó de ahí, por el momento.-
Después de cenar y de alimentar a Celestino, como lo bautizamos de inmediato, nos fuimos a dormir, a nuestro huésped le preparamos una cama en la cocina, pero no hubo manera de hacerlo dormir en ese lugar y se empeñó en irse a nuestro dormitorio, debajo de la cama. A la larga nos ganó por cansancio y accedimos a su voluntad; esa noche fue muy difícil conciliar el sueño, ya que sentíamos una respiración pesada en un principio y después unos ronquidos que eran iguales a los de un ser humano, aterrorizado encendí la luz y miré debajo de la cama, ahí estaba Celestino dormido pero ya no roncaba. Solo se escuchaba la suave respiración de gato durmiendo.
Traté nuevamente de sacarlo del dormitorio pero me fue imposible hacerla y ante mi insistencia se tornó terrorífico, los ojos le fulguraban y tomó una postura acechante, encorbado, con las uñas a la vista y su pelo erizado, me impresionó tanto que si hubiese tenido un arma en ese momento terminaba con él. Carmen, espantada se fue a dormir con las niñas y yo restándole importancia al hecho traté de dormir y apagué la luz, al cabo de algunos minutos sentí claramente que el gato se subía a la cama de un salto, me enderecé para encender el velador cuando vi las dos lucecitas celestes brillantes de sus ojos que se abalanzaban sobre mí, casi por instinto y a cálculo tiré el manotón en su dirección y por suerte topé con su cuerpo tomándolo del cuello; enloquecido lanzó un rugido como el de una fiera y me ensartó sus uñas en los brazos, se debatía con una energía superior a toda la que podía contener su pequeño cuerpo y no se me zafó sólo porque el terror había agarrotado mis manos alrededor de su garganta, no pude gritar a pesar de que deseaba hacerlo, cuando de repente entró mi esposa atraída por los gritos y encendió la luz grande de la pieza, fue algo mágico, Celestino se calmó, pasó su lengua suavemente por mis manos ensangrentadas al tiempo que saltaba y ronroneando cálidamente volvió a meterse debajo de la cama como si nada hubiese pasado. El resto de esa noche fue imposible dormir, a la mañana siguiente, trabajaba temprano y antes de irme me aseguré de que el gato siguiera en el dormitorio y lo dejé encerrado con llave, sinceramente no tuve el coraje de intentar sacarlo y me fui.
Comenté el suceso con algunos de mis compañeros de trabajo, unos se rieron, otros se quedaron muy serios, pensativos, especialmente aquellos a los que le mostré los vendajes de mis brazos, uno de ellos más impresionados que los demás intercedió ante mi jefe a quien yo no le había hecho comentario alguno, para que me dejara retirar a mi hogar a media mañana, hecho que accedió ya que me había notado muy nervioso.
Ya de regreso, en mi casa encontré a Carmen seria y con una expresión muy rara en el rostro, al verme corrió a mi encuentro y me contó apresurada que esa mañana había venido un señor alto, elegante de pelo entrecano y con unos hermosos ojos celestes muy llamativos que reclamó al gato, ella algo turbada no atinó a preguntarle nada, le indicó que pasara al dormitorio y lo retirara personalmente, el gato al verlo saltó a sus brazos y la alegría los embargó a ambos, recién entonces reparó que los ojos de los dos eran exactamente iguales, el hombre al darse cuenta que les miraba algo espantada y con curiosidad, se apresuró a retirarse sin despedirse.
Bueno, en fin, ya terminó, pensamos suspirando con alivio; esa noche no cenamos sólo tomé una taza de té y nos acostamos temprano, cuando sentí que suavemente golpeaban la puerta de la calle, a pesar de tener timbre no lo pulsaron, iba a atender cuando Carmen se apresuró a decirme que los golpes, por la forma acompasada eran efectuados por el hombre que vino a buscar al gato y dudé en abrir la puerta.
Los llamados se sucedieron, logrando contar siete golpes por vez, no sabíamos que hacer, ni siquiera logré coordinar palabra alguna para preguntar desde adentro quien era.
De repente, nunca me podré explicar por qué lo hice, fui a la cocina, traje dos platos hondos y una botella con leche, los puse en el piso al lado de la puerta de entrada, serví un poco en cada uno de ellos, entreabrí la puerta, sin mirar para ver quien llamaba. Al cabo de un rato volví, los platos estaban vacíos, cerré nuevamente la puerta y los guardé; desde ese día nunca falta en casa un poco de leche y dos platos cerca de la puerta de calle; pues de tanto en tanto, siento que alguien golpea a mi puerta suave y acompasadamente siete veces seguidas y vuelvo a repetir la operación de verter leche en los platos y entreabrir la puerta.
El mundo está plagado de hechos insólitos para la comprensión humana, hechos que no se conocen en su origen; pero es necesario saber que existen, sino ¿Quién golpea mi puerta?-


ERNESTO COUTOEL SOTANOa Sol

A pesar de estar muy cerca de septiembre, el aire era bastante fresco y la naturaleza toda quería volver lentamente a la vida bulliciosa que el letargo invernal había replegado a la quietud.
El verde comenzaba a querer cubrir los amarillos y naranjas, pero todo muy lentamente. A pesar de que Emanuel observaba esto y era muy sensible a la belleza de la naturaleza, su pensamiento estaba en el sótano, sabía que alguna vez bajaría, más debía tomarse un tiempo, prepararse.
A partir de ese hecho relevante, era probable que su vida se transformase, pero también podía perderla en ese intento. Sí, era jugarse al todo o nada.
Hacía siete años que venía observando esa entrada. Las voces de la brisa le dijeron que allí despertaría, y que sabría por fin quien era él. Siempre se lo había preguntado a Mesala pues lo consideraba sabio, como podía acceder al conocimiento y le respondía invariablemente, que debía atreverse a entrar.
El mundo de Emanuel estaba compuesto de libros, autoindagaciones, meditaciones, y sólo tenía un amigo: Mesala.
Un buen día consideró que ya podía ser y se encaminó hacia ese punto. Observó detenidamente cielo y tierra y entonces comenzó a descender escalón tras escalón hasta que desapareció la luz.
Dentro de él comenzó a escuchar una voz que le advertía que todavía estaba a tiempo de volver. Pero no, jamás haría esto, la decisión estaba tomada más allá de cualquier eventualidad. Llegó a lo que parecía una plataforma, siguió avanzando a pesar del viento que amenazaba poco a poco convertirse en huracán, hasta que no pudo más y fue arrastrado como una hoja hasta lo que parecía un gigante remolino de agua, creyó que todo terminaba, más la vida y la muerte ya estaban en sus cálculos. De pronto desaparecieron todas las sensaciones y cuando despertó comenzó a palpar a su alrededor.
Sentía la arena, olía sal y agua, por sobre todo esto, vivía.
Con las fuerzas que le quedaban debía seguir. En ese lugar lo envolvió un gran calor, vaciló, esta vez se trataba de fuego.
¿Qué hacer? No había otra alternativa que seguir. El calor lo abrazaba y ya caso no pudo respirar. Desesperado, comenzó a llorar a gritos, lentamente se sentó sobre sus talones, era la posición fetal, se llevó el pulgar a la boca, y esperó lo que fuese, incluso el final.
Cuando volvió a ver, estaba nuevamente a la salida del sótano, su estado era deplorable. Caminó hasta su casa, se miró al espejo, notó que estaba lleno de canas y de arrugas, pero, misteriosamente, sus ojos y su sonrisa eran de niño.


SIN OPCIONESA Carolina


Siempre viene de noche, dice que podríamos, si yo quisiera hacer grandes cosas. Hace más de un año que me llena la cabeza, con sus largas charlas sobre como enriquecernos fácilmente, como burlar a todos, como ser dueños de conciencias, como en definitiva obtener el poder.
Nunca pude ver que forma tiene, porque cuando enciendo la luz desaparece. Entorpece así mi trabajo de sentirme una gota en el océano de la vida. ¿Cómo explicarlo?.. Es como si mi cuerpo fuese un vaso y mi espíritu mezclado con el de todos formase parte de ese océano. Parece extraño... ¿Verdad? A veces pierdo la noción de donde comienzo y donde termino, más bien no comienzo ni termino, porque puedo rodear al mundo y me quedaría siempre así. Siento que este es el estado perfecto. Pero llega él, todas las noches... Siempre llega.. .
Esta vez debe ser la definitiva. Me dijo que quería una respuesta y le aseguré que se la daría.
¿A ver?... Ya está hablando, no puedo entender lo que dice porque estoy concentrado tomando la barra de hierro que dejé debajo de la cama.
¡Si!, ¡esta noche es la última!. La de los grandes acontecimientos, los dos quedamos de acuerdo en eso.
Percibí su asombro e inmediatamente saltó hacia atrás como un recorte y comenzó a huir. Me sentí levantar y correr en la oscuridad.
No debía prender la luz. Saltó como un felino la pared de casa y corría ya por el largo pasillo, yo, detrás, mojado en transpiración.
Sentía que llegaba a mis límites por el esfuerzo. El hierro pesaba, pero estaba tan aferrado a él, que era como si formase parte de mi cuerpo. Dio una vuelta a la plaza y era a mi vista como si se alejase.

Comencé a ver borroso. Me observé en cámara lenta. Hoy tiene que ser, me repetía. No puedo, no debo pensar en mi cuerpo, así tenga que dejarlo aquí acabado.. .inservible... Repentinamente volvió hacia el pasillo, saltó nuevamente la pared y se introdujo en el comedor. Yo, siempre detrás. Allí mismo frené mi loca carrera. Por un momento observé la puerta. No debía prender la luz porque se iría. Si entraba, probablemente terminaría conmigo.
¡Allí estaba!... Podía sentirlo. Comencé a entrar alzando la barra.
En un rincón explotó una carcajada que me dejó paralizado.
Vacilé un momento. Más... no me quedaban opciones. Avancé resueltamente, con ambos brazos alcé la barra y la descargué furiosamente.
Entonces... ese algo estalló en mil polvos de cristales.-